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Chapter 6 - Parte Segunda, Capítulo Segundo.

Tsunade se encontraba en su despacho, observando con preocupación el caos que se desataba en la aldea. Las personas yacían tiradas en todas partes, mientras los ninjas se movían frenéticamente, respondiendo al repentino y caótico evento que había sacudido sus vidas.

La presión sobre sus hombros era abrumadora, y el constante pensamiento de fallar la atormentaba.

El despacho, normalmente un lugar de decisiones y estrategias, ahora parecía un refugio temporal para aquellos que buscaban ayuda o consuelo. Tsunade había visto muchas tragedias a lo largo de su vida como ninja y como Hokage, pero esta vez era diferente.

El enemigo no era un grupo de invasores o un ataque sorpresa de una aldea rival.

Era algo más insidioso, más misterioso.

Mordiéndose la uña del pulgar, Tsunade observaba por la ventana cómo los Anbus recorrían la aldea en busca del causante del suceso. Sus ojos se posaron en las calles, donde los cuerpos de los afectados yacían inmóviles.

Algunos estaban cubiertos con mantas improvisadas, mientras otros permanecían al descubierto, sus rostros reflejando el terror que habían experimentado antes de caer.

En ese preciso momento, la puerta se abrió de golpe y Shizune irrumpió en la habitación, seguida de tres ninjas claramente apurados.

Shizune, siempre eficiente y leal, llevaba una carpeta en la mano. Tsunade notó que su respiración estaba agitada, como si hubiera corrido desde algún lugar lejano.

— ¡Tsunade-sama! — Exclamó Shizune con urgencia. — ¡Los portales se han cerrado y el equipo de detección no tuvo tiempo de detectar a los posibles causantes!

Tsunade asintió, su mente trabajando a toda velocidad. Los portales eran una creación poderosa, una forma de transporte instantáneo entre dimensiones.

Pero también eran peligrosos, especialmente cuando algo salía mal, dada a las especificaciones para su utilización.

¿Había sido un error en la activación? ¿O alguien había manipulado los portales para causar este caos?

Con un gesto apresurado, Shizune colocó la carpeta sobre la mesa, produciendo un sonido sordo al hacerlo. Tsunade entrelazó las manos detrás de la espalda, manteniendo una expresión sería mientras dirigía su mirada hacia la carpeta.

Las palabras escritas en la portada parecían pesar toneladas: "Informe de Detección Instantáneo".

— Esto es todo lo que hay. — Dijo Shizune con una seriedad preocupada. — El equipo de detección no encontró nada más.

Tsunade abrió la carpeta y comenzó a leer. Los detalles eran escasos, pero lo suficiente para entender la gravedad de la situación.

Los portales se habían cerrado abruptamente, atrapando a quienes estaban en tránsito y dejando a otros varados en lugares desconocidos. No había señales de actividad sospechosa, pero eso solo aumentaba la incertidumbre.

Los pensamientos de Tsunade se agolpaban en su mente mientras analizaba la información. Sabía que no podía descuidar la seguridad de su villa persiguiendo a unos posibles Akatsuki, pero tampoco podía arriesgarse a no buscar a los responsables, sobre todo después de haber perdido a Asuma. La responsabilidad como Hokage la pesaba, y la pérdida de un buen Shinobi la afectaba profundamente.

Sobre todo, de alguien cuyo padre fue un individuo importante para Tsunade en sus días como Ninja corriente.

— Busquen en las afueras. — Ordenó Tsunade con seriedad, su mirada penetrante reflejaba su determinación. — No permitan que pase ningún sospechoso. Si el equipo de detección no los encuentra aquí, entonces deben estar afuera.

Los ninjas asintieron y salieron de la habitación, dejando a Tsunade sola con sus pensamientos.

Miró por la ventana una vez más, esta vez viendo más allá de las calles y los edificios. Los portales, invisibles, pero poderosos, habían alterado, sin el conocimiento de nadie, la realidad misma.

Su conversación, aunque sensata y llena de razón, apenas lograba disipar las miradas dudosas que se posaban sobre el equipo médico en el hospital de Konoha. La institución estaba abarrotada, con personas corriendo de un lado a otro y algunas tropezando incluso con las víctimas heridas que yacían en el suelo.El equipo médico se encontraba sumamente frustrado, presionado y exhausto. Desde el inicio de la noche, habían estado lidiando con el misterioso fenómeno sin tomarse un momento de descanso ni siquiera para probar la comida que habían traído de sus hogares.Las personas caían del cielo, sobre tejados o dentro de las casas, apareciendo de la nada y dejando atónitos a los testigos que, desafortunadamente, resultaban perjudicados en el proceso. Algunos aseguraban haber visto un destello antes de que la persona emergiera de un remolino invisible y descendiera, pero el resultado era siempre el mismo: todos aquellos que llegaban estaban muertos.— Está muerto. — Confirmó un médico tras intentar reanimar a una víctima masculina. —— No presenta signos vitales. Todos sus órganos parecen estar desgastados. — Informó una enfermera, alzando la voz para que sus compañeras pudieran escucharla. —— Sin vida.— No hay nada que podamos hacer.— Lo mismo con este...— Aquí igual. — Exclamó un enfermero mientras se dirigía hacia un hombre que había sido golpeado por una persona caída, fracturándole el brazo. — Sus chakras fueron consumidos por completo. Estaban muertos antes de caer.Con la confusión asfixiante y los pacientes vivos mezclados con los muertos, Tsunade decidió poner fin a la conversación que tenía con algunas enfermeras que querían detalles sobre la lesión de una mujer que había sido traída al hospital.Cortésmente, inició su camino entre la multitud, observando cómo los dos grupos predominantes, los que llegaban muertos y los que resultaban heridos por las caídas, se aglomeraban en cada rincón del hospital.El sonido acompasado de sus zapatos resonaba en los pasillos del hospital mientras Tsunade se acercaba con paso firme hacia uno de los últimos enfermeros que había gritado a sus compañeros. Su cabello violeta se mecía con gracia a cada paso, y en un instante fugaz de reflexión, se preguntó cómo no había llamado la atención antes.Una vez lo tuvo a la vista, actuó con determinación. Tiró suavemente de la manga de su uniforme para captar su atención sin perturbar su labor. El hombre, alzando la mirada hacia ella, detuvo sus quehaceres y la observó con atención.No era la primera vez que Tsunade tomaba la iniciativa, pero su presencia seguía siendo impactante. Inhaló profundamente, enmascarando cualquier atisbo de sorpresa con una calma aparente. Su rostro se transformó rápidamente en una máscara de profesionalismo absoluto.— Nos han ordenado priorizar el tratamiento de los heridos. — Dijo con voz madura y respetuosa. — Hay una alta probabilidad de que aquellos que cayeron estén muertos. Es evidente a simple vista.Las palabras de la joven resonaron en los oídos del hombre como un golpe emocional. Miró hacia un bulto cubierto por sábanas en una camilla, reconociendo la gravedad de la situación. Tsunade, con sus ojos caídos pero llenos de determinación, continuó.— Es una situación lamentable, pero si queremos resolver este enigma, debemos liberarnos del peso de atender a quienes ya no pueden proporcionarnos información. — Explicó con sinceridad, soltando la manga del hombre y mostrando una genuina preocupación. — Por favor, difunda este mensaje entre sus compañeros. Yo me encargaré de hacer lo propio en otros lugares.El hombre, aparentemente sorprendido por la presencia y las palabras de la joven de trece años, asintió lentamente. Tsunade realizó una reverencia profunda y se retiró hacia los rincones más solitarios de los pasillos, lista para seguir desempeñando su papel en la búsqueda de respuestas ante el misterioso suceso que había sacudido a Konoha.La joven avanzaba con la seguridad que otorga el conocimiento del edificio. A pesar de las altas horas de la noche, no era extraño encontrarse con personas de su edad, la mayoría Genin seleccionados como ayudantes. Sin embargo, la oscuridad que envolvía los pasillos a esas horas no era precisamente reconfortante.Mientras caminaba con paso firme, pero sin apuros, echó un vistazo al reloj de la recepción. Eran las tres de la madrugada. Decidió tomar otro pasillo, moviéndose con confianza y de vez en cuando, fingiendo estar vigilando los alrededores en busca de víctimas que necesitaran ayuda.A medida que avanzaba, los pasillos se volvían más solitarios y oscuros. La multitud de personas se concentraba al principio del edificio, donde se llevaban a cabo tratamientos de emergencia. No había tiempo para llevar a los pacientes a habitaciones más alejadas.Detuvo sus pasos frente a una puerta corrediza, desde donde se podía escuchar la voz de una mujer, probablemente una enfermera.— Vamos, dame tu brazo. Necesito extraerte un poco de sangre para asegurarme de que estás bien. — Se escuchó la voz femenina desde el otro lado de la puerta. —Hubo un sonido de arrastre de silla, seguido por la voz nerviosa de un niño que intentaba intervenir:— ¡No es necesario! Ella está perfectamente bien, te lo aseguro. Puedes dejarlo por hoy.Pero la enfermera lo interrumpió bruscamente:— ¡De eso nada! Sus padres no han venido por ninguno de ustedes. Si no me aseguro de su bienestar, ¿quién lo hará?La discusión fue interrumpida por el deslizar de la puerta corrediza, y todas las miradas se posaron en la recién llegada. En particular, las de la enfermera, cuyas cejas eran tan prominentes como los cabellos apenas visibles en el interior de su nariz.La mayor de la habitación frunció el ceño, un gesto que parecía más una parte permanente de su expresión que una reacción momentánea. Parecía llevar consigo una mirada de pocos amigos como si fuera parte inherente de su ser.— La necesitan en la sala principal. — Anunció la niña al entrar en la habitación. — Hay un alboroto, y los médicos tienen la orden de atender primero a los heridos, antes de que se agraven las desgracias.El ceño fruncido de la enfermera se profundizó aún más ante la noticia.— Por favor, yo me encargaré de sus cuidados. — Aseguró la preadolescente. —— Lamento mucho la situación, pero comprende que no puedo dejarte aquí con ellos sin saber si tienes experiencia previa. — Respondió la enfermera nerviosa, antes de que la niña demostrara sus habilidades. —Sin esperar más, la niña se acercó a la mesita de noche y extrajo hábilmente el medicamento necesario.— Usted pidió extracción de sangre. — Comenzó la niña con voz suave. — Pero también necesitan vitaminas, ¿verdad? Todos parecen mostrar síntomas de anemia, cercanos a lo ocurrido en la sala principal.La enfermera quedó boquiabierta ante la rápida demostración de conocimiento y habilidad de la joven, y se apresuró a salir de la habitación.— ¡Los dejo en tus manos! — Exclamó mientras se marchaba. —La niña asintió en respuesta, esperando a que la puerta se cerrara antes de dejar de lado la aguja y el medicamento. Aunque lamentaba el desperdicio, sabía que incluso si se administraba el medicamento, no tendría efecto alguno. Ni en ella ni en esos niños.— Ah... eso estuvo cerca. — Murmuró para sí misma con un suspiro de alivio. —Una avalancha de exhalaciones liberadas de la presión inundó la habitación, como un suspiro colectivo de alivio.— Un poco más, y sería peor. — Murmuró alguien entre los presentes, capturando el sentir general del momento. —Sumire permaneció tranquila e ignorante del entorno anormal, observando con detenimiento a cada uno de los niños que mostraban signos de alivio.Eran pocos y, para completar, apenas estudiantes de la academia ninja.Entre ellos se encontraba una niña del clan Aburame, oculta detrás de una cortina, probablemente tratando de no destacar con su distintiva apariencia. Sentada en una camilla, observaba con cautela a los demás.También estaban dos niñas, claramente amigas cercanas. Una pelirrosa elegantemente vestida y otra más baja, de cabello castaño y usando lentes, que no parecían tener ninguna conexión con el mundo ninja por sus ropas.Sumire concluyó su análisis con una expresión de tristeza. Junto a ella, apoyando a su compañera, estaban otros dos niños. Una niña de cabello azul, con coletas en espiral, cuyos peinados estaban medio deshechos por la tragedia, y un niño castaño con una bufanda, cálido y amigable a pesar de su aspecto duro. Ambos se sentaban a los lados de la cama, apoyando a una persona que abrazaba sus rodillas en un gesto de consuelo mutuo.— Himawari-chan. — La llamó Sumire con voz suave, acercándose con cuidado al pie de la cama donde la niña de cabello lavanda yacía en silencio. — ¿Cómo te encuentras? ¿Sigues experimentando mareos?Himawari no respondió.Sus ojos azules parecían perderse en la distancia, sumidos en un oscuro abismo de pensamientos.— Himawari-chan. — Insistió Sumire, pero la niña en el suéter amarillo negó con la cabeza. Sus amigos fruncieron el ceño, manifestando su preocupación. —Uzumaki Himawari, la hermana menor de un buen amigo, había perdido el brillo de la esperanza que su nombre sugería.La situación era desafiante y desoladora. Sumire se volvió para examinar el entorno con gesto ceñudo.Ellos eran los únicos en Konoha ahora: seis niños y ella. Por un instante, Sumire sintió un latido doloroso en su pecho. No le gustaba contemplar la idea, temía ser descubierta mientras cuidaba de los niños de la academia. Pero, a pesar de todo, no pudo evitar pensar en Nue.Nue, su invocación, su amigo inseparable. Sin embargo, ahora se preguntaba si Nue seguía con vida. Aunque le doliera, sabía que debía enfrentar la situación presente y encontrar una solución para todos. Por más que su corazón latiera con fuerza en su pecho.— ¿Qué hacemos...? ¿Qué podemos hacer? — Murmuró Harika Aburame, con sus grandes anteojos oscuros y sus coletas altas temblando de miedo en su asiento. Se sentía vulnerable, como si en cualquier momento pudieran descubrirla. —Sumire frunció el ceño con pesar, consciente de la difícil tarea que tenían por delante.— Yo también estoy asustada... — Neon, la niña con el mono, se aferraba al brazo de su amiga pelirroja, dejando entrever el temblor de sus piernas. Su voz temblaba con la misma intensidad. — Tengo frío... y mucha sed.— Me niego a tocar o beber algo de aquí. — Protestó Osuka a su lado, aunque el miedo había empezado a socavar su determinación. — Si llegan a sospechar... o algo así.— ¡Deja de ser tan pesimista! — Exclamó Eho, el niño con la bufanda, apretando los puños con fuerza. Intentaba contener el temblor de sus dientes, pero sus nervios no le permitían hacerlo. — Seguro... estaremos bien. No sabrán que estamos aquí, ¿verdad? Somos pocos, pasamos desapercibidos.Una niebla de silencio se asentó en la habitación. Sumire, la más calmada y serena de todos, no apartaba la mirada del último niño que había dado su opinión. Y es que, no estaba tan equivocado.Cuando Sumire fue alertada de la situación, ni siquiera ella, con su entrenamiento básico ninja, pudo escapar sin sufrir alguna pérdida.Los del departamento de tecnología e investigación de las herramientas científicas ninja fueron víctimas que perecieron de las peores maneras. Gracias a que tenían a su disposición todo tipo de herramientas que podrían ayudar incluso a los ninjas menos hábiles, fueron un blanco fácil para el enemigo.El profesor, los científicos, la gente inocente que se había inscrito para formar parte de las pruebas...Solo dos personas de ese departamento sobrevivieron. La mayor, ahora estaba auxiliando a las víctimas y buscando posibles soluciones para mejorar su situación. Y la segunda, era ella: Sumire.Después de escapar de los territorios de Konoha, fue convocada por el Nara mayor, el hombre que gobernaba en las sombras: Nara Shikamaru. Si no hubiera sido advertida sobre esto semanas atrás, la situación la habría dejado atónita. Sin embargo, Sumire no se desmayó. A pesar de ser pocos los sobrevivientes, quería demostrarse a sí misma que podía cumplir con ese papel. El Hokage y su asesor nunca les ofrecieron una solución factible. Sumire era la tercera oportunidad hasta ahora, y quería actuar bajo la presión de las expectativas del Nara y el Hokage.Por eso, salvó a los pocos que pudo traer consigo. Lamentablemente, pocos lograron defenderse o huir de los ataques en la academia.Entendía a Eho. Era doloroso pensar en sus compañeros, aquellos que no estaban bajo el abrigo de la seguridad ahora. Era doloroso para sus corazones y mentes imaginar cómo estarían si los demás estuvieran aquí, vivos. Como los que estaban en esa habitación.— Me aterra pensar... en que nos podrían descubrir tarde o temprano. — Murmuró Yuina, jugueteando con mechones de su cabello para aliviar el estrés. Sus palabras resonaron en todos. — Entramos porque evacuaron a todo el mundo... sin embargo, si hacen un recuento o piden documentos... nos descubrirán. Sabrán que no somos de aquí. Nos meteremos en problemas. Y en el peor de los casos... nos relacionarán con lo sucedido. ¡Wah!Yuina se estremeció cuando su compañero chistó con fuerza. Justo después de que él tratara de autoconvencerse, su amiga de cabello azul lo desalentó aún más.La única Uzumaki permanecía en silencio. El brillo que antes desprendía se había extinguido. La gravedad de la situación había ganado, atrayendo las miradas preocupadas de los pocos amigos que le quedaban. Se sentía abrumada por la culpa. Había huido sola y no pudo salvar a más de sus compañeros de clase.Sumire comprendía ese sentimiento. Lo había experimentado antes y había jurado actuar para evitar que otros lo sufrieran. Sin embargo, la joven de cabello lavanda se encontraba ahora atrapada, sin opciones, sin un lugar al que ir o alguien a quien recurrir. Todos los adultos que se ofrecían a ayudar estaban muertos.Un ligero golpeteo rompió el profundo silencio, seguido de otro sonido, y luego otro más insistente. Los niños se agruparon, dispuestos a ocultarse bajo las sábanas o incluso debajo de las camas. Las dos amigas que estaban de pie se apresuraron a esconderse junto con la niña Aburame.Los corazones de los niños latían con fuerza cuando Sumire caminó con determinación hacia la ventana cerrada y cubierta por las cortinas. Mantuvo su rostro sereno para no alarmar a los demás mientras abría las cortinas y la ventana. Con las miradas de los niños fijas en su espalda, Sumire colocó una rodilla en el alféizar de la ventana como si estuviera intentando alcanzar algo.Fue entonces cuando vio el rostro detrás de la máscara del Anbu. Reconoció el cabello desordenado y las coletas castañas. El cuerpo delgado confirmó su identidad como miembro de la fuerza especial. La presencia del Anbu liberó a Sumire de la tensión que había estado ocultando dentro de sí misma. Se sintió en paz al darse cuenta de que ya no era la única responsable en ese lugar.La mujer Anbu entregó las pertenencias a Sumire con un gesto firme pero cauteloso. Le entregó una bolsa del tamaño adecuado para no resultar demasiado pesada, aproximadamente del tamaño de una bolsa de almuerzo. Detrás de su máscara, su mirada penetrante se encontró con la de Sumire.— Traje las cosas. — Le informó en tono serio. — Cuando te pregunten por ustedes, entrégales esos documentos.Sumire, arrodillada en el alféizar de la ventana, echó un vistazo al contenido de la bolsa con sorpresa.— ¿Documentos? — Sus ojos se abrieron con asombro al escuchar la revelación. — ¿Cuándo los obtuvieron?La mujer Anbu guardó silencio, su rostro inescrutable bajo la máscara. La falta de expresión dificultaba a Sumire saber si había hecho una pregunta inapropiada.Con firmeza, la mujer Anbu se aferró a la pared fuera de la ventana.— Lamentablemente... sobraron plantillas. — Su tono revelaba cierto desconcierto, una nota de pesar en sus palabras. — En principio eran pocas, pero deberían haber sido suficientes para ganarse la confianza de los demás y persuadirlos de quedarse. Sin embargo... se esperaba que sobrevivieran muchos más.Sumire sintió cómo su estómago se contraía ante la revelación.Al final, habían sobrevivido muchos menos de los que se habían anticipado.Decidió no voltearse. No quería enfrentar a los demás con su turbulencia interna. Se sentía expuesta, ingenua frente a las mentiras.Podía percibir la mirada de la mujer Anbu sobre ella. Aunque apenas la conocía desde hacía unos pocos días, intuía algo de su pensamiento.La mujer Anbu también estaba afectada por la escasa cantidad de niños sobrevivientes.Sumire conocía su papel en este juego. Era consciente de la importancia de su presencia en Konoha en este momento crucial, y no podía perder de vista lo fundamental. Sin embargo, un dolor punzante le atravesaba el pecho cada vez que este pensamiento se deslizaba por su mente.Su presencia era esencial y crucial en este momento. En cuestión de semanas, el mundo entero conocería su existencia, y Sumire sería la encargada de preservar la credibilidad de Konoha. Como científica ninja que había colaborado estrechamente con el Hokage y su asesor en numerosas ocasiones, conocía de antemano cómo debía actuar y qué debía pensar.Pero eso no disminuía la fragilidad de su personalidad.Ya no habría adultos que la dirigieran. Estaba sola, mientras otros luchaban en las sombras. Se enfrentaría a ataques tanto externos como internos, sin la protección de las sombras de Shikamaru-san. Tenía que salvaguardar los secretos de figuras mucho más poderosas que ella, y el solo pensar en ello la aterraba. Pero no podía permitirse ese lujo, pues debía mantenerse centrada.Con un esfuerzo titánico, logró controlar su respiración, aferrando con fuerza la pequeña bolsa que contenía los documentos de baja calidad. Esos documentos no eran más que identificaciones que podrían proporcionarles una cobertura como visitantes que se habían visto atrapados en una situación desafortunada. Sumire ya no tenía capacidad mental para concebir la posibilidad de crear más documentos falsos que facilitaran su estancia, pues su mente estaba ocupada por un solo pensamiento.¿Cómo estarían Boruto y los demás?