—Qué coincidencia, yo también —Yan Jinyi sonrió con suficiencia y continuó—. Además, me gusta adelantarme a los demás también.
Zhuang Heng de repente tuvo un mal presentimiento, y antes de que pudiera decir algo, un dolor agudo vino abruptamente desde la parte trasera de su pie.
—¡Ah!
La pierna entera de Zhuang Heng se entumeció debido al dolor. Miró hacia abajo y vio que había una marca hecha por el tacón de unos estiletes en la superficie de sus costosos zapatos de cuero.
—Belleza, no está bien ser tan violenta. Ten cuidado, podrías quedarte para vestir santos —señalando sus zapatos de cuero, Zhuang Heng continuó—. Pídeles disculpas.
—No es asunto tuyo si me quedo para vestir santos o no. ¿Acaso tú le pediste disculpas a mis zapatos primero?
Zhuang Heng levantó la vista hacia Yan Jinyi, sin parecer estar enojado lo más mínimo aunque ella le hubiera pisado.
En la opinión de Zhuang Heng, Yan Jinyi era como su fanática que intentaba llamar su atención.