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—Umm hmm —sonrió él con suficiencia—. Entonces ven y tómalo.
Marissa lo encaró con una mirada confiada y se acercó a él.
—¿Solo porque eres el Presidente de una multinacional piensas que eso te da derecho a jugar conmigo? —acercó su rostro al de él—. Tengo noticias para ti, Señor Sinclair. No soy un juguete con el que puedas jugar... cada vez que lo desees y luego desecharlo —apretó los labios en una línea delgada, lo examinó bien de su rostro apuesto que se había vuelto serio.
—Solo deja que se te meta en la cabeza. Nunca te rogaré por nada, Señor Sinclair —susurró ella cerca de su rostro—. Mejor ponlo en mi mano si quieres que la mejor organizadora de eventos de Ciudad de Kanderton haga tu evento inolvidable para ti —con eso, extendió sus palmas frente a los ojos de él.
Sus ojos mantuvieron el enfoque en su rostro. Ella podía ver el dolor ahí, pero no sabía si era legítimo o solo otra artimaña para ganar su atención.
Marissa gesticuló hacia su palma con sus ojos.