Un leve pinchazo en su corazón la arrancó de su sueño. Abrió los ojos con sorpresa instantánea, y luego se acostumbró a la oscuridad de la noche.
Su mente estaba activa como una fábrica en funcionamiento las 24 horas del día, trabajando a ritmos acelerados, con sus instintos alerta.
Sin embargo, Mirai no consideraba que esto fuera algo bueno. Para un ninja, siempre había sido una obligación vigilar sus espaldas y estar preparado para posibles ataques enemigos. Pero ahora, todo era diferente.
Literalmente, su mundo ya no era el mismo.
Se había despertado de un sueño ligero, uno de esos en los que apenas se daba cuenta de que estaba durmiendo hasta que algún sonido externo la sacaba de él.Mirai estaba sentada en una rama gruesa y sólida de un árbol.
Calculaba que eran altas horas de la madrugada, y el bosque extenso estaba completamente silencioso y frío. Incluso los insectos parecían haberse negado a emitir su habitual canto nocturno, por alguna razón desconocida.
Habían estado en movimiento durante unas diez horas desde que dejaron atrás a los chunin sobrevivientes. A pesar de tomar pequeños descansos, siempre terminaban corriendo para evitar tentaciones como posadas con comida, bebida y camas cómodas.
Ninguno se quejó, pero todos anhelaban el merecido descanso prometido.Al principio, se resistieron a dormir profundamente. Incluso cuando lo hacían, solían despertarse con facilidad por cualquier ruido o señal de peligro.
Mirai los observaba desde la rama, con una expresión neutral. Se había quitado su distintiva vestimenta amarilla para cedérsela a Doushu por esa noche, para que pudiera dormir más cómodo.
La fiebre del castaño había fluctuado durante todo el día, y sus dos compañeras dormían a cada lado de él, con Mirai cubriéndolo con su propia ropa para el frío.
Mirai contempló el cielo despejado, ya desprovisto de estrellas, mientras las sombras de la noche se desvanecían gradualmente.
Se encontraban en una situación precaria: sin medicinas, con racionamiento de alimentos y la necesidad de asegurar el suministro de agua antes de adentrarse en los desiertos.
Aquellas tierras áridas eran territorio desconocido para ella, más acostumbrada a los bosques que a la arena. Siempre evitaba los desiertos, recordando el disgusto que su maestro solía expresar al cruzarlos.
— Pisaremos esas tierras dejando mucho atrás. – Reflexionó para sí misma, consciente de los desafíos que les esperaban. Con la primera luz del día a punto de asomar, decidió despertar a los niños, dudando sobre cómo abordar la incertidumbre que les aguardaba en su travesía hacia los desiertos. –
Saltó ágilmente al suelo, aterrizando con la suavidad característica de una ninja entrenada. Con cuidado de no perturbar el descanso de los demás, se acercó a los bultos cubiertos por las capas.
Había sido escuchada, como lo indicaban los movimientos y quejidos que provenían de ellos.
— El amanecer está cerca. — Anunció en voz baja, consciente de la necesidad de conservar la energía y los suministros. — Pronto nos aproximaremos a los desiertos. Debemos avanzar para economizar nuestras fuerzas y recursos, pero desconocemos cuánto tiempo nos llevará llegar.
Pronto, algunos de los niños comenzaron a despertarse y acomodarse. Utilizaban sus capas como mantas improvisadas y se agrupaban para mantener el calor.
Sin embargo, notó con pesar la falta de organización en el grupo, con algunos manteniéndose al margen de sus equipos asignados.
Mirai los observó con atención antes de dirigirse hacia Doushu. Tsuru, la ninja médica del equipo, se había despertado al escuchar las palabras de la Chunin y se preparaba para atender a su amigo.
— ¿Cómo se encuentra? — Preguntó Mirai, inclinándose hacia el niño. —— La fiebre ha bajado considerablemente desde ayer. — Respondió Enko, la Genin de cabello oscuro, mientras se frotaba el ojo con los nudillos de sus guantes. —
Ante la sonrisa ilusionada de Mirai, Enko sonrió también.
— ¡Eso es una buena noticia! — Exclamó Mirai con una sonrisa amplia. — Doushu gimió al despertar, y al abrir los ojos se encontró con la mirada preocupada de Mirai. — Buen día, Doushu-kun. — Lo saludó con suavidad. — ¿Cómo te sientes? ¿Hay algo que te moleste o necesitas algo?
La calidez en las palabras de Mirai animó a las dos compañeras de Doushu a asomarse y sonreír en silencio.
— Me siento... bien. — Respondió él, acostumbrándose a hablar. —
— ¿Estás seguro?
— Sí...
— ¿Puedes caminar?
— Creo que sí. — Dijo, aunque su voz denotaba cierta inseguridad. — Puedo caminar... pero el mundo gira un poco.
— Está bien.
Mirai lo despojó de las mantas y se las ajustó alrededor de sus propios hombros. Una sonrisa tranquilizadora se dibujó en sus labios mientras hablaba con él.
— Come algo antes de levantarte y, si te sientes débil, no dudes en decírmelo, ¿De acuerdo?
Los ojos de Doushu se abrieron un poco más ante la calidez de sus palabras. Mientras Mirai se colocaba la vestimenta que él había usado como sábana, una sensación de alivio invadió su pecho, disipando la nubosidad que había estado sintiendo.
El latido de su corazón era más audible debido a la fiebre persistente, pero con la tranquilidad que le transmitía Mirai, Doushu se sintió reconfortado.Ahora, Doushu podía mirar a sus compañeras directamente a los ojos, sin temor a ser juzgado.
Entre el grupo, él era el centro de atención, principalmente por ser considerado el hombre destinado a heredar los talentos de Ibiki. Para los Chunin, era más que una simple leyenda; lo veían como una figura cercana.
Dejó que sus compañeras ajustaran su capa y lo ayudaran a ponerse de pie. Con un suspiro resignado, cerró los ojos.
— ¿Hacia dónde nos dirigimos? — Preguntó en voz baja. —
Cuando Mirai notó la curiosa expresión de Doushu, una voz cortó el silencio.Era Mitsuki, quien estaba sentado en una rama.
— No sabes a dónde vamos, ¿Verdad?
Mirai apretó los labios y luego encogió los hombros con resignación. No respondió a la pregunta, simplemente desvió la mirada con amargura.
No sentía ningún rencor hacia Mitsuki. En esta situación, donde todas las vidas eran igualmente valiosas, pensar en esas cosas parecía absurdo. Mientras todos se ocupaban de despertar y recuperar el equilibrio, Mirai metió una mano en el bolsillo.
Estaban rumbo hacia los desiertos. Pero en ese lugar, sería la brújula la que guiaría su camino, y solo a la brújula obedecerían.
Le incomodaba tener que depender de esa herramienta cuando ella era una ninja de pleno derecho.
— No te preocupes por eso. — El genin serpiente descendió con un salto y se colocó frente a Mirai con pasos ágiles. —
Ella se estremeció imperceptiblemente y sin darse cuenta protegió instintivamente su bolsillo.
— ¿Preocuparme...?
— Sí. — Respondió el genin con una ligera sonrisa. — He escuchado grandes cosas sobre ti. Tanto de Boruto como de Sarada. Independientemente de quiénes sean tus padres, eres verdaderamente asombrosa, Mirai-san.
Ella se quedó sin palabras. Intentó responder, pero solo logró emitir un sonido extraño. Se sintió sorprendida por el gesto, sobre todo viniendo de Mitsuki.
La última vez que habían hablado, él siempre mostraba una sonrisa imperturbable en su rostro, incluso una cierta inocencia aterradora. Ahora, parecía haber madurado en ese aspecto, mostrando una sensibilidad que antes no había demostrado.
Mitsuki fue el primero en percatarse de sus inquietudes, más allá de la presión de ser la responsable en ese viaje.Mirai dejó de hacer muecas de inmediato y su expresión se volvió inexpresiva.
Tragó saliva, sintiendo la sequedad en su garganta. No estaba segura de por qué sentía la necesidad de abrirse al hijo de Orochimaru, de compartir más de sus pensamientos, preocupaciones y deseos.
Podría haber esperado a hablar con Shikadai sobre el tema, especialmente porque él era Chunin.
Sin embargo, su boca comenzó a temblar. Su mente quería contenerse, pero su instinto se movía por sí solo.Mirando una vez más los ojos amarillentos del genin, se percató de algo que los demás carecían.
Él mostraba decisión y madurez en su mirada. La observaba penetrantemente, aunque le sonriera de forma discreta.Esa revelación fue como una luz que iluminó su percepción, y Mirai miró más allá de los niños que ya se habían despertado.
Todos estaban devastados por la pérdida de muchos seres queridos y de su hogar. Ya no tenían a dónde regresar, y venían de familias diferentes, con enseñanzas y actitudes diversas.
Mitsuki... provenía de una familia distinta. Ni siquiera estaba segura de si él tenía algo a lo que aferrarse, aparte de su padre.Lo que todos carecían, lo veía en los ojos de Mitsuki.
— ¿Realmente... crees eso? — Preguntó ella con voz temblorosa. —
El genin pareció sorprendido por la pregunta.
— Por supuesto. — Respondió él. — Sabes cómo ganarte el corazón de los demás, haciéndolos sentir cómodos. ¿No lo has notado?
Ella no respondió. Se enderezó con una expresión entristecida que reflejaba sus dudas internas.
— Lo acabas de hacer con Doushu. — Expuso el de cabello celeste, bajando un poco el tono. — Todos hemos estado incomunicados con los adultos de la aldea. Sin embargo, Doushu y su equipo no lo han tenido fácil.
— ¿A qué te refieres?
— Ibiki-san... — Mitsuki dijo en un susurro, casi como si la estuviera invitando a recordar. — Su trabajo de por sí es complicado. Y con los problemas que aparentemente mantuvieron ocupados a los adultos durante meses... Doushu no tuvo menos problemas. Los entrenamientos eran cada vez más fuertes, y nunca lograban mantener una conversación extensa con su maestro.
La Sarutobi apretó inconscientemente su mano derecha, sintiéndose identificada con aquella revelación.
— Para completar, parece ser que muchos de nosotros fuimos acosados. — Mitsuki expuso con una expresión amarga. — Boruto, Sarada, Metal, Namida... todos fuimos constantemente perseguidos durante el último mes por cosas relacionadas con los adultos que vigilan nuestros entrenamientos.
— ¿Qué dices...? — La de los ojos rojos se petrificó. — ¿Entonces... eso fue en todas partes?
Mitsuki asintió.Con la mirada de él detrás de su espalda, Mirai siguió el hilo de su mirada. Observaba con los ojos bien abiertos a los niños Genin y Chunin que bostezaban de pie y organizaban las pocas cosas que tenían.
Nuevamente, el pinchazo en su pecho regresó, pero esta vez con una intensidad que la sobrecogió.Con movimientos pausados para no llamar la atención, llevó una mano al pecho, sintiendo cómo la tela amarilla se arrugaba bajo su agarre.
El sudor perlaba su frente y su corazón latía desbocado. Buscaba controlar su respiración para no alarmar a los que la rodeaban.
— ¿Qué es... lo que me pasa? — Se preguntó, tragando saliva con dificultad. — Me he sentido muy mal cuando pienso en... eso.
Un latido fuerte y doloroso retumbó en su pecho, haciéndola estremecer.
— ¿Tendré fiebre? — Se cuestionó, recordando las horas que llevaba cargando a Doushu sobre su espalda. — He estado llevando a Doushu sobre mi espalda durante muchas horas...
El pinchazo se intensificó, extendiéndose hacia su estómago y extremidades. Mirai se sentía nerviosa y desconcertada por lo que le ocurría.
Sus extremidades amenazaban con desobedecerla si aquel malestar persistía.La voz no le salía, y la sensación de desasosiego la invadía por completo.
Hasta que una mano se posó sobre su hombro. Dio un rápido parpadeo y, con los ojos aguados, todo el malestar se detuvo.Se quedó estática, temiendo que en cualquier momento el dolor regresara.
— Solo porque eres la mayor, no significa que esas cosas no te afecten. — La voz de Mitsuki atrajo su atención auditiva. Agradeció que el Genin no estuviera mirándola a los ojos. — Tienes tus propios problemas, y ahora nos tienes que cuidar a nosotros. La razón por la que te cuestioné no fue para poner en duda tus capacidades, sino para confirmar lo que pensaba.
Ella soltó un murmuro sin mirarlo, hundiéndose entre sus hombros para ocultar el temblor en su voz.
— ¿Qué era lo que querías confirmar? — Preguntó. —El peso en su hombro desapareció.— Que tú tampoco sabes qué hacer. — Declaró Mitsuki con calma. Mirai lo miró por encima del hombro, intrigada. — Tienes miedo, y lo sé. Pero, aun así, vas hacia donde te dijeron porque buscas protegernos. Lo que hiciste en el bosque... para que todos se desahogaran, lo que hiciste con Doushu. Todo es prueba de que la razón por la que estás en este grupo es para liderar. El séptimo quiso que tú terminaras siendo nuestra capitana.
La Sarutobi se quedó helada.Aquello que había descubierto en Mitsuki fue definido en un instante cuando un calor brotó en su corazón, disipando el malestar que había sentido antes.
Lo que le faltaba a ella era claridad. Una chispa que iluminara sus ideas y la ayudara a avanzar. Dado que no había nadie a su alrededor que pudiera auxiliarla en estas circunstancias, comenzaba a encerrarse a sí misma en un calabozo de pensamientos destructivos.
Con sorprendente calma, miró a Mitsuki a los ojos.Incluso alguien más joven que ella podía tener una comprensión extensa del mundo que lo rodeaba. Mitsuki, a pesar de estar dolido por lo ocurrido, actuó como un verdadero Ninja.
Se dejó llevar por sus sentimientos, tomándolos en cuenta junto con los de sus amigos, pero siendo inteligente y considerando todas las perspectivas para lograr un resultado favorable.
Que alguien tan sereno le demostrara eso fue reconfortante para Mirai. Pero aún más significativo fue escuchar ese título resonando en su mente.
Capitana.Capitana, Capitana, Capitana.
— Capitana de escuadrón... — Murmuró sin parpadear. Estaba absorta por la revelación de la realidad. — Es verdad... yo soy la capitana, y este es un escuadrón.
Mitsuki guardó silencio, como si hubiera planeado cada paso desde el momento en que notó el estado de ánimo de la mayor.
Cuando Mirai le agradeció sus palabras y se dirigió al grupo más grande para discutir la distribución de alimentos, él sonrió.Mirai estaba empezando a encontrar su nuevo lugar, sin darse cuenta.
Un grito resonó desde la oficina del Hokage, estremeciendo a los Chunin que transitaban apresuradamente por los pasillos de la residencia. En el interior, una joven mujer sostenía en brazos a un pequeño cerdito, mientras que con la otra mano examinaba con aire de horror una tabla de madera. Frente a ella, la propietaria del asiento y escritorio se había levantado abruptamente al escuchar el estruendo, con las manos apoyadas sobre la superficie de madera, mirando a su asesora con exasperación.— ¿Son exactas las cifras? — Inquirió la rubia, su voz temblorosa apenas perceptible. —La mujer de cabello azabache asintió con temor.— En total, hay alrededor de cien personas fallecidas que han sido trasladadas al hospital. — Informó, hojeando los documentos con cautela. — Ninguna de ellas parece estar registrada, y algunas incluso son irreconocibles, lo que dificulta confirmar sus identidades.— ¿Todos los fallecidos son aquellos que sucumbieron en el incidente? — Preguntó la Hokage con gravedad. —— Así es, Tsunade-sama. — Confirmó Shizune, su mirada reflejando profunda preocupación. — Recientemente, esta mañana, se descubrieron ciertas cosas en las afueras de Konoha.Tsunade se enderezó con determinación, sus ojos marrones adquiriendo una dureza que reflejaba la seriedad de la situación. Apretó los puños para mantener en orden sus pensamientos, mientras Shizune, comprendiendo el silencio tenso, habló sin esperar permiso.— Se han encontrado restos de ropa, basura y algunos objetos calcinados. — Informó, acercándose con el cerdito en brazos y entregando la tabla de información a la Hokage. —Mientras Tsunade absorbía el contenido, Shizune abrazó al animal con gesto preocupado y ofreció su análisis personal.— Parece que los eventos ocurrieron no solo dentro de los límites de Konoha, sino también en las áreas circundantes. — Explicó. — Los remolinos en la tierra y los daños a los árboles sugieren que los incidentes no se limitaron al interior de la aldea.— ¿Has enviado equipos de búsqueda? — Inquirió Tsunade con urgencia. —— Sí, Hatake Kakashi lidera uno de ellos. — Respondió Shizune. — Nos mantendrán informados sobre cualquier hallazgo, aunque los rastros de daño parecen detenerse cerca de las puertas.— Qué desastre... — Murmuró Tsunade, dejando caer la tabla con un golpe sordo sobre el escritorio. —Frustrada por la repentina complejidad de la situación, Tsunade se llevó las manos a las caderas, mordiendo su labio inferior en una mezcla de preocupación y determinación.Apenas ayer, la aldea estaba de luto por la pérdida de sus seres queridos. Ya era un golpe suficientemente duro para Konoha, pero ahora se encontraba enfrentando un fenómeno desconocido que había dejado a todos perplejos y llenos de inquietud. Los criminales de alto rango campaban a sus anchas en el exterior, mientras que, en el interior de la aldea, nadie estaba a salvo de este nuevo peligro.¿Cuál era la causa de este misterioso fenómeno? Todos los indicios apuntaban hacia un Jutsu espacio-temporal, pero ¿Quién lo había provocado? ¿Cómo había ocurrido? ¿Y por qué Konoha había sido el blanco de este ataque aparentemente aleatorio? Incluso las personas que aparecieron como víctimas estaban envueltas en un aura de tragedia, todas ellas calcinadas de alguna manera, con expresiones de dolor marcadas en sus rostros.Tsunade miró a Shizune con la cabeza inclinada, buscando respuestas que parecían esquivarla.— ¿No ha habido más incidentes como este? — Inquirió con voz grave. —— No, Tsunade-sama. Lo de ayer fue el único avistamiento registrado. — Respondió Shizune con una nota de vacilación en su voz, su mirada buscando refugio en los rincones de la habitación. — ¿Qué debemos hacer ahora?— Esa es la pregunta del millón. — Murmuró Tsunade, sumida en sus pensamientos mientras volvía a revisar las hojas de la tabla frente a ella. —Sin embargo, encontró poco consuelo en la falta de respuestas significativas. El hospital estaba abarrotado, con pocas autopsias autorizadas en cuerpos en mejor estado, y la esperanza de encontrar alguna pista era cada vez más tenue. Los daños causados por el fenómeno eran evidentes para cualquier ninja, pero la clave para resolver este misterio seguía escapándoseles.Los informes médicos revelaban un cuadro desolador: desgaste de chakra, órganos dañados, cuerpos quemados. Era como si el mundo mismo se hubiera derrumbado sobre esas personas, solo para aterrizar en los terrenos de Konoha.— ¿Qué dijeron los testigos? — Preguntó Tsunade con voz firme, interrumpiendo el silencio tenso que llenaba la habitación. —Shizune levantó la mirada con gesto sombrío al escuchar la voz de su Hokage.— Todos aseguran lo mismo. Un remolino de aire apareció sobre el suelo justo antes de que las víctimas emergieran de él. — Respondió con un dejo de temor en su voz. — Tsunade-sama, si esto es un ataque de Akatsuki...La rubia dejó escapar un gruñido bajo, cerrando los ojos con frustración.El problema era mucho más que una simple amenaza; era un misterio envuelto en enigmas. ¿Por qué Akatsuki estaría involucrado en hacer aparecer a personas ya sin vida? Y lo que era aún más desconcertante, ninguna de las víctimas parecía ser de Konoha.Mordiéndose la uña del pulgar, Tsunade reflexionaba con intensidad.¿Cuál era el motivo detrás de estos extraños sucesos? ¿Por qué ocurrían? ¿Y quién estaba detrás de todo esto?Una sensación de malestar se apoderó de su estómago, mientras se enfrentaba a la incertidumbre. Sin sospechosos, sin motivos claros y sin pistas que seguir, la razón detrás de la aparición de las víctimas seguía siendo un enigma sin resolver.— Esto es demasiado grande... ni siquiera tenemos alguna referencia. — Musitó Tsunade con un gesto de frustración evidente en su rostro. —— ¿No estará pensando...? — Comenzó Shizune, pero fue interrumpida por el inquieto andar de la Hokage. —La rubia rodeó el escritorio con determinación, con Shizune siguiéndola con la mirada llena de intriga. Habría sido de gran ayuda contar con alguna pista sobre el posible responsable de este fenómeno. Sin embargo, ni siquiera tenían la certeza de si alguien de Akatsuki estaba involucrado o si era obra de algún contratista.El recuerdo de la muerte de Asuma aún pesaba sobre Tsunade. El hombre era un gigante en su labor, respetado tanto por sus alumnos como por toda Konoha, incluyendo a ella misma. Su pérdida había sido una injusticia que Tsunade había jurado vengar, aunque sabía que esa determinación pertenecía a una versión anterior de sí misma.La Tsunade que recordaba vívidamente a su maestro.Sin embargo, ahora no había tiempo para la autocompasión. El luto debía ceder ante las responsabilidades del cargo. Las personas de la aldea no podían permitirse esperar a que Tsunade ordenara sus emociones. Ella debía actuar, incluso si eso significaba enfrentarse a la situación con dudas y temores.Los tacones de Tsunade resonaban en los pasillos mientras caminaba con determinación, apretando los puños con fuerza. Sus brazos se balanceaban rítmicamente, una necesidad de mantener ocupado su cuerpo mientras su mente trabajaba febrilmente en busca de respuestas.— Jiraiya está investigando a Akatsuki en este momento. — Anunció Tsunade mientras caminaba, escuchando los pasos apresurados de Shizune siguiéndola de cerca. — Envíale un mensaje explicando la situación. Solo él puede confirmarnos si se trata de Akatsuki o no.— ¡Hai! — Respondió Shizune con energía antes de detenerse repentinamente y correr en la dirección opuesta, dirigiéndose hacia el departamento de mensajes codificados. —Tsunade continuó su camino con determinación, reflexionando sobre la incertidumbre que rodeaba la situación. Si Jiraiya no tenía información sobre el incidente, se vería en un callejón sin salida. Se preparó mentalmente para ordenar búsquedas y enviar advertencias a las aldeas vecinas, asegurándose de que no se tratara de un ataque coordinado contra las grandes naciones.Sus pensamientos estaban plagados de preocupación mientras se acercaba al final del pasillo. La reciente tragedia con Asuma y ahora este nuevo misterio ponían a prueba su determinación y su suerte.De repente, fue sorprendida por la presencia de alguien más pequeño que ella que cruzaba el pasillo. Instintivamente, Tsunade giró sobre sus talones para evitar una colisión. El encuentro la sacó brevemente de su concentración, pero no pudo evitar que una expresión amarga se reflejara en su rostro.La figura que había casi chocado con ella era una niña, apenas de la edad de Konohamaru. Parecía tan sorprendida como Tsunade por el encuentro fortuito, y titubeó sobre sus pies. Tsunade estaba a punto de continuar su camino cuando notó la cantidad de papeles que la niña llevaba en las manos.La mirada de la niña la llenó de inquietud. Con la diadema de Konoha en su cabeza, parecía nerviosa y temblorosa.Mientras Tsunade observaba a la niña frente a ella, un pensamiento fugaz cruzó su mente. La aparente edad de la niña, combinada con la diadema de Konoha y la pila de documentos que llevaba, sugería que era una Genin. Sin embargo, algo no cuadraba del todo.Frunció levemente el ceño al darse cuenta de que no reconocía a la muchacha. Aunque Konoha tenía numerosos Genin, el cabello llamativo de la joven habría dejado una impresión duradera en la mente de Tsunade.Antes de que pudiera investigar más a fondo, la Genin interrumpió sus pensamientos al extenderle la montaña de documentos, temblorosa. Explicó sobre las personas heridas y lesiones confirmadas, así como los testimonios recopilados.Tsunade, manteniendo una expresión neutral, respondió con simpleza:— Estoy ocupada.La reacción de la niña fue instantánea. Sus ojos se abrieron de par en par, aunque Tsunade no pudo verlo ya que se había volteado. Por un breve instante, un destello de algo pasó por su mirada, antes de que su expresión amigable se endureciera.— ¿Ocupada...? — La niña titubeó, luego aclaró su voz. — Entonces, ¿A quién debo entregar esto, Tsunade-sama?El silencio que siguió a la pregunta dejó a la joven sudando, mientras Tsunade permanecía inmutable, deteniendo sus movimientos y manteniendo su atención en la misteriosa Genin.Con un esfuerzo titánico, la joven Genin luchó por mantenerse firme, a pesar del temblor en sus piernas. Apoyó su peso sobre ellas y se esforzó por proyectar una imagen de profesionalismo mientras sostenía los documentos con fuerza, con la esperanza de obtener la aprobación de la Hokage.Tsunade, como una figura imponente que apenas la había notado, se volvió brevemente hacia ella.— Si esos documentos contienen testimonios y documentos de identificación, entrégaselos a Shizune. — Ordenó con firmeza. — Ella se hará cargo de todo mientras no esté.La joven Genin, con el cabello violeta destacando en la habitación, mostró un destello de emoción en sus ojos caídos.— Hai...Sin recibir ninguna otra respuesta, la Hokage se alejó rápidamente en la dirección indicada, dejando a la Genin de cabello violeta detrás.En las afueras de Konoha, los Chunin se congregaban en un grupo compacto, intercambiando sus teorías y especulaciones sobre el misterioso incidente que había sacudido la aldea. Habían explorado diligentemente los alrededores, pero hasta el momento no habían encontrado ninguna pista concluyente.— Tal vez el culpable activó el Jutsu desde el cielo, fuera del alcance de nuestra barrera de protección. — Sugirió uno de los Chunin, tratando de encontrar una explicación lógica. —— Improbable. Los guardias que vigilan los ataques aéreos habrían notado cualquier actividad sospechosa. Solo los ninjas más hábiles podrían realizar un ataque desde las alturas. — Objetó otro, señalando la aparente seguridad de la aldea. —— Entonces, ¿podría ser alguien dentro de Konoha? — Propuso otro Chunin, desafiando la idea de que el culpable podría ser un forastero. —— No tiene sentido. Si fuera alguien de la aldea, lo habríamos descubierto. Además, sería prácticamente imposible invocar una cantidad tan grande de personas en múltiples lugares en tan poco tiempo. — Replicó otro, descartando la posibilidad. —El debate continuó en círculos, con cada idea siendo refutada o cuestionada por otro. Mientras tanto, un Chunin en particular se paseaba por el terreno con una expresión despreocupada. Sus manos estaban en los bolsillos y su cabello blanco resplandecía bajo el sol, marcándolo como una figura distintiva en medio del grupo de Chunin.Con la mirada curiosa de algunos de sus compañeros, Kakashi escudriñaba el terreno con una expresión enigmática detrás de su máscara. Cuando uno de los Chunin lo llamó, recibió solo un murmullo como respuesta, indicando que había sido escuchado.El Jōnin se alejó del grupo principal y se dirigió hacia una esquina apartada, donde su aguda mirada detectó algo entre los arbustos. Con las manos en los bolsillos, se agachó para examinar lo que había encontrado con un interés oculto bajo su aparente indiferencia.Lo sucedido era una catástrofe sin sentido, una perturbación en la paz de Konoha que requería una respuesta inmediata. Kakashi sabía que, si quedaba sin resolver, podría ser solo el preludio de un peligro aún mayor. Con una expresión profunda y analítica, levantó el trozo de madera que yacía entre los arbustos, inspeccionándolo detenidamente en busca de cualquier indicio que pudiera arrojar luz sobre el misterio. A su alrededor, había otros objetos similares dispersos, todos atrapados en el mismo evento inexplicable que había sacudido la aldea.— En el interior, fueron personas las que cayeron. Sin embargo, en el exterior, mayormente se encontraron desechos y restos de animales. — Observó Kakashi, desviando la mirada hacia la acumulación de basura con un ceño fruncido. — Que esto ocurra después de un encuentro con Akatsuki... no puede ser una simple coincidencia.El grupo de ninjas parecía insignificante a lo lejos, vigilados por una tercera parte.Sobre los muros de Konoha, dos Anbu enmascarados observaban sin ser detectados cada movimiento de los ninjas en las afueras de la aldea.Un hombre alto y fornido, con una máscara de mono.Y una mujer más pequeña y esbelta, con una máscara de gato.Eran las sombras de un hombre decidido a proteger a los habitantes de la aldea que ahora pisaban ese suelo.— Apenas está comenzando... — Comentó el de la máscara de mono, sintiendo la frescura de la brisa con una sensación de calma. —— Hm. — La respuesta fue fría y breve. El hombre miró a su compañera, reconociendo en ella un espíritu indomable. Aunque obedecería las órdenes de sus superiores, no dudaría en defenderse si alguna vez se sintiera desafiada. —Por eso mismo, él se sintió preocupado.—