Adeline se hundió en la bañera, sumergiéndose completamente. Hizo todo lo posible por no mirar hacia su derecha, donde Elías había entrado a la ducha. Desviaba la mirada con frecuencia, pero sus ojos seguían vagando hacia atrás. Tragó en silencio, deseando que las burbujas del baño ocultaran el rubor de sus mejillas.
Debería haber sabido que el vidrio no era tan transparente como parecía. Una vez que él entró, el vidrio se volvió opaco y lleno de vaho, dificultando ver algo más que su silueta borrosa.
—¿Disfrutando allí? —comentó Elías sobre el sonido del agua corriente.
Adeline se hundió aún más en la bañera hasta que su barbilla quedó bajo el agua. Miró con enojo hacia las toallas colgadas muy, muy lejos de ella. ¿Cómo diablos iba a salir?
—¿Vas a quedarte ahí como un pez muerto? —bromeó él—. ¿Cómo vas a limpiarte de esa manera?
Adeline movió con cautela sus manos bajo el agua, limpiando sus brazos. Sabía lo que él quería ver.