Rafael pensó que tal vez se lo estaba imaginando. Pero no. Allí estaba ella.
Era ella.
Con un ceño fruncido, caminó hacia el pasillo donde ella estaba de pie con ese chico. Al verlo acercarse, se pegó más al chico, haciendo hervir la sangre de Rafael.
La mirada de Rafael se desvió hacia donde se estaban sujetando la mano fuertemente, sus orejas se habían vuelto rosadas como si los hubieran atrapado haciendo alguna travesura.
—¿Qué haces aquí? —La chica parecía sorprendida por la extraña pregunta pero mantuvo la mirada baja.
—Estamos aquí para jugar fútbol —el chico, que ahora la sostenía como si su vida dependiera de ello, respondió audazmente a su pregunta tonta.
Rafael sintió ganas de abofetearlo. Quería que el chico le quitara las manos de encima a ella.
Si hubiera sido una pareja cualquiera, podría haber sonreído pensando que tramaban algo. Pero, NO era una pareja cualquiera.
Ninguno de los dos hizo ningún movimiento para soltarse.