—Felicitaciones, no puedo creer que estés hoy como portada en la revista más prestigiosa del mundo —Patricio toma la revista en sus manos y suspira—. Déjame decirte que me contaba dentro de las personas que no daban un dólar por ti —manifiesta Sarah. Él sonríe y viaja en su mente al día en que su vida cambió.
…3 años atrás…
El semblante pálido y apesadumbrado del joven, de 25 años, muestra su incertidumbre ante la vida.
—Te lo dije mil veces, que vendieras la editorial, que redujeras el personal del castillo, pero no escuchas y ahí tienes las consecuencias — vocifera el abogado de la familia. Mientras, Patricio deja caer su cuerpo sobre el sillón y toma su rostro con las dos manos. Siempre pensó que las finanzas estaban mejorando, le a inyectado tanto dinero al negocio familiar.
—¿Qué voy a hacer ahora? —pregunta sin levantar la cabeza, sintiendo el aire pesado y costándole respirar.
—Como primera medida, lo que haremos es desalojar el castillo; lo colocaremos en venta y con el dinero que se reciba pagaremos los impuestos y los empleados. Mientras tanto, te mudarás a una casa o a uno de los apartamentos que todavía posees —expresq Arnold sin vacilar.
—Padrino, ¿pero cómo voy a dejar a tantas personas sin trabajo? Además, mis libros ocupan demasiado espacio —mira alrededor, tiene una biblioteca con más de doscientos mil ejemplares y en la sede de la editorial ya no cabe un libro más.
—¿No sé qué sucede contigo, Patricio? Estás al borde del precipicio y no logras comprender que esto ya no es una opción, sino una necesidad. Sí, en el instante en que la editorial comenzó a generar pérdidas, me hubieras hecho caso de venderla; sin embargo, lo único que hiciste fue aferrarte a un muerto… Y en el castillo las cosas no son diferentes, gran parte de los empleados ya están pensionados, pero, aun así, los sigues manteniendo… Esto parece más un ancianato.
—Son personas a las que les tengo una enorme gratitud, fueron trabajadores de mis padres.
—No los estás dejando desamparados, tienen su pensión, el salario que quizás durante muchos años debieron ahorrar o invertir, además de las liquidaciones que tendrás que pagarles, las cuales no son cualquier centavo… Así que deja de creerte la madre Teresa de Calcuta, quítate cargas de encima, ya que eres demasiado blando y cada día pierdes más dinero… Espero que cuando estés en la calle te tiren al menos una moneda… Definitivamente, te quedaron grandes los zapatos de tu padre—. Patricio respira profundamente, su padrino tiene el poder para hacerlo sentir insignificante.
Esas personas que están allí en el castillo sirviéndole para él no son solo empleados, son su familia, los únicos que se preocupan por lo que pasa con su vida y no lo juzgan. Sin embargo, no puede negar que tiene razón; sus salarios son altos y cuentan con el pago de su jubilación, pero no quiere dejarlos ir.
—Pienso que es mejor vender las casas y apartamentos que hay para así poder conservar el castillo—. Patricio presenta la sugerencia.
—Porque no razonas y explotas un poquito la inteligencia que tienes, este sitio genera demasiados impuestos, además de una carga prestacional muy alta. ¡O vende de una vez la maldita editorial! ¡Y quédate con tu geriátrico!—. Grita Arnold mostrando su enojo y sintiendo que es un caso perdido. Patricio hace silencio y piensa, «el legado de sus padres, poco a poco se ha ido esfumando, hace tres años, fue la colección de automóviles de la cual tan solo conservo dos». La editorial que heredó y se ha empeñado en mantener a flote, únicamente genera gastos y pérdidas, Ahora debe salir del castillo, de las personas que quiere y de sus preciadas obras. Ha sido un pésimo administrador del dinero.
—¿Estás seguro de que no tengo otra alternativa? —cuestiona Patricio, mientras observa a Arnold Becker. Su padrino y abogado, es un hombre elegante, refinado y pulcro de casi cincuenta años, robusto, ojos claros, quien mide aproximadamente 1.90 y su cabello negro. Su rostro solo muestra enojo.
—La otra posibilidad sería que te cases, que formes una familia para poder descongelar el fideicomiso que dejaron tus padres. Pero … Eso es algo que veo más lejos… Ya que no puede ser cualquier mujer, además debes cumplir con las cláusulas… — tres años de casado y un hijo. —Sus padres murieron en un accidente aéreo cuando tenía tan solamente 17 años.
Los señores Reimann parecía que tenían todo previsto por si algún día morían inesperadamente. Su único hijo y heredero tenía, aparentemente, una vida asegurada, dinero en cuentas bancarias, casas, un castillo enorme, su colección de automóviles y un negocio próspero. Además, un fideicomiso del cual podía tomar posesión tres años después de casarse y haber tenido un hijo, pero en caso de separación, este pasaría automáticamente a su hijo o hija. La otra opción es esperar a cumplir los 33 años para poder usarlo sin necesidad de una esposa.
Patricio recuerda que su asistente, a la cual no conoce, con la que nunca ha hablado la semana pasada, le hizo llegar una propuesta para asociarse con una inversionista extranjera. Esa es la solución que necesita, de esa manera podrá mantener a flote su legado y no salir de su hogar, aunque sí deberá reducir el personal.
—Padrino, dame un par de días, quizás haya otra solución.
—¿Dime en qué estás pensando? — Arnold lo cuestiona.
— Mi asistente, me envió la semana pasada una propuesta para asociarme, le solicitaré que prepare una reunión. —Arnold lo mira dibujando en sus labios una pequeña sonrisa.
—Dos días, ahijado y recuerda que todo lo hago por el inmenso cariño que te tengo y les tenía a tus padres.
—Lo sé… Gracias —Arnold sale dejándolo solo. Patricio piensa en enviarle el correo a su asistente para que programe la reunión lo antes posible, pero decide que lo mejor es que vaya personalmente ante la premura de concretar ese negocio.
Lleva más de 7 años sin pisar ese lugar, aunque lo ama, le trae recuerdos con los cuales no se ha sentido preparado para enfrentar.
—El ratón ha entrado en la jaula…