Desde el punto de vista de Helena, la niña la miraba con la cabeza inclinada. Su rostro era claro y regordete. No era gorda como tal, sino que tenía un poco de gordura infantil. Sus ojos eran grandes y oscuros, y sus pestañas rizadas. Tenía dos pequeñas trenzas. El cabello suelto en su frente estaba sujeto con un clip para el cabello de conejito blanco, revelando su frente completa y redonda.
En un instante, Helena quedó atónita. Algo pareció pasar fugazmente, pero su mente estaba vacía y todavía no podía recordar nada. Sintió un dolor en el corazón y el impulso de abrazar a la niña frente a ella.
Helena se recuperó y dijo, —Entiendo. ¿Brindamos?
Amelia levantó inmediatamente su helado. —¡Salud!
Elmer levantó la vista. ¿Se podía brindar con helado? Con una mirada, se levantó del lecho de flores, ¡y sus ojos casi se le caen al suelo!
—¡Mierda, mierda! —Elmer no pudo mantener la calma y maldijo.