Capítulo 46: Qué bien que mientes
Narra Alan
Me encontraba en la cena de inauguración junto a Laura, pero últimamente me sentía extremadamente confundido acerca de mis sentimientos.
Casi no podía ver a Brenda y, cuando lográbamos hablar, pasábamos la mayor parte del tiempo discutiendo. Tenía que admitir que yo mismo estaba empezando a dudar de nuestra relación.
Y creo que ella lo sospechaba.
En la cena-baile, de repente apareció Brenda. Dios mío, se veía tan hermosa. Nunca antes la había visto con un vestido tan provocativo como el que llevaba esa noche.
Decidí que era el momento de hablar con ella, de explicarle lo que estaba pasando por mi cabeza, la confusión que me embargaba. Pero Brenda no quería escuchar, no me dejaba hablar. Solo quería echarme en cara a Laura, y así no podíamos llegar a ningún lado.
- ¿Hablar conmigo? ¿Para qué? Ni siquiera sé si me amas de verdad... - dijo Brenda, con la voz entrecortada por la emoción.
Sus palabras resonaron en mi interior, cuestionándome de manera justa. En realidad, yo mismo no estaba seguro de lo que sentía.
- ¿Por qué me haces esta pregunta? - respondí, tratando de evadir su interrogante mientras la confusión seguía atormentándome.
- ¿Por qué no me respondes ahora? ¿Me amas o no? - me contestó, con lágrimas a punto de brotar.
Entonces, justo cuando estaba a punto de responder, Laura llamó para realizar un brindis. Como yo era su invitado, decidí acompañarla. Sabía que Brenda estaba enfadada, pero ya no sabía qué más decirle para calmarla, así que simplemente la dejé.
Laura comenzó a dar su discurso, agradeciendo a todos los presentes, y luego me agradeció a mí.
Durante todo el tiempo que duró su discurso, mis ojos no podían apartarse de Brenda, que se encontraba entre el público. Sus hermosos ojos estaban a punto de derramar lágrimas, y su presencia no salía de mi mente.
Después de terminar su discurso, Laura me susurró al oído:
- Estoy muy feliz de tenerte aquí, como en los viejos tiempos
Yo simplemente le sonreí, pero en mi interior solo podía pensar en Brenda. En un abrir y cerrar de ojos, Laura estaba frente a mí, a punto de besarme. Me quedé inmóvil, paralizado, sin saber qué hacer. Y cuando finalmente reaccioné, ya estaba besándome. Aunque recordaba sus besos, ya no me producían ninguna emoción... absolutamente ninguna. Fue en ese momento que me di cuenta de que mientras la besaba a ella, en realidad buscaba los labios y los besos de Brenda, mi Brenda...
Reaccioné de inmediato y supe que Brenda debía estar presenciando todo. Me separé bruscamente de Laura y mis ojos empezaron a buscarla desesperadamente. La vi alejándose... mi corazón empezó a latir más rápido al verla retirarse.
- ¿Qué? ¿Qué está pasando? - preguntó Laura, visiblemente alterada.
- ¿Qué te sucede? ¿Por qué me besaste? Laura, nuestra relación terminó hace tiempo - dije, manteniendo cierta distancia entre nosotros.
- Lo sé... lo siento, fue un impulso, yo...
- Tengo que irme - la interrumpí, disculpándome rápidamente. - Lo siento.
Y allí estaba yo, corriendo para alcanzar a Brenda, sintiéndome como un completo idiota por la forma en que la había tratado desde que Laura apareció en escena.
Salí apresuradamente al estacionamiento y logré ver a Brenda subiéndose a su auto. Quería alcanzarla, pero sabía que ya no tendría la oportunidad. Grité "¡Brenda, espera!" pero mis palabras se perdieron en el aire, sin llegar a sus oídos.
Sin ánimos de regresar a esa estúpida cena-baile, subí a mi auto y decidí que necesitaba estar solo. Ir a mi departamento no era una opción en ese momento, así que simplemente comencé a conducir, dejando que la carretera se convirtiera en mi única compañía.
Narra Brenda
Estaba en el auto, sin tener claro a dónde ir. No quería llegar llorando a la casa de Anabela, donde se suponía que me quedaría después de ese estúpido baile. Tampoco quería regresar a mi casa en este estado. Solo deseaba estar sola, en un lugar donde nadie me encontrara, donde nadie me molestara. Quería desaparecer.
Continué conduciendo sin rumbo fijo y, después de unos minutos, llegué al lago donde Alan me había llevado una vez a una cabaña.
Bajé del auto sin tener la intención de quedarme o entrar. Me apoyé en la puerta y, para mi sorpresa, esta se abrió sin querer.
Decidí entrar a la cabaña, aunque no tenía ni idea de quién era su propietario. La última vez que estuve aquí, pensé que era de Alan, pero ahora ya no lo sabía. Vi un sofá y me senté en él, dejando que las lágrimas siguieran fluyendo.
Pasó mucho tiempo desde que empecé a llorar. Solo podía pensar en cómo habíamos llegado a esta situación... Hace tiempo estábamos aquí, tan felices, y ahora... solo podía llorar. Luego limpié mis ojos y, justo cuando estaba a punto de levantarme del sofá para irme, escuché que alguien abría la puerta. Me puse muy nerviosa y sentí miedo. Cualquier persona podía haber entrado. Cuando me giré, vi que era... Alan.
Una parte de mí se sintió aliviada de que fuera él y no un desconocido, pero por otro lado, estaba dolida y no quería verlo.
- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? - dije enojada, sin poder ocultar mi sorpresa.
- Brenda, no puedo creer que estés aquí... te estaba buscando. Necesito hablar contigo... No tenía idea de que estabas aquí, pero algo me decía que viniera. Aunque no esperaba encontrarte.
- Si piensas quedarte aquí, yo me voy. No quiero estar contigo - respondí enojada, cruzando los brazos.
Mientras caminaba hacia la puerta, él tomó mi mano, deteniéndome.
- Por favor, necesitas escucharme, te lo suplico.
- ¿Necesito escucharte? No lo creo. ¿Por qué no le dices eso a Laura? - respondí, tratando de contener mi frustración.
- No te obligaré a que te quedes o a que me escuches. Solo te pido que me dejes hablar contigo y luego tú decides qué hacer esta noche y qué hacer... con lo nuestro. ¿Está bien? - dijo, con una mirada suplicante.
No sabía si debía escucharlo. No sabía qué hacer. Si lo hacía, él podría intentar convencerme con palabras bonitas para "arreglar" esto, o tal vez me lastimaría aún más. Pero la verdad era que no quería irme de allí. Quería estar con él, por muy tonto que suene.
- ¿Me dejarás hablar contigo? - preguntó, mirándome directamente a los ojos.
Ay, odiaba cuando su mirada se encontraba con la mía. Me resultaba imposible negarme.
- De acuerdo - respondí con tono serio, dejando escapar un suspiro. - Quiero ver qué tan bueno eres mintiendo.
- Primero que nada, quiero pedirte perdón por todo. Perdón por haberme comportado como un idiota contigo. Tienes toda la razón, he sido un completo tarado y me disculpo por ello. Perdón por ignorarte, por estar con ella y por lo que sucedió esta noche. La verdad es que hasta hace unas horas estaba confundido. La reaparición de Laura en mi vida me hizo dudar de lo que realmente sentía por ella. Pero cuando me besó, me di cuenta de que en realidad estaba buscando encontrarte a ti.
- ¿Qué dices?
- Cuando la besé, esperaba encontrar el sabor de tus labios, encontrarte a ti. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que tú eres la única a la que amo. Ella es parte de mi pasado, pero tú eres el presente que quiero vivir día a día. Quiero que seas mi futuro... pero para eso necesito tu perdón.
- Yo... yo no lo sé. Si esta vez dudaste de nuestro amor, no me será fácil confiar en ti nuevamente en el futuro... No sé si es bueno confiar en ti.
Alan se colocó frente a mí, arrodillándose en el suelo para que nuestras miradas se encontraran.
- Brenda... mírame a los ojos - me pidió dulcemente.
Yo me negué y giré mi cabeza, pero él tomó delicadamente mi rostro, obligándome a mirarlo a los ojos. Y entonces lo vi, esos ojos color azul cielo que me atrapaban.
- Te amo de verdad y estoy muy arrepentido de lo que hice - me confesó.
Sus ojos tenían algo especial, un brillo que transmitía sinceridad. Quería confiar en él, pero no sabía si debía hacerlo.
- ¿Me perdonarías? - me preguntó, esperando mi respuesta.
Lo siguiente que hice quizás parecía un error, pero no pude evitarlo. Me abalancé sobre él y Alan me rodeó con sus brazos, susurrándome al oído:
- Eres mía, eres mi todo. Eres mi presente y quiero que seas mi futuro. Si no estás conmigo, estoy perdido.
Hizo que nuestras caras se encontraran y nos besamos. Era increíble cómo en un beso podía sentir su sinceridad. Ambos nos amábamos.
Ninguno de los dos se separó un solo instante. Nuestro beso continuó, ahora más intenso. Él posó sus manos en mi cintura y me levantó ligeramente, mientras yo acariciaba su espalda por debajo de su saco.
- No te he dicho lo hermosa que estás esta noche, ¿sabes...?
- Shhhh - dije, poniendo mi dedo índice sobre sus labios. - No hables.
Continuamos besándonos, y la intensidad aumentaba. Mis manos se deslizaron por su pecho, debajo de su saco, mientras él comenzaba a besar mi cuello. Sentía cómo me derretía, no quería que se detuviera. Él me apretaba cada vez más contra él, y con cada beso, el deseo crecía aún más. Luego, sus labios se posaron en mi oreja, y sentí cómo me desarmaba en sus brazos.