Los ojos de Amelia se abrieron de par en par.
—¿Es la tía? —preguntó Amelia.
Elmer Stevens asintió.
Amelia estaba aún más confundida. Esta Tía Emily no era menor que ellos. No estaban relacionados. Helena pensó en el dinero que se había caído de la bolsa de Emily y dijo:
—Podría ser por el dinero.
Tenían que preguntarle a la propia Emily sobre esto.
Amelia levantó la mano y rompió las estelas conmemorativas, destruyendo completamente a este siniestro consagrador.
El pasillo se llenó de fantasmas de hombres, mujeres y niños. Todos miraban a Amelia en silencio. Observaron cómo quemaba cuatro rostros y destruía cuatro estelas conmemorativas. Las lágrimas de alguien eran lodosas.
—Muere… Muere… —Un fuerte odio estalló de sus ojos.
Amelia les hizo señas.
—Vamos. ¡Que tengan un buen viaje! —Los fantasmas se fueron uno tras otro. Quizás finalmente habían visto su venganza, o quizás finalmente habían resuelto sus preocupaciones y ya no tenían razón para quedarse aquí.