—Ari —la llamó él, y ella se volvió para mirarlo.
Xavier frunció el ceño preocupado cuando vio su rostro pálido y labios secos.
—Ari, ¿qué te pasa? —preguntó al intentar tocarla, pero ella se alejó de él.
—Nada —dijo ella. Xavier la miró fijamente por un segundo, y sin previo aviso, tomó su mano y tocó su frente.
—Tienes fiebre —dijo él, y ella rápidamente retiró su mano de él.
—Lo sé, solo quiero conseguir unos medicamentos en la farmacia.
—Déjame llevarte —ofreció Xavier, y ella negó con la cabeza—. Puedo conducir yo misma.
—Maria, estás enferma. ¿No puedes dejar de ser terca ahora? —él regañó y Ari se tranquilizó al instante. Al verla tranquila, tomó su mano y la llevó a su coche; abriendo el asiento del pasajero para ella.
El viaje al hospital fue silencioso, ya que nadie dijo una palabra. Cuando llegaron al hospital, llevaron a Ari a hacer pruebas mientras Xavier esperaba afuera por ella.
El médico salió y habló brevemente con él antes de dejarlo entrar a su sala.