Después de confirmar que había obtenido la beca para la Universidad de Héroes, salí del edificio donde se realizó la prueba de Ramas con una sensación de satisfacción. No tenía prisa, así que decidí quedarme un rato más para observar otras pruebas. Las evaluaciones, al igual que las Ramas, estaban divididas en tres categorías: mentales, físicas y elementales. Decidí acercarme primero a la zona de las pruebas elementales.
Con paso tranquilo, me dirigí al área de pruebas. El ambiente estaba cargado de energía; grupos de aspirantes se movían de un lado a otro, realizando sus pruebas en diferentes estaciones. Había zonas dedicadas tanto a las pruebas elementales como a las físicas, cada una equipada con herramientas, objetos y escenarios diseñados específicamente para poner a prueba las habilidades de los participantes. Mi mente aún estaba procesando lo sucedido en mi propia evaluación, pero la zona elemental rápidamente me atrajo.
Al llegar, me encontré con varios jóvenes concentrados en sus habilidades. Algunos dominaban el fuego, otros el agua, el aire, pero fue un grupo en particular el que me llamó la atención. Tres personas se destacaban entre los demás, no solo por su destreza, sino por la manera en que utilizaban sus habilidades con tal control y eficacia.
El primero de ellos, un chico de mirada seria, parecía tener la capacidad de reforzar objetos con solo tocarlos. Observé con atención cómo su mano pasaba por encima de un revolver, y el arma parecía volverse más sólida, más robusta. Al principio, pensé que era un simple usuario de armas, pero después de ver cómo manipulaba el revolver con maestría y luego mejoraba la Rama de un instructor tocándolo, me di cuenta de que su habilidad no solo mejoraba objetos, sino también las habilidades de las personas a las que tocaba, algo que se asemejaba a un buff temporal. Su capacidad para mejorar tanto sus armas como las de los demás lo hacía un oponente formidable.
El segundo chico que observé tenía una habilidad mucho más impresionante. Controlaba tanto la tierra como el metal, pero lo hacía de una forma que parecía casi hipnótica. Vi cómo moldeaba estructuras de metal con sus manos, como si fueran de arcilla. Su control sobre el terreno también era increíble; deslizaba sus palmas sobre el suelo y hacía que el terreno se levantara en pilares de piedra. Lo que más me sorprendió fue la manera en que combinaba ambos elementos con tanta fluidez y precisión. Este tipo de habilidad no solo sería poderosa en combate, sino también esencial en rescates o situaciones de defensa.
La última persona que captó mi atención fue una chica con una habilidad relacionada con la gravedad. No solo podía ejercer presión sobre los objetos, como si los aplastara con solo pensarlo, sino que también controlaba varios objetos a la vez, levantándolos y manipulándolos en el aire con una precisión impresionante. Observé cómo hacía levitar una pila de escombros y los movía como si fueran piezas de ajedrez. Su control sobre la gravedad no solo le daba una ventaja en combate, sino que demostraba una gran capacidad estratégica y un dominio de su habilidad que pocos podrían alcanzar.
Sentí una mezcla de admiración y motivación al verlos. No solo por sus habilidades, sino por la manera en que las usaban con tal destreza. Me hizo reflexionar sobre mi propia habilidad y lo mucho que aún debía profundizar para llegar a ese nivel de control y conocimiento.
Decidí continuar hacia la zona de las pruebas físicas. El ambiente aquí era aún más intenso. Aspirantes de todas las formas y tamaños se enfrentaban a obstáculos, realizaban carreras y levantaban pesas. Algunos destacaban por su fuerza bruta, otros por su velocidad extrema, pero había algo en ellos que me resultaba predecible. La mayoría dependía demasiado de un solo aspecto de su Rama, lo que limitaba su versatilidad.
Fue entonces cuando un chico llamó mi atención. A primera vista, no parecía destacar en nada. No era el más fuerte ni el más rápido, y su presencia inicial no era nada fuera de lo común. Sin embargo, había algo en la forma en que se movía que me hizo mirarlo más de cerca. No dependía de un solo aspecto de su habilidad, sino que combinaba fuerza, velocidad y reflejos de manera impecable. Cada uno de sus movimientos era preciso, calculado, como si su cuerpo respondiera con una eficacia que los demás no podían igualar.
A medida que lo observaba, me di cuenta de que no solo era físicamente competente, sino que tenía un control absoluto sobre su cuerpo. Su versatilidad era impresionante. Sortear obstáculos con agilidad, levantar pesos con facilidad y reaccionar con rapidez era algo que pocos aspirantes podían hacer. Su Rama parecía potenciar todos los aspectos físicos en un equilibrio perfecto, algo que rara vez se veía entre los demás aspirantes.
Lo que realmente me sorprendió fue la naturalidad con la que lo hacía todo. Mientras los demás aspirantes se esforzaban hasta el límite, él parecía moverse con calma, como si todo fuera fácil. Pero no era desinterés; era control. Su habilidad estaba tan perfeccionada que parecía casi sencilla.
Por último, me di cuenta de otro detalle: su apariencia. Aunque no era musculoso, su cuerpo reflejaba una armonía perfecta entre fuerza y agilidad. Y su rostro... incluso a distancia, me resultó atractivo. No era el tipo de belleza que buscaba llamar la atención, pero de alguna manera la atraía. Era el tipo de persona que, sin esfuerzo, se destacaba.
Para mí, lo más impresionante no era solo lo que hacía, sino cómo lo hacía. La elegancia, el control absoluto que demostraba en cada movimiento me recordó lo lejos que alguien podía llegar cuando comprendía completamente los límites y el potencial de su propia Rama.
Con el cansancio comenzando a acumularse, decidí regresar a casa. La noche ya había caído, y el aire fresco me ayudaba a despejar la mente. En el camino, pensaba en todo lo que había visto durante el día, pero mi mente se desvió hacia un tema que me rondaba desde que había comenzado a comprender la magnitud de las Ramas.
Era de sentido común: subir de nivel una Rama nunca era fácil, y la dificultad aumentaba exponencialmente con cada nivel. Aunque todos nacían con una Rama en el primer nivel, la mayoría de las personas solo lograba alcanzar el nivel 2 cuando llegaban a los 30 años. Y ni hablar del nivel 3. La mayoría de las personas nunca lo alcanzaba, a pesar de sus esfuerzos. Solo en escuelas de élite, como la Universidad de Héroes, se entrenaba a las personas con el potencial para llegar tan lejos.
Lo que me resultaba más fascinante era la disparidad entre las personas con una Rama base normal y aquellas con una habilidad realmente extraordinaria. Aunque alguien pudiera subir su Rama de nivel con esfuerzo y dedicación, la diferencia entre ellos y alguien con una habilidad base excepcional seguiría siendo enorme. Por ejemplo, imagina a dos personas con Ramas que aumentan su fuerza. Una de ellas podría tener la capacidad de incrementar su fuerza un 10% por nivel, mientras que la otra, debido a una habilidad base mucho más poderosa, podría incrementar su fuerza un 50% por nivel. Al final, aunque ambas subieran de nivel, la segunda persona estaría mucho más cerca de sobrepasar a la primera, incluso si ambas llegaran al mismo nivel.
Al llegar a casa, me quité los zapatos y me tumbé en la cama. Cerré los ojos, dejando que el cansancio me envolviera poco a poco. Los ecos de las pruebas y las personas que había observado durante el día se desvanecían con cada respiración, pero mi mente seguía trabajando, dando vueltas a todo lo que había presenciado.
No me preocupaba tanto por el proceso de subir mi Rama de nivel. Sabía que sería difícil, que la mayoría de las personas nunca lo lograrían. Pero algo dentro de mí me decía que mi habilidad era diferente. Mi Rama era única, y aunque fuera más difícil de elevar, su potencial era ilimitado. Si me concentraba, si entrenaba lo suficiente, podría llegar a lugares que pocos podrían imaginar.
El futuro estaba lleno de incertidumbre, pero también de oportunidades. Un sinfín de caminos por recorrer, cada uno con su propio desafío, con sus propios peligros. Mientras mis pensamientos se desvanecían, una sensación de anticipación me recorrió el cuerpo.
¿Qué tan lejos podría llegar?
Esa pregunta me acompañó mientras el sueño comenzaba a arrastrarme. No sabía qué me depararía el mañana, pero algo en mi interior me decía que las cosas iban a volverse aún más interesantes. Y en el fondo, esa incertidumbre, esa sensación de que todo estaba por comenzar, me hizo sonreír, aunque fuera en silencio, sin que nadie lo viera.