La boda pronto llegó. Los terrenos del castillo bullían con emoción y fervor. Cada sirviente trabajó arduamente y tomó una semana para que todo estuviera adecuadamente preparado. No hubo un solo momento en el que los pasillos estuvieran en silencio. Siempre había cuerpos ocupados haciendo su mejor esfuerzo para no correr en su afán por preparar todo.
El corazón de Adeline no podía dejar de acelerarse. Estaba siendo vestida por un puñado de rostros familiares, que eran las criadas en rotación. Era la misma rutina, pero quería hacer la mayoría de las cosas sola. Por ejemplo, bañarse por sí misma.
—Su Gracia, se ve tan hermosa… —Jenny dejó escapar, sus ojos se agrandaron al ver el estado de la Princesa. A pesar de que había sido parte del proceso, todavía no podía creer lo que veían sus ojos.