Aria caminaba por el bosque, tratando de procesar el torbellino de emociones y pensamientos que la abrumaban. Cada paso que daba sentía la tierra suave bajo sus pies descalzos, y el susurro de las hojas al viento era un recordatorio constante de la belleza de este nuevo mundo. Sin embargo, en su mente, una serie de preguntas se repetían una y otra vez: ¿Dónde estaba? ¿Cómo funcionaban sus nuevos poderes? ¿Qué debía hacer a continuación?
Tras caminar un rato, Aria se detuvo en un claro del bosque. A lo lejos, podía escuchar el murmullo de un arroyo. La serenidad del lugar le permitió calmarse y centrarse. Decidió que antes de aventurarse más lejos, debía entender mejor su situación y sus habilidades. Se sentó en el suelo y cerró los ojos, tratando de sentir el flujo de poder dentro de ella.
La magia, descubrió, no era solo un concepto abstracto. Podía sentirla como una corriente cálida que fluía por su cuerpo, lista para ser canalizada. Recordando las historias y juegos de su vida anterior, intentó convocar un simple hechizo de luz. Con una concentración firme, levantó una mano y murmuró unas palabras que parecían salirle de manera natural.
Para su sorpresa y alegría, una pequeña esfera de luz se materializó sobre su palma, iluminando el claro del bosque con un resplandor suave y cálido. La emoción de ese primer éxito la llenó de esperanza. Si podía hacer esto, ¿qué más sería capaz de lograr?
Pasó el resto de la mañana practicando otros hechizos simples, como encender fuego, crear agua y mover objetos pequeños. Cada intento la hacía sentir más segura de sí misma y de sus habilidades. Pero también sabía que estos eran solo los rudimentos de la magia; el verdadero desafío vendría al enfrentarse a situaciones más complejas y peligrosas.
Con el estómago rugiendo de hambre, decidió que era hora de encontrar algo de comer. Se levantó y siguió el sonido del arroyo hasta llegar a un río cristalino que serpenteaba entre los árboles. En sus orillas, encontró una variedad de frutas silvestres que recogió con cuidado. Mientras comía, su mente volvía a la advertencia de Dios sobre el desafío de su nuevo género.
"Ser una mujer en este mundo será difícil", pensó, mirando su reflejo en el agua del río. "Pero no soy débil. Usaré este poder y mi determinación para demostrar que soy igual de capaz."
Después de saciar su hambre, decidió seguir el curso del río, esperando encontrar un pueblo o algún signo de civilización. No tardó mucho en escuchar el ruido de voces y el sonido metálico de herramientas trabajando. Se escondió entre los árboles y observó desde una distancia segura.
A través del follaje, vio un pequeño pueblo con casas de madera y piedra, rodeado de campos cultivados. Los aldeanos parecían ocupados en sus tareas diarias, pero lo que llamó su atención fue un grupo de hombres armados que patrullaban la entrada del pueblo. La vista de las armas le recordó que, aunque este mundo era hermoso, también podía ser peligroso.
Aria se tomó un momento para decidir su enfoque. Sabía que necesitaría una identidad y una historia creíble para evitar sospechas. Recordó las historias de viajeros y aventureros que había leído y decidió presentarse como una viajera en busca de conocimientos y nuevas experiencias.
Ajustó su ropa y caminó hacia la entrada del pueblo con confianza. Los guardias la miraron con desconfianza, pero ella les sonrió amablemente.
"Buenos días," dijo, tratando de parecer despreocupada. "Soy una viajera y he llegado a su hermoso pueblo buscando descanso y tal vez un poco de información sobre la región. ¿Podrían indicarme dónde podría encontrar una posada?"
Los guardias intercambiaron miradas, pero uno de ellos, un hombre mayor con una barba gris, finalmente asintió. "La posada está al final de la calle principal, junto a la plaza del pueblo. No estamos acostumbrados a ver viajeros por aquí, pero mientras no causes problemas, eres bienvenida."
Aria agradeció y siguió las indicaciones, sintiendo los ojos de los aldeanos sobre ella mientras caminaba. La posada era una construcción modesta pero acogedora, con un letrero que decía "La Jarra Dorada". Entró y se encontró en una sala común con varias mesas y una chimenea que ardía alegremente.
La posadera, una mujer robusta de mediana edad con una sonrisa amable, la recibió. "Bienvenida, viajera. ¿Buscas una habitación o algo para comer?"
"Ambas cosas, si es posible," respondió Aria, aliviada por la amabilidad de la mujer.
Mientras la posadera la conducía a una pequeña pero cómoda habitación en el piso superior, Aria aprovechó para hacer algunas preguntas sobre el pueblo y sus alrededores. Aprendió que el pueblo se llamaba Riverwood y que estaba bajo la protección de un señor feudal local, Lord Brennar, cuyo castillo se erigía en una colina cercana. También supo que la región estaba en relativa paz, aunque había rumores de bandidos y criaturas peligrosas en los bosques más profundos.
Después de instalarse en su habitación, Aria bajó a la sala común para comer. Mientras esperaba su comida, observó a los otros clientes y trató de captar fragmentos de conversaciones que pudieran ser útiles. La mayoría hablaban de asuntos cotidianos, pero una discusión cerca de la chimenea captó su atención.
"Dicen que una poderosa hechicera ha sido vista en las montañas del norte," decía un hombre con una cicatriz en la mejilla. "Algunos creen que está buscando un artefacto antiguo."
"Bah, historias para asustar a los niños," respondió su compañero, un hombre más joven y robusto. "Pero si es verdad, podría ser peligroso. Los hechiceros siempre traen problemas."
Aria tomó nota de esto. Si había otros usuarios de magia en el área, podría ser tanto una amenaza como una oportunidad para aprender más sobre sus propias habilidades.
Mientras comía, pensó en su próximo movimiento. Necesitaba obtener más información sobre el mundo y sus costumbres, y la mejor manera de hacerlo era integrándose en la comunidad. Decidió ofrecer sus servicios como curandera y hechicera, esperando que sus habilidades la hicieran útil y aceptada por los aldeanos.
Al día siguiente, comenzó a explorar el pueblo y a hablar con los residentes, ofreciendo ayuda donde podía. Su conocimiento básico de curación y magia menor pronto atrajo la atención de los aldeanos, y pronto se encontró atendiendo pequeñas heridas y ayudando con problemas cotidianos.
Con el tiempo, su reputación creció, y la gente comenzó a verla no solo como una extraña, sino como una valiosa aliada. Esto le dio acceso a más información y la posibilidad de establecer relaciones que podrían ser cruciales en el futuro.
Una tarde, mientras ayudaba a reparar una cerca, fue abordada por un joven con una expresión ansiosa. "Señorita Aria, mi hermana está muy enferma. Ninguno de los remedios que conocemos ha funcionado. ¿Podrías venir a verla?"
Aria asintió de inmediato, recogiendo sus cosas y siguiendo al joven hasta su casa. Allí, encontró a una niña acostada en una cama, pálida y febril. Usando sus poderes curativos, Aria concentró su energía en la niña, recitando un hechizo suave y tranquilizador.
Para su alivio, la fiebre comenzó a disminuir y la color volvió al rostro de la niña. La familia la miraba con gratitud y asombro. "No sé cómo agradecerte," dijo la madre de la niña, con lágrimas en los ojos.
"No es necesario agradecerme," respondió Aria, sonriendo. "Estoy aquí para ayudar."
Esa noche, mientras regresaba a la posada, se dio cuenta de que había comenzado a encontrar su lugar en este nuevo mundo. La gente empezaba a confiar en ella, y estaba aprendiendo más sobre sus propias capacidades y el entorno en el que se encontraba.
Sin embargo, sabía que aún había muchos desafíos por delante. El viaje apenas comenzaba, y con cada día, el destino de Aria en este mundo de fantasía se volvía más claro. Estaba lista para enfrentar cualquier obstáculo, aprender nuevas habilidades y, sobre todo, usar su poder para hacer una diferencia significativa.
Mientras se preparaba para dormir, su mente volvió a la advertencia de Dios. Aceptar su nueva identidad y superar los desafíos que venían con ella no sería fácil, pero estaba decidida a demostrar que podía hacerlo. Con una última mirada a la luna llena que brillaba en el cielo, Aria cerró los ojos, preparada para el siguiente capítulo de su aventura.