—Estoy empezando a sentir hambre, preparen las mismas meriendas de la última vez —dijo Adeline sin desviar la mirada de los libros de contabilidad en la pantalla de la computadora. Revisaba cada número meticulosamente, incluso los cargos más pequeños.
Adeline siempre supo que Elías gobernaba con puño de hierro, y casi todo en el país y en el castillo pasaba primero por él. Era la razón por la cual el imperio nunca dejaba de florecer, como el árbol más grande y viejo de un bosque. Sin embargo, solo hacía falta una podredumbre para corromper todas las raíces. Por eso, Adeline examinaba todo con una mirada fresca.
—Como desee, Su Gracia —dijo Stella, anotándolo rápidamente en su tableta para que otras personas lo recogieran para la Reina. Usualmente, ella siempre acompañaba a Adeline, nunca dejando el lado de la Reina incluso cuando había que cumplir una tarea.
Siendo la secretaria de la Reina, Stella tenía muchos subordinados. La pirámide de poder era grande y había muchos niveles.