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Chapter 56 - La batalla de los lideres

Una vez comenzó el contraataque del País de los Exiliados, la guerra se desarrolló de una manera inesperada. Aunque se enfrentaban a un poderoso semirreino, este país contaba con uno de los mejores estrategas: Lewis, y con alguien que conocía los puntos débiles del semirreino militar.

La batalla duró una semana desde el día del ataque. Este día fue esperado con ansias por muchos —o mejor dicho, por todos los exiliados—, ya que era el glorioso día en que el Overlord aparecería. El Reino Esquizo no quedaba tan cerca del País de los Exiliados; no obstante, la demora no se debía a la distancia, sino a que el Overlord se había recluido en un lugar muy lejano para entrenar.

La noticia aún no le había llegado, según los rumores. Y cuando la gente se enteró de los motivos por los cuales no había venido, se entusiasmaron tanto que comenzaron a sumarse a las fuerzas de defensa incluso los civiles, generando una cantidad de alistados sin precedentes.

Nunca habían perdido la esperanza de que el Overlord llegaría, pero jamás imaginaron que, aun en una guerra que no era suya, él decidiría pelearla.

—No entrarás ni tú ni tu gente al País de los Exiliados, y de ninguna manera pondrás un dedo encima a los clandestinos de tu tierra.

Fueron las palabras de ese ser maravilloso.

Por otro lado, el ejército del semirreino militar fue reunido por aquel robot, Roblox, y marcharon directamente hacia la ciudad principal, donde se encontraba Lewis Carroll. Esto fue posible gracias a que el robot abrió paso a su ejército, y ahora estaban justo al frente de todas las filas del ejército del País de los Exiliados.

Lewis Carroll estaba sentado en una silla de gran majestuosidad, cubierta de oro. Al igual que cada parte de su cuerpo, llevaba un colgante y piercings dorados. No llevaba camisa, y su silla se encontraba sobre un gran muro de tierra que se extendía en forma de escalera, como si invitara a los enemigos a escalarla para hablar con él. Pero, en realidad, no era así: cualquiera que se acercara a la escalera sería atacado por su gran ejército.

Uno de los subordinados de Lewis le entregó un megáfono. Entonces dijo:

—Mejor ríndete, Roblox. Te superamos en número. Hay barreras antimagnesio por todas partes. Eso sin mencionar que estás frente a alguien que no ha perdido ni una sola batalla.

Roblox amplificó su voz varias veces. Cuando sus palabras salieron, provocaron un escalofrío en el ejército de Lewis, incluso con los números a su favor.

—¿Crees superarme?

El ejército de Lewis Carroll era de 250 millones, mientras que el de Roblox apenas contaba con 300 mil personas. No obstante, la voz autoritaria de aquel robot era como la de una bestia salvaje que acorrala a su presa... y no al revés.

—Por más fuerte que seas, no podrás con nuestros números. Ríndete y salva a tu gente —replicó Lewis.

Roblox miró sus manos por un breve instante.

—¿Gente...? —se preguntó en voz baja—. ¿Qué significan ellos para mí?

De pronto, dejó crecer sus espinas, y una emoción comenzó a invadirlo. Era el rechazo proveniente de su interior. Luego pasó a dolerle. Así es: Roblox tenía ganas de gritar. No obstante, él no estaba codificado para hacerlo. Solo para sentirlo.

Comenzó a sujetarse la cabeza con fuerza.

Lewis interpretó esto como debilidad, y le gritó:

—¡Arrodíllate ahora o sufre las consecuencias!

El dolor era tan fuerte que Roblox comenzó a apagarse y encenderse por microsegundos, hasta que su cuerpo se transformó en un espantoso vacío frío e inconmensurable.

Se volteó y vio a su gente, todos con la cabeza en alto.

—Tú podrás tener más números —dijo—, pero yo tengo...

¡Click clack!

—... verdaderos soldados, y...

¡Ssssss!

Los primeros treinta de sus filas se elevaron unos centímetros en el aire, despegando del suelo y mostrando así su autoridad en la naturaleza, y como mínimo, un Taikiken no Sora.

—¡Cultivadores!

Roblox sacó una espina de su brazo y la transformó en lanza. Luego la lanzó directamente a Lewis a una velocidad extremadamente rápida, superando con creces la velocidad del sonido.

Lewis tenía barreras a su alrededor, potenciadores de barreras también, además de su extensión de universo activada. No obstante, nada de eso cambió el curso de la espina-lanza.

No fue que Roblox hiciera algo mal, ni que los cálculos de el fueran erróneos. Solo se puede decir que Dios no estaba de su parte, porque la lanza no dio en el blanco: apenas lo rozó y se incrustó en la parte trasera de su silla, dejando una mancha de sangre en su rostro.

Esa fue la señal para que la guerra comenzara.

A este evento se lo conocería como la apertura de Los 10 Minutos, porque el 10% del ejército de Lewis Carroll fue aniquilado en menos de ese tiempo.

Así es: los 300 mil soldados, además de ser muy poderosos por sí mismos, contaban con compañeros que habían alcanzado hasta el Tercer Cielo de poder. Mataban sin piedad a quienes no tenían nada que hacer en una guerra donde personajes de leyenda podían arrebatar una vida con solo chasquear los dedos.

No fue hasta que llegó Celica y su grupo que lograron defenderse de los cultivadores.

Así comenzaba la batalla de los grandes.