Emily se quedó sin palabras.
Todos contuvieron su risa. Mia aún era una niña. Era tan bueno ser niño. ¡Podía decir lo que quisiera!
El Sr. Smith sonrió. —Señorita Emily, como dice el dicho, a los perros no les importa que sus familias sean pobres, y a los niños no les importa que sus madres sean feas. Los antecedentes familiares no se pueden comparar. Nuestra Anciana Señora todavía tiene cosas que hacer más tarde. La llevaré de vuelta primero.
Emily se veía incómoda. Se mordió el labio y dijo con el rostro pálido, —Estaba equivocada… No debería haber venido. Les he molestado. Merezco morir. Lo siento... —Dicho esto, miró a Jorge con lágrimas en los ojos. Como un conejo asustado, rápidamente bajó la cabeza. —Hermano Jorge, señora Walton, lo siento por hacerles odiarme...
