Desde el exterior, el restaurante de barbacoa parecía tranquilo, pero su característico olor ya se esparcía por las calles. Era tarde en la noche, y la luna iluminaba las ventanas, dándole un brillo nocturno al lugar.
Las paredes de madera, viejas, pero bien cuidadas, y los paneles de papel al estilo japonés daban una sensación de hogar acogedor. Desde fuera, se podía ver el letrero pintado a mano que indicaba que era un local tradicional, conocido por generaciones.
Dentro, el ambiente era familiar y sencillo. Los clientes estaban sentados en mesas de baja altura, con un espacio debajo para acomodar sus pies cómodamente, como si estuvieran en sillas invisibles.
El aire estaba impregnado con el olor delicioso de la carne asándose. En la mesa del Ino-Shika-Chou, una parrilla integrada en el centro chisporroteaba con jugosos trozos de carne que se cocinaban al punto perfecto.
Chōji, atento como siempre, los vigilaba con cuidado, y justo cuando los pedazos alcanzaban el color ideal, los recogía con los palillos, asegurándose de que no se pasaran de cocción.
Chōji no tardó en llevarse uno de esos trozos a la boca, cerrando los ojos con placer, pero antes de poder disfrutarlo por completo, Ino soltó un largo y exasperado suspiro, dejándose caer un poco hacia atrás, y poniendo los ojos en blanco.
— ¡Chōji! — Se quejó, casi exclamando. — ¡¿No habías desayunado carne en tu SEGUNDO desayuno?! ¡No entiendo para qué insististe tanto en venir a cenar lo mismo!
Chōji, masticando con calma, solo encogió los hombros, restándole importancia.
— Pero esta es diferente. —Dijo entre bocados. — La de la mañana no era tan buena.
Ino lo fulminó con la mirada, como si no pudiera creer que esa fuera su excusa.
— Es obvio que Shikamaru y Yo pagaremos una parte, te sale más barato. — Ella dice entre dientes. —
Pero antes de continuar, lanzó una mirada a Shikamaru, que se mantenía en silencio. Mientras ellos discutían, él apenas prestaba atención. Con una mano, agarraba un pequeño trozo de carne de la parrilla, y con la otra, sacó un pequeño cuaderno de bolsillo que había estado guardando en su chaleco.
De inmediato, el ambiente cambió. Ino y Chōji se quedaron en silencio, mirándose el uno al otro brevemente, antes de girar su atención a Shikamaru.
Una ligera preocupación cruzó por sus rostros, como si ambos ya supieran qué significaba ese cuaderno, qué representaba el hecho de que lo hubiera sacado en ese momento.
Chōji dejó los palillos a un lado, y aunque su apetito seguía intacto, su atención se centró en Shikamaru. Ino, con los brazos cruzados, lo observaba con una mezcla de curiosidad y cautela.
Shikamaru hojeó algunas páginas sin levantar la vista, su expresión tranquila pero profunda. El crujido leve de las páginas moviéndose fue lo único que rompió el silencio incómodo que ahora envolvía la mesa.
Ino observaba a Shikamaru en silencio durante unos segundos antes de llamarlo con voz suave.
— Shikamaru... — Dijo, con una mezcla de cautela y preocupación. —
Shikamaru, sin levantar la cabeza del cuaderno, hizo un leve sonido, una especie de murmullo que indicaba que la había escuchado, pero no interrumpió lo que estaba haciendo.
— Quizás no es una buena idea sacar eso aquí. — Continuó Ino, inclinándose ligeramente hacia él, como si quisiera ser discreta sin dejar de expresar su inquietud. —
Chōji, que había estado observando en silencio, intentó hacerle una señal con la mano a Ino, un gesto sutil para que lo dejara pasar.
Pero antes de que pudiera insistir, Shikamaru habló, sin apartar la vista del cuaderno.
— De todas formas... los civiles ya están preocupados. Incluso si no lo dicen en voz alta, saben que algo anda mal. — Pausó por un segundo y cerró los ojos como si estuviera reflexionando profundamente. — Ninguno de ellos podría imaginarse lo que en verdad pasa. Nadie sospecha que un viaje en el tiempo está involucrado.
Ino frunció el ceño, su cautela incrementando con cada palabra de Shikamaru.
En su mente, volvía a recordar cómo ese mismo libro que ahora Shikamaru tenía entre manos, había sido entregado esa misma mañana por la Hokage a cada equipo.
No era un cuaderno cualquiera, sino una guía crucial, una medida de emergencia. A pesar de que ya todos en el equipo de Shikamaru eran Chunin, las instrucciones fueron claras: uno por equipo.
Solo los líderes debían tener acceso a él, incluso si las misiones eran individuales.
Lo que Shikamaru no sabía (O tal vez no del todo) es que el libro había sido una idea conjunta de la Hokage, Tsunade-sama, y los refugiados que ahora habitaban en la Torre Hokage.
Dentro de ese cuaderno se encontraba información clave: los lugares en los que se sabía que el Pergamino Prohibido había sido activado, lugares que serían esenciales para estar preparados.
No solo contenía mapas y localizaciones, sino también datos sobre el tipo de personas que podrían encontrarse en esas áreas y sus cercanías.
Aparentemente, el pergamino no solo era un artefacto peligroso en sí mismo, sino que su poder había sido fragmentado, lo que lo hacía aún más letal.
La posibilidad de su uso en distintas partes del País del Fuego representaba una amenaza en expansión, algo que Shikamaru encontraba difícil de asimilar.
— Es increíble... — Murmuró Shikamaru finalmente. — La cantidad de aldeas pequeñas que colaboraron en esto. Hay nombres que ni siquiera existen en el presente... aldeas que no están.
Ino, que también sabía lo delicado de la situación, asintió, pero mantuvo su tono cauteloso.
— Tsunade-sama nos advirtió que, como el futuro del que vienen esas personas ya no existe, no pueden darnos información detallada. Sería inútil, en su opinión. — Añadió. — Solo nos dieron los nombres de las aldeas que existirán y sus ubicaciones aproximadas... para tener una guía en la búsqueda de sobrevivientes y.... en caso de cuarentena.
Chōji, que había estado callado, intervino con un comentario más práctico, pero lleno de preocupación.
— Tsunade-sama quiere poner esos lugares en cuarentena... por recomendación de una de las refugiadas, una científica, si no me equivoco. Dice que no pueden arriesgarse a que haya alguna enfermedad desconocida que no sepamos cómo tratar.
Shikamaru dejó escapar un suspiro largo y pesado, cerrando el cuaderno de golpe y dejando que el eco de sus palabras llenara el espacio.
Sus ojos, aunque abiertos, parecían apagados, como si el peso de todo lo que habían discutido lo estuviera aplastando poco a poco.
Había una tristeza silenciosa en su expresión, una mezcla de preocupación y resignación que no solía mostrar tan abiertamente.
— Incluso si logramos resolver todo esto. — Murmuró. — Hidan sigue suelto.
El nombre de Hidan cayó como una losa sobre la mesa, el peso de esa amenaza siempre presente rondando en sus pensamientos. Shikamaru sabía que, mientras Hidan estuviera ahí afuera, todo era incierto.
Y la posibilidad de que Akatsuki descubriera la verdad detrás del brillo de la luna, la noche en la que intentaron adentrarse en Konoha... era algo que lo mantenía inquieto, temiendo lo que podría suceder si esa información llegaba a las manos equivocadas.
Se quedó en silencio, mirando la nada, sumido en pensamientos oscuros, mientras el olor de la carne seguía llenando el ambiente, una distracción leve en medio de las preocupaciones mucho más grandes que los rodeaban.
Ino, con su mirada todavía fija en Shikamaru, decidió hablar con cuidado.
— Sabes que lo mejor sería seguir lo que dice la Hokage... y lo que dijeron nuestros padres, sobre quedarnos en la aldea por ahora. — Dijo, con una voz suave pero firme. La preocupación era evidente en sus palabras. —
Shikamaru suspiró, con un deje de amargura en su tono mientras respondía.
— Lo sé, Ino. No soy tan tonto como para irme y dejar a Kurenai-sensei en una aldea llena de gente sospechosa. — Su expresión se endureció un poco, reflejando el peso de la situación que lo rodeaba. —
Hubo un ligero silencio entre ellos, como si todos estuvieran procesando las palabras de Shikamaru. Fue entonces cuando Chōji, casi en un murmullo, rompió el silencio.
— Pero... solo son niños, ¿No?
La curiosidad se apoderó de Ino y Shikamaru, quienes intercambiaron miradas rápidas antes de volverse hacia Chōji, que parecía inmerso en sus propios pensamientos. Sorprendentemente, la carne en la parrilla comenzó a quemarse, algo poco común en él, pero estaba demasiado ensimismado para notarlo.
— Niños que vivieron un cataclismo. — Continuó Chōji, como si estuviera pensando en voz alta. — No tienen padres... están solos en una aldea que antes los protegía, pero que ahora los mira con desconfianza. — Chōji parecía haber captado algo profundo, algo que lo afectaba más de lo que quería admitir. —
Shikamaru tragó saliva, notando el tono inusualmente serio de su amigo. Ino, con cautela, lo miró y decidió preguntar.
— Chōji... ¿Alguna vez los has visto?, A esos niños.
Chōji negó lentamente con la cabeza, apartando la vista de la carne ya quemada y fijándola en el centro de la mesa.
— No... No dejan entrar a nadie en la Torre Hokage a menos que Tsunade-sama lo ordene. Y esos niños... Nadie los ha visto, salvo los Anbu que los protegen. — Hizo una pausa, y sus hombros cayeron levemente. — Pero... me preocupa. Son solo niños, y no sé cómo sentirme. Sé que tengo que ser leal a mis amigos, a la aldea... pero no puedo evitar pensar en ellos. No puedo imaginarme lo que deben estar pasando.
Ino observó cómo Chōji, con un movimiento rápido, finalmente sacó la carne de la parrilla y la colocó en su plato. Sin embargo, estaba claramente quemada. Chōji se veía un poco sudado, y su expresión reflejaba una profunda inquietud.
Shikamaru, notando su preocupación, lo miró de frente.
— ¿Qué te inquieta, Chōji? — Preguntó con tono serio, pero no juzgador, tratando de entender lo que pasaba por la mente de su amigo. —
Chōji levantó la vista y se encontró con los ojos de Shikamaru. Después de un momento de duda, habló.
— ¿Estarán bien... esos niños?, No me imagino qué haría yo si estuviera en su lugar.
Shikamaru, aunque visiblemente serio, suavizó su tono. Había comprensión en su voz cuando respondió.
— No tienes que preocuparte demasiado por eso, Chōji. La Quinta dejó claro que no tiene intención de verlos como enemigos. Están bajo vigilancia, sí, pero eso es por su seguridad y la nuestra. No porque se los considere una amenaza.
Chōji asintió lentamente, aceptando las palabras de su amigo, aunque la preocupación aún no lo había abandonado del todo. Aun así, permaneció en silencio, dejando que el peso de la situación se asentara en el ambiente.
Sin embargo, Shikamaru volvió a hablar, esta vez con una sombra de duda en sus palabras.
— Hay algo que me resulta extraño, de todas formas. — Dijo, pensativo. — Esos refugiados... lo tenían todo planeado. Me pregunto si tienen algo más bajo la manga.
Ino y Chōji intercambiaron miradas confusas antes de volverse hacia Shikamaru, claramente intrigados.
— ¿Qué quieres decir? — Preguntó Ino, con cierta tensión en su voz. —
Shikamaru cerró los ojos por un momento, como si ordenara sus pensamientos antes de continuar.
— Si nos dieron estos cuadernos con las ubicaciones donde el Pergamino Prohibido fue activado, es porque planeaban salvar a las personas de esos lugares. Pero, ¿Y si afuera hay más personas involucradas en todo esto? — Hizo una pausa, abriendo los ojos lentamente. — ¿Y si hay ninjas que también están en el plan, pero fuera del conocimiento de los refugiados?
Ino frunció el ceño, y Chōji se removió incómodo en su asiento. La posibilidad de que hubiera más actores en juego, más personas con agendas ocultas, los inquietaba.
— ¿Crees que los refugiados nos están ocultando algo? — Preguntó Chōji, su preocupación evidente. —
Shikamaru negó con la cabeza, pero su expresión seguía siendo seria.
—No lo sé. Pero me preocupa que, si han sido capaces de planificar tanto, puede que haya otras piezas en el tablero que ni siquiera ellos conocen. Y si es así, eso significa que no solo estamos lidiando con sobrevivientes... sino con algo mucho más grande.
El ambiente en el restaurante se volvió pesado. El sonido del chisporroteo de la carne sobre la parrilla llenaba el espacio, pero ya no era suficiente para distraer a Ino y Chōji de la creciente tensión en el aire.
A pesar de que el calor de la parrilla proporcionaba una sensación de confort físico, la atmósfera estaba cargada de incertidumbre.
Ino miró con inquietud la carne que se cocinaba lentamente, los ojos entrecerrados como si intentara encontrar la manera de desviar la conversación hacia algo menos inquietante.
— Naruto... ha estado actuando raro. — Dijo de repente, con voz nerviosa, rompiendo el silencio con una confesión inesperada. Shikamaru y Chōji levantaron la cabeza de inmediato, intrigados. —
— ¿Naruto? — Shikamaru frunció el ceño, claramente interesado. — ¿Qué tiene de raro?
Ino dejó escapar un suspiro, apoyando los codos en la mesa y recostando su barbilla en sus manos, pensativa.
— Ni siquiera Sakura sabe qué le pasa. Y eso que ellos... — Ino no terminó la frase, pero era evidente que se refería a la cercanía que siempre había existido entre Naruto y Sakura. — Está callado. Muy callado. No es propio de él. — Hizo una pausa, mirando la carne mientras se cocinaba. — Quiero decir... Naruto nunca ha sido así. Ni siquiera en los peores momentos.
Shikamaru asintió lentamente, consciente de que Ino intentaba apartar la conversación del tema de la posible sociedad exterior que tanto lo inquietaba. Pero el tema de Naruto también lo incomodaba.
Naruto, el chico que siempre había sido la chispa de la energía en Konoha, ahora estaba inusualmente apagado.
— No es normal para él. — Murmuró Shikamaru, tomando un pedazo de carne cocida y masticando despacio. — Conociéndolo, tal vez esté preocupado por esos niños.
Ino y Chōji intercambiaron miradas de inquietud antes de fijar la vista en la parrilla. La carne cocinándose sobre el fuego parecía mucho más interesante ahora que el tema de conversación.
El silencio se alargó por unos segundos. El calor de la parrilla contrastaba con la sensación fría de incertidumbre que los envolvía.
Shikamaru, mientras masticaba lentamente, no podía evitar seguir pensando en la sociedad exterior.
La posible organización que podía estar allá afuera, más allá de los muros de la aldea, lo seguía atormentando.
Era una idea inquietante. Si había sobrevivientes organizados más allá de lo que sabían, ¿qué tan sofisticados eran? ¿Qué tipo de inteligencia o conocimientos tendrían? Y, lo más preocupante, ¿quiénes estarían dispuestos a aprovecharse de eso?
La sombra de Akatsuki, siempre presente en la mente de Shikamaru, se cernía sobre sus pensamientos.
— No puedo dejar de pensar... — Murmuró Shikamaru, casi para sí mismo, mientras miraba la carne arder en la parrilla. — Si esos refugiados han logrado sobrevivir todo este tiempo, es porque tenían un plan... ¿Y si hay más personas afuera que también están en el juego? Y lo peor sería que Akatsuki descubriera eso.
Ino y Chōji se estremecieron levemente. La simple mención de Akatsuki bastaba para crear un malestar silencioso entre ellos.
Ninguno quería pensar en las horrendas posibilidades de lo que podría suceder si esa organización llegaba a involucrarse en algo tan delicado como un viaje en el tiempo.
Los tres amigos se quedaron en silencio, mirando la parrilla con expresiones de inquietud, la sensación de que algo más grande y más peligroso se acercaba lentamente, como el humo que flotaba perezosamente por el aire.