Elías se dirigió hacia la puerta y la abrió de golpe. Le causó gracia Adeline, quien pegó un salto y retrocedió, una sonrisa tímida en su rostro. Conteniendo una sonrisa, él tomó su mano y comenzó a tirar de ella por la oscura escalera.
—Elías .
—Silencio.
Adeline cerró la boca y miró hacia atrás. La luz de la sala de té de Dorothy era brillante. Casi como la luz al final del túnel, pero se desvanecía con cada paso. Vio cómo las sombras se movían en la pared y escuchó el sonido de Dorothy cerrando lentamente la puerta.
Una vez que llegaron al pie de la torre, Adeline trató de hablar de nuevo con Elías. —No estaba buscando problemas. Originalmente, solo tenía hambre.
Elías levantó una ceja, la miró y se rio entre dientes. La llevó a través de los jardines, al castillo y abajo, donde estaba la cocina.