Gu Weiwei se mordió los labios, levantó la vista hacia él y murmuró:
—¿No puedes hacerlo tú mismo?
—Es el placer del intercambio —rió entre dientes Fu Hanzheng—. Él la había desnudado y, como intercambio, ella debería hacer algo a cambio.
Gu Weiwei bajó la cabeza, extendió la mano hacia su cinturón y lo desabrochó tras una larga lucha.
El atardecer cayó y los teléfonos y móviles no paraban de sonar en el estudio, pero nada de eso causaba ninguna perturbación a la pareja enredada en la habitación.
El calor de la piel contra piel los hizo temblar y jadear sin aliento.
Fu Hanzheng procedió suavemente con los preliminares y con cuidado trató de penetrarla mientras la besaba simultáneamente.
—¡Oh! —exclamó Gu Weiwei y frunció el ceño al instante—. Su tamaño no era algo que ella pudiera aceptar tan fácilmente.
No era su primera vez haciéndolo, pero aun así dolía mucho.