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Una vez que el baile terminó, aún más gente se le acercó, pero esta vez para elogiar y deshacerse en halagos sobre sus pasos de baile o la forma en que su vestido ondeaba.
Eran incluso más cuidadosos con sus palabras, probablemente dándose cuenta de que el Rey estaba profundamente encaprichado por ella. Ninguno de sus cumplidos importaba, entraban por un oído y salían por el otro.
Adeline había sonreído cuando era necesario y reído cuando era imprescindible. La única vez que estaba en su forma más auténtica era cuando los Claymore venían a visitarla, con grandes sonrisas genuinas.
Los Marden no habían venido. Asher tampoco.
—Está bien, Addy, solo tengo cinco minutos para decirte esto —Lydia se giró en su asiento cuando nadie estaba mirando, especialmente sus padres. El Rey estaba ocupado con los gemelos y alguna embajada extranjera.