—Te esperaba, pequeña Greene —Marissa le lanzó una mirada fulminante cuando lo escuchó.
—¿Pequeña Greene? —arqueó una ceja—. Señor Sinclair, ¿no es un poco poco profesional llamar a su empleada con sobrenombres tan baratos? —dijo con una sonrisa segura intentando mantener la fachada ante sus ojos.
Él todavía sonreía apoyado hacia atrás en su asiento. Su insulto no pudo hacerle mella alguna.
—Lo siento —susurró—, entonces, ¿cómo debería llamarte? —sus ojos brillaban—. ¿Fresa? —Marissa sintió que su rostro se calentaba.
Gracias a Dios, no estaba parado cerca de ella, de lo contrario podría haberle dado una bofetada en la cara. ¡Qué hombre tan desvergonzado era!
—Si así es como planea hacer negocios, entonces puedo considerar renunciar, señor. —La pequeña sonrisa en su rostro desapareció ante su amenaza y él sabía que no era una amenaza vacía.