Elías se dirigió de vuelta al castillo, sabiendo que su abuela probablemente deseaba que se cayera por las escaleras y se abriera el cráneo. Entró en su castillo y recorrió los pasillos, solo para ver a una persona familiar parada junto a las puertas de su estudio. Weston tenía un expediente en la mano y una mirada confusa en su rostro.
—¿Debería preocuparme de que hayas engendrado un hijo, Su Majestad? —preguntó Weston, entregando la carpeta a Elías.
Una prueba de paternidad que necesitaba un resultado rápido... Weston debatía la idea de acosar al Rey para obtener una respuesta.
—Eso fue rápido, como se esperaba de tu eficiencia. —Elías tomó la carpeta sin decir palabra y sacó el papel. Alzó una ceja al ver los resultados. Sin mirar de nuevo, colocó el papel de vuelta en la carpeta y se dirigió hacia la puerta.
—¡Su Majestad! —susurró Weston, persiguiendo al irritante Rey.
—Es tarde. Vete a casa.