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—Tenía unas cuantas heridas en las muñecas y los codos, principalmente de estar atada con cuerdas fuertes; y los huesos de sus extremidades estaban lesionados, pero hemos hecho todo lo posible por arreglarlo, no se vieron otras lesiones graves.
El doctor terminó y la cabeza de Nicklaus cayó.
—¿Puedo verla ahora? —preguntó él y el doctor asintió—. Claro, pero primero la trasladaremos a la sala, aún está dormida, pero creo que despertará en unas horas.
Nicklaus asintió, y el doctor pasó de largo. Un suspiro abandonó sus labios mientras sus ojos volvían a la sala de emergencias.
Tiana yacía tranquila como un bebé cuando él entró; su garganta se apretó al acercarse a su cama. Sus muñecas y sus rodillas estaban envueltas en una venda blanca; y su rostro lucía tan pálido. Mirarla acostada en la cama le hacía sentir terrible; por un momento, observarla le dolía los ojos.
Se acercó al lado de la cama y se sentó en el sofá junto a ella, observándola atentamente.