La impotencia y el consentimiento se reflejaron en los ojos de Elmer Stevens. Había dicho tanto, ¿pero su discípulo le escuchaba? Pero no tenía elección. Solo podía consentir a su discípulo.
Elmer Stevens trajo a Amelia y observó al fantasma femenino que se abrazaba la cabeza.
El fantasma femenino se abrazaba la cabeza y estaba aterrorizado. —¡No, no te acerques!
Amelia recordó las escenas que había visto en los dramas televisivos e imitó una sonrisa siniestra. —Jeje, grita. ¡Nadie te salvará aunque grites hasta quedarte sin voz!
Elmer Stevens: "…"
Alex y Jorge no sabían qué decir.
Alex estaba confundido y no sabía qué decir. ¿Con quién estaba hablando su hija? No pudo evitar preguntarle a William en voz baja, —¿Con quién está hablando Mia?
Jorge también miró a William.