—… De ninguna manera. ¿Fue realmente una coincidencia? ¡El mundo era tan grande y ese compañero de espadas de juego era realmente él! Harper se sintió como si lo hubieran golpeado con un rayo y se quedó paralizado.
Amelia agradeció a la tía y al tío fantasma y los despidió. Después de verlos flotar hacia el cielo, le dijo a Harper, —Está bien, Hermano, vamos a la habitación de al lado a mirar. La tía fantasma acababa de decir que no había nadie en la habitación de al lado ahora.
—Harper estaba aterrorizado. —¿Por qué no lo olvidamos...
Amelia preguntó con curiosidad, —Hermano, has estado extraño desde que entraste. ¿Qué te pasa?
—Los ojos de Harper titilaban, pero al final, confesó, —Cuando estaba afuera hace un momento, la puerta de la habitación contigua se abrió.
—Los ojos de Amelia se abrieron mucho. —¿Por qué no dijiste eso antes?