El dolor fue lo primero que sintió. Una punzada aguda en el pecho que le cortó la respiración. Luego, todo se volvió negro. No había sonido, ni luz, ni sensación alguna. Sólo una abrumadora oscuridad y la consciencia de que algo estaba terriblemente mal.
Cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba en la tierra. Se encontraba en un vasto espacio vacío, donde el cielo era de un azul claro y el suelo parecía hecho de nubes esponjosas. A su alrededor, la nada se extendía en todas direcciones. Se puso de pie, con una sensación de irrealidad abrumadora, y miró a su alrededor, tratando de entender dónde estaba.
"¿Estoy muerto?", pensó, su mente aún tambaleándose por el impacto. No había dolor ahora, sólo una paz extraña y desconcertante.
"Sí, estás muerto", dijo una voz cálida y resonante. El joven se giró y vio a un anciano de aspecto sereno y venerable. Tenía una barba blanca que llegaba hasta su pecho y ojos que parecían contener siglos de sabiduría. Vestía una túnica sencilla, pero había una presencia majestuosa en su figura.
"¿Quién eres?", preguntó el joven, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.
"Soy Dios", respondió el anciano, su voz llena de una bondad infinita. "Y tú, joven, has sido traído aquí para una nueva oportunidad."
El joven se quedó sin palabras, tratando de procesar la magnitud de lo que estaba sucediendo. Recordaba haber estado caminando por la calle, y luego, el dolor en el pecho. Un ataque al corazón, supuso. Había sido repentino, sin advertencia. Pero ahora, estaba aquí, hablando con Dios.
"Una nueva oportunidad...", murmuró el joven, más para sí mismo que para su interlocutor. "¿Qué significa eso?"
Dios sonrió, una sonrisa que irradiaba comprensión y paciencia. "Has vivido una vida corta, pero en tus últimos momentos, tus deseos fueron escuchados. Este es tu momento para pedir una nueva vida, un nuevo comienzo. Puedes elegir las circunstancias de tu renacimiento."
El joven sintió una chispa de esperanza. Podía empezar de nuevo. Podía corregir los errores de su vida pasada, vivir sin remordimientos. Y en su corazón, un deseo comenzó a formarse. Siempre había soñado con mundos de fantasía, con magia y aventuras. Había pasado horas leyendo libros y jugando a juegos que le transportaban a esos lugares maravillosos.
"Quiero renacer en un mundo de fantasía", dijo finalmente, con una determinación renovada. "Quiero ser poderoso, tener la habilidad de cambiar mi destino y ayudar a otros."
Dios asintió, como si esperara esa respuesta. "Tu deseo es concedido. Renacerás en un mundo donde la magia y la aventura te esperan. Tendrás el máximo poder, pero recuerda, el poder conlleva responsabilidad. Deberás usarlo sabiamente."
El joven asintió, sintiendo una emoción creciente. "Gracias, Dios. Prometo usar mi poder para el bien."
Dios sonrió nuevamente, pero esta vez, había un destello de misterio en sus ojos. "Hay una cosa más que debes saber. No todos los detalles de tu renacimiento serán como los imaginas. Acepta el desafío con un corazón abierto y mente firme. Ahora, ve y vive tu nueva vida."
Antes de que el joven pudiera preguntar qué significaba eso, una luz brillante lo envolvió. Sintió como si estuviera siendo arrastrado a través de un túnel de luz, su cuerpo transformándose, su conciencia expandiéndose y contrayéndose al mismo tiempo. Era una sensación extraña y maravillosa, como si estuviera siendo creado de nuevo desde cero.
Y luego, la luz se desvaneció. Se encontró de pie en medio de un bosque, los árboles altos y majestuosos se alzaban a su alrededor, sus hojas susurrando con el viento. Miró a su alrededor, maravillado por la belleza del lugar. Este era el mundo de fantasía que siempre había soñado. Podía sentir el poder corriendo por sus venas, una fuerza increíble que esperaba ser utilizada.
Pero algo se sentía diferente. Miró hacia abajo y notó que su cuerpo había cambiado. Sus manos eran más pequeñas, su piel más suave. Se llevó una mano al pecho y sintió una suavidad inesperada. Con una mezcla de curiosidad y alarma, miró su reflejo en un charco cercano.
El rostro que le devolvió la mirada no era el suyo. Era el rostro de una joven, con ojos grandes y brillantes, y cabello largo y sedoso. La realización cayó sobre él como un rayo. Dios lo había advertido, pero no había comprendido completamente hasta ahora.
Había renacido como una mujer.
El impacto de esta revelación lo dejó atónito por un momento. En su vida anterior, siempre había sido un hombre, con todas las experiencias y expectativas que eso conllevaba. Ahora, tendría que enfrentarse a un mundo completamente nuevo no sólo con poderes mágicos, sino también con una nueva identidad.
Mientras luchaba por aceptar su nueva realidad, se dio cuenta de que este cambio podría ser una bendición disfrazada. Ser una mujer en un mundo dominado por hombres presentaba sus propios desafíos, pero también ofrecía oportunidades para desafiar y cambiar las normas establecidas.
"Si este es el desafío que Dios me ha dado, lo aceptaré", se dijo a sí misma con determinación. "Seré más fuerte, más sabia y más poderosa que nunca. Y usaré este poder para crear un mundo mejor."
Con una nueva resolución, Aria, como decidió llamarse, comenzó a explorar el bosque. Sabía que debía encontrar respuestas sobre su nuevo mundo y cómo usar sus habilidades. La aventura apenas comenzaba, y estaba lista para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Mientras caminaba por el sendero del bosque, sintió una mezcla de emoción y temor. Su vida pasada había terminado, pero una nueva y emocionante historia estaba por comenzar. Con cada paso, se adentraba más en su destino, preparada para aceptar el desafío y demostrar que, sin importar el género o los obstáculos, podía ser una fuerza imparable en este nuevo mundo.
La historia de Aria estaba apenas empezando, y con el máximo poder a su disposición, el futuro era suyo para moldear.