Remia, Ajax, Residencia Harch - 8 de Mayo - Año 512
—¡Llegué! —informó Lara, luego de dar algunos pasos dentro de su casa. No tan silenciosa como los días anteriores, oyó murmullos venir de una de las habitaciones que daban al pasillo principal.
—Oh... Hola cariño, ¿Qué tal la escuela? —preguntó su madre, sacando la cabeza por una de las puertas de la sala, aquella de la cual venía el ruido que Lara escuchó apenas entrar.
—Bien... Mañana ya tengo mi primer examen —respondió la chica, mientras caminaba hacia la sala de la cual había visto asomarse a su madre, donde le esperaba una gran sorpresa.
—Hola princesa, ¿Ya volviste? —preguntó su padre, Thomas. Él encontraba sentado en el sillón más grande de la sala, casi al centro de esta.
—Papá... Tú también volviste —respondió la chica, acercándose él con una gran sonrisa en su rostro. No lo veía hacía dos semanas y que hubiera vuelto la hacía demasiado feliz.
—Llegué en la tarde —dijo este, poniéndose de pie dispuesto a acercarse a ella para darle un abrazo. Siempre que tenía que irse por un tiempo extrañaba horrores a su hija... Su única hija. Su princesa—. ¿Qué tal el primer día de clases? —preguntó, con curiosidad luego de separarse de ella al acabar el abrazo.
—Papá... Comencé las clases el viernes de hecho —Lara respondió, con gracia.
—Oh... No lo sabía —rio Thomas, tomando asiento de nuevo— ¿Qué tal tu segundo día de clases entonces?
—Nada mal... Le decía a mamá que mañana ya tengo mi primer examen... Me dieron una bonita bienvenida por lo que ven —respondió Lara, tomando algunos aperitivos que su madre había dejado arriba de la mesa, para luego tomar asiento al lado de su padre.
—Por lo que nos dijeron cuando te inscribimos es que es una escuela muy exigente, quizás debas estudiar mucho, cariño —expresó su madre, algo preocupada.
—Quédate tranquila mamá... Hoy un chico de mi clase me pasó los temas y algunos resúmenes que hizo, así que pasaré la noche estudiando, no pretendo dar una mala imagen apenas ingreso —respondió Lara. Rhys vino a su mente al instante al decir eso. No quiso mencionar su identidad, si él era el príncipe entonces seguramente sus padres sabían de él y se harían una idea de él rápidamente. Lo último que quería era que ellos comenzaran a tocar ese tema, podría contarles ese detalle luego.
—Así que un chico de tu clase, viendo el panorama era esperable... ¿Ya hay alguien que quiere morir? —bromeó Thomas. Aunque un poco de verdad se ocultó detrás de su ironía.
Lara sabía que eso era lo que su padre iba a responder, le pasó con todas las menciones de chicos que le hizo en el correr de tantos años. Ella nunca se interesó por alguno, todos siempre fueron unos patanes que querían estar con ella por aprobación, además de su obvia influencia. Su padre sabía eso a la perfección, él sólo decía que cada que se ponía así cuando ella le hablaba de un chico era porque procuraba protegerla del mundo real, y que él estaría de acuerdo el día que llegara un hombre que realmente fuera capaz de quererla por ser ella; Lara Harch, y no por ser «la hija de» o la miembro de cierto clan.
Su madre pensaba igual que su padre, sin embargo, sus razones eran distintas. Se basaban mayormente en desconfianza hacia ellos, sin importar quienes fueran. Ella era un poco conservadora en consecuencia a la crianza que su familia religiosa le dio, de tal manera, su negación a que Lara tuviera un novio o al menos un amigo varón era por costumbres arcaicas, por la inocencia de su hija, por la decencia, por los valores, y mil cosas más relacionadas a lo mismo. Lara entendía sus razones, aunque no las apoyaba del todo, podía dejar pasar algunas, y aunque jamás haría cosas como las que su madre repudiaba, ya que no era ese tipo de chica, tampoco le gustaba ser tan reservada, en consecuencia a la sociedad la cual se le fue expuesta desde el inicio. Nunca le dijeron que no podía ser lo que quisiera, sin ir más lejos, su propio padre poseía confianza ciega en ella para ser su sucesora, no en sus tíos, quienes podían llegar a serlo sin problemas. Sabía que ser una chica no era una desventaja, sabía que tampoco iba a necesitar un hombre para llegar lejos en su vida, tal vez eso era lo que sus padres siempre le quisieron dejar en claro... Tal vez, era eso lo que ella misma asumía de su propia persona, y por eso no se interesaba en chicos interesados, o simples estandartes de su poder e influencia.
Aunque... Justo él.
—Thomas... Por favor, es sólo un compañero de clase.
Su madre parecía mucho más comprensiva, extraño viniendo de ella. Lara pensó que tal vez era porque aunque las palabras de su padre habían sido irónicas, ambas sabían a la perfección que muy en el fondo había un genuino sentimiento de querer hacerlo... Sólo que no lo mostraba tan deliberadamente.
—Claro papá, no es lo que tú crees, sólo lo hizo por solidaridad... Parece ser un buen alumno, es el primero de la clase, así que se agradece su ayuda —explicó la chica.
—Ya veo... Pero no quita que deba comenzar a preocuparme por ese tipo de situaciones, no voy a permitir que nadie lastime a mi hija —Thomas lo dijo con tanta seriedad que el ambiente se notó apagado. Hasta que Lara desapareció la tensión con sus siguientes palabras.
—Créanme los dos, si algún día me gusta una persona ustedes serán los primeros en saberlo, no pretendería ocultarle algo así de importante a ambos —dijo Lara, con tranquilidad. Ella no tenía en mente enamorarse en ese momento, aunque era algo que inminentemente sucedería, todavía lo veía lejos, y sólo anheló que siguiera así por lo menos algunos años más.
—Te creemos, mi niña... Ambos confiamos en ti y también queremos protegerte, sé que no va a ser posible hacerlo por siempre, pero sabemos que serás una adulta responsable e independiente... Incluso cuando no estemos tú podrás salir adelante —aseguró Thomas.
Lara notó que su padre estaba extrañamente optimista y sentimental... Eso no significaba que nunca lo fuera, normalmente acostumbraba demostrar su amor hacia su esposa e hija, pero de lo que Lara se percató fue la sensación de que él se había dado cuenta que ella estaba creciendo y que se terminaría separando de ellos inevitablemente, y aunque no quería pensarlo, la apenó un poco.
—No pienso alejarme de ustedes... Si es eso lo que piensan que sucederá —respondió la chica.
La agudeza de Lara era alta, pudo comprender a donde iba esa conversación sólo notando como sus padres cambiaron su rostro al referirse a su ausencia... Quizás era verdad que ella iba a poder salir adelante, pero no era momento de pensar en una situación que realmente estaba muy alejada de ellos.
—Sólo lo decía como un pensamiento aislado que he tenido desde que naciste, todos los hijos crecen, y lo único que nos queda a los padres es ver como ese proceso transcurre, procurando protegerlos y educándolos con propiedad... Lara, tú tienes diecisiete años, en dos años te graduarás y comenzarás la universidad, más adelante seguirás tus sueños, encontrarás a alguien que te acompañará en tu vida y formarás una familia como la nuestra... Lentamente te irás separando de nosotros incluso sin haberte dado cuenta, y eso no es malo, significa que has avanzado como persona, y eso nos hará orgullosos de todas maneras, estés con nosotros o en el otro lado del mundo, siempre seremos tus padres y tú siempre serás nuestra hija... Y créeme, si tengo que mover el mundo entero para que tú seas feliz lo haré, porque al final de todo, eres lo único que nos quedará.
Las palabras de su padre la emocionaron hasta las lágrimas... No sólo a ella, a su madre también y aunque lo disimuló muy bien, Thomas también había dejado caer algunas lágrimas, ese discurso terminó por conmover a todos.
Lara se lanzó a los brazos de su madre, y se escondió en ellos, no podía parar de llorar, y ese ambiente le trajo algunos recuerdos de cuando hacía lo mismo en su niñez y esto aumentó aún más las lágrimas que caían por su rostro... Thomas se acercó a ellas y les dio un abrazo mientras acariciaba el pelo de su hija.
—Por favor, jamás se vayan de mi vida... No saben cuánto los amo y los necesito. —Aunque casi ni se escuchó por el llanto que lo acompañaba, el pedido de Lara fue claro.
Thomas y Marie se miraron ambos con una sonrisa, a ellos también les trajo algunos recuerdos que Lara estuviera llorando en sus brazos y confirmaron que incluso aunque ella había crecido, todavía era su hermosa pequeña, y tal como ella se los pidió, jamás la dejarían sola.
—Claro que lo sabemos hija, los padres lo saben todo... Y créenos, no nos iremos de tu vida jamás.
Horas después...
Remia, Ajax, Residencia Windsor - 8 de Mayo - Año 512
Rhys estaba sentado frente a su computadora mientras escuchaba algo de música. Su padre todavía no había llegado, así que no pudo hablar con él, tendría que ser al otro día. Aun así, en ese momento se encontraba tranquilo leyendo algunos libros virtuales, estaba por terminar el cuarto cuando sintió su teléfono vibrar sobre el escritorio. Este estaba boca abajo, no pudo ver quién llamaba.
—Que extraño —dijo, quitándose sus auriculares. Luego de tomar su celular pudo ver la pantalla al darle vuelta y distinguió el nombre con el que había agendado a Lara Harch. ¿Ella? ¿Qué quería?—. Habla Rhys... —atendió.
—Hola Rhys... Soy Lara Harch, ¿Me recuerdas? —preguntó ella, del otro lado de la línea.
Rhys nunca había hablado por teléfono con ella, sin embargo, comparada a esa mañana, la escuchó con una voz distinta, como si hubiera estado llorando, o algo por el estilo. Podía reconocer tal tono de voz ya que había tenido varias llamadas telefónicas con Ashley luego de que ella estuviera llorando. Era extraño.
—Oh, claro que lo hago... Hola Lara, ¿Necesitabas algo?
—De hecho sí, estaba estudiando para el examen de mañana... Por cierto, te agradezco de nuevo por tu ayuda, me has salvado la vida con tus resúmenes.
Rhys se percató que había repetido lo mismo que ella le había dicho esa mañana, pero si se lo agradecía tantas veces era porque realmente le habían servido.
—De nada, es lo mínimo que podía hacer.
Esa mañana había actuado demasiado arrogante con ella, por lo que intentó ser modesto para no darle una mala imagen, aunque ya lo había hecho.
—Rhys... Quizás te parezca atrevida al hacerte esta pregunta, después de todo apenas nos conocemos... Pero quiero que me acompañes en algo, ¿Qué dices? —ella preguntó.
—Emm, ¿Acompañarte? —Rhys le hizo notar su confusión en su pregunta.
—¿Puedes ir a la dirección que te enviaré, en unos treinta minutos? Te lo pido a ti porque siento que eres confiable, además de que seguramente conozcas Ajax mejor que yo.
—No lo sé... Aunque mi madre me haya dicho que no estoy castigado quizás le moleste que salga a esta hora... Pero si quieres te puedo avisar.
En realidad su madre no iba a tener problemas, pero su mente estaba comenzando a formular tantas ideas que si seguía hablando con ella por más tiempo terminaría diciendo algo que no debía, además de que necesitaba analizar mejor la situación.
—Oh claro... Puedo esperar, envíame un mensaje cuando sepas la respuesta... ¿Sí?
—Sí, claro, ¿Tienes alguna hora límite?
—Emm... Si, 11:00 p.m... Mas tarde se me hará imposible.
—Bien, te aviso luego, Lara... Adiós.
—Adiós Rhys... Espero tu mensaje —soltó, antes de cortar.
«Por Sun, esta chica... ¿Qué es lo que tiene?», pensó Rhys, lanzando su cabeza hacia atrás. Respiró hondo y soltó un gran suspiro mientras giraba en su silla. Ya no sabía ni qué pensar.
—Rhys, ¿Quieres...? —Demian paró cuando al entrar a la habitación de su hermano abruptamente lo vio con la cabeza dada vuelta—. ¿Qué haces? —preguntó confundido.
—Nada... Sólo estaba estirando mi cuello —respondió Rhys acomodándose en la silla.
—¿Qué pasa contigo Rhys? Las chicas te tienen loco últimamente —bromeó el chico.
—Oh, qué gracioso eres, Demian... ¿Mamá ya te contó? —preguntó Rhys, con cierta molestia causada por la broma de su hermano.
—Ey, no te enojes, fue sólo una broma... Y si, tú sabes que mamá me cuenta todo... En fin, lo que venía a decirte, ¿Quieres helado? —preguntó, sacando un pote de la bolsa que cargaba consigo.
—No gracias... Ya estoy lleno —Rhys declinó su oferta, dándose la vuelta en la silla para enfrentar la computadora de nuevo.
—Lo que digas Rhys, sólo era eso —dijo Demian, también dándose la vuelta, pero cuando estaba por salir de la habitación Rhys lo paró.
—Espera... Quiero que me digas algo —soltó, interrumpiendo el paso de su hermano.
—Sí, claro... ¿Qué pasa? —preguntó el chico, cerrando la puerta. Caminó hasta sentarse al lado de Rhys.
—Quiero que seas totalmente sincero conmigo; ¿Crees que pueda llegar interesarme en una chica? —preguntó Rhys.
Las incesantes risas de Demian que vinieron luego de su pregunta lo hicieron molestar mucho. ¿De qué se reía? Había sido una pregunta seria.
—Rhys, no puede ser, realmente no puedo tomarme en serio la pregunta que me acabas de hacer —respondió Demian, tomando su estómago, sin poder parar de reír.
—¿Cuál es la parte graciosa, Demian? Sólo hice una pregunta —inquirió Rhys, haciendo notar aún más su molestia.
—Bien... Vamos por partes, primero lo primero; ¿Tiene que ser una chica en específico? —preguntó Demian, calmando sus risas. Al ponerse serio irguió su postura.
—Sí... Es sólo una chica, Demian, no soy un mujeriego —respondió Rhys, desconcertado. No se imaginaba que su hermano creyera eso sobre él.
—Sólo quería asegurarme... Vamos bien entonces, ¿Quién es?
—Es nueva, llegó a mi clase hace tres días, y por eso te estoy preguntando esto... Es extraño que me sienta distinto cuando hablo con ella.
—¿Distinto? Ya veo... Estás enamorado de ella, realmente jamás pensé que eso sucedería —Demian continuó con su ironía.
—¿Ves? Yo tampoco, pero es que ella es tan... No lo sé, es diferente, su figura me cautiva, me hace sentir cosas —Rhys se sinceró, bajando su mirada algo sonrojado. Sí que se le hacía difícil hablar de esas cosas.
—No, no puede ser real lo que estoy escuchando —negó Demian, comenzando a reír otra vez—. Rhys, estás totalmente prendado a ella, y apenas pasaron tres días... Por Sun, no puede ser, Rhys... No, no, no, yo ya no puedo escucharte más, lo siento —añadió, sin poder creerlo. Sólo reía sin parar con sus manos en su rostro.
—Demian, ¿No crees que estás exagerando? Sólo me gusta una chica por primera vez, es hasta normal, tengo quince años, tendría que suceder en algún momento.
—Bueno, tampoco nos pongamos muy técnicos... Ahora realmente lo que importa, ¿Qué vas a hacer con las otras chicas que están detrás de ti?
—Nada, ¿Qué tendría que hacer? —preguntó Rhys, alzando sus hombros en señal de confusión.
—¿O sea que Ashley está libre? —preguntó Demian, de repente.
Rhys notó una media sonrisa dibujada en su rostro cuando le dio una mirada, ¿Acaso estaba ilusionado?
—¿Y eso a qué viene? Tú sabes que Ash siempre estuvo libre, no tienes por qué preguntármelo —respondió.
—Emm, sí, lo sé, tenía que asegurarme. —Demian bajó la mirada.
—Ella es muy grande para ti, Demian, puedes esperar algunos años, cuando tengas la edad suficiente para que ella se fije en ti.
—En unos años ella ya encontrará a otra persona, yo también son consciente de la diferencia de edad que nos limita... Pero esperar tanto tiempo sería desperdiciarlo.
—Mira lo que tardé en enamorarme, tú apenas tienes nueve años, ella sólo te parece linda, nada más... Esperar un tiempo hasta que comprendas mejor tus sentimientos es el único camino que puedes tomar, ahí te darás cuenta si realmente te gusta ella, o es sólo admiración... Además, es lo más sensato y correcto.
Rhys no se consideraba bueno dando consejos, sin embargo, más que un consejo, en ese momento sintió que tenía que dejarle una enseñanza a su hermano. Demian podía ser razonable con él, claro que sí, pero porque lo conocía más que nadie, y le era fácil remarcarle sus errores, sin embargo, en el resto de cosas, él siempre tendría la delantera, y su deber iba a ser marcarle el camino para que no cometiera errores en base a ciertos deseos incomprendidos. Como lo que sentía por Ashley.
Ashley podía ser una buena chica, hermosa y comprensiva, podía ser incluso un buen partido para Demian, pero ella era siete años mayor a él, y en ningún lugar del mundo una relación entre una chica de dieciséis años y un niño de nueve podía funcionar, para nada. Dejando de lado incluso conceptos morales, tales como la diferencia de edad y el estatus de cada uno, yendo únicamente a lo emocional, ellos estaban de alguna que otra manera, en diferentes etapas, no pensaban lo mismo, no iban a sentir lo mismo jamás. Y Demian debía entender eso, él era su hermano mayor para hacérselo saber, a pesar de que tal vez eso rompiera sus ilusiones, pero no había otra manera.
—¿Sabes? Mejor no hablemos de eso, es algo que ya tengo en claro, estábamos hablando de ti en realidad. —Demian volvió al tema inicial—. Esta chica... Te gusta, ¿Cierto? —preguntó.
—Supongo que sí —Rhys asintió.
—¿Irás a por ella?
—Todavía es muy temprano, apenas la conozco, quizás debería pasar más tiempo con ella y asegurarme que no es únicamente una atracción física.
—Espera, o sea que te gusta su físico, ¿Es tan linda como para que te fijaras principalmente en ello?
—Pelirroja, ojos azules, rostro hermoso y alta, su altura ayuda a que tenga piernas largas, estas se notan demasiado cuando usa la falda del uniforme —respondió Rhys, pensando al instante en ella. Vaya, su imagen se había quedado pegada en su cerebro, era imborrable.
—Vaya, por lo que veo no perdiste nada de tiempo en mirarla de pies a cabeza... Esto es complicado, Rhys, no sé qué decirte realmente... Sólo puedo desearte suerte, nada más.
—Gracias, creo... Aunque tal vez ni siquiera la necesite.
—¿Por qué lo dices?
—Demian, soy todo lo que alguien quisiera ser... Si ella no cae por mí todo lo que venga después no será suficiente.
—No digas eso... Puedes ser muy inteligente, talentoso y todo lo que quieras, pero con esa actitud tuya ninguna persona podrá apreciarte en serio.
A Demian no le gustaba que Rhys hablara asi. Lo veía innecesario, ¿Para qué intentar siempre dejar en claro que eres el mejor? ¿Acaso no era obvio? Sólo la presencia de Rhys era la respuesta. Pero así era su hermano, cambiarlo iba a ser imposible, de todas maneras lo amaba, fuera como fuera.
—¿Tú no me aprecias? —preguntó Rhys, mirándolo de reojo.
—Soy tu hermano, conozco a la perfección todo lo que te hace ser Rhys Windsor... Y créeme, tienes más defectos de los que alguna vez podrás llegar a demostrar —aseguró el chico.
—Nunca me puse a pensar y a analizar lo que se supone tengo como defecto... ¿Sabes? Yo siento que normalmente lo más cercano a un defecto de mi parte es lo que me rodea... El instituto, las personas, mis «amigos», mi familia, el gobierno, el reino, el mundo... Todo eso me limita, Demian, no sé si alguna vez podré explotar con totalidad mi potencial a causa de vivir en una burbuja de la cual no puedo salir.
—Quizás tengas razón, pero, ¿Sabes? Algún día llegará el momento en el que el cielo ya no será suficiente, y la caída será inevitable, cuanto más alto hayas llegado, más fuerte te golpearás contra el suelo... Y ahí, Rhys —dijo Demian, poniéndose de pie—. Ahí realmente necesitarás la suerte de tu lado... Porque todo eso que alguna vez te limitó, ya no estará para ti, y te encontrarás solo... Frente a una inmensa oscuridad... Veamos que hará tu talento en ese momento —agregó, antes de abandonar la habitación cerrando la puerta después de él.
«No puedes tener una conclusión así con nueve años, maldita sea... Quizás tengas razón tú también, Demian... Veremos a quien se la terminará dando el tiempo», pensó Rhys, dando un giro con su silla, esta paró justo en el momento en el que su mirada apuntó a la ventana. La noche se iluminaba con la brillante luz de la luna y las estrellas.
—«Todo eso que alguna vez te limitó ya no estará...», incluso hasta lo veo necesario, Demian —dijo, apreciando la luna en lo alto del cielo. Iba a ser una noche larga.
Mas tarde en la noche...
Remia, Ajax, Distrito Neon - 9 de Mayo - Año 512
—Creí que no vendrías.
Lara notó la figura de un joven recostado en una camioneta moderna, color negro, este se encontraba concentrado en su celular, pero cuando ella le habló él alzó la mirada.
Al alzar su mirada primero se fijó en su vestimenta; una falda de jean color marrón claro, una blusa beige que la hacía lucir resplandeciente, y un par sandalias de tacón que acompañaban el conjunto. Rhys nunca la había visto con ropa casual, y nunca había estado tan agradecido de hacerlo. Mientras ella caminaba con esa sonrisa en su rostro dejaba paso a un toque hermoso en su persona con cada movimiento.
—No dejaría plantada a una señorita a estas horas de las noches —respondió Rhys, esbozando una simpática sonrisa.
Luego de hablar con su hermano, y pensarlo por algunos, tal vez demasiados, minutos, decidió por enviarle un mensaje a Lara confirmando su respuesta. Asi fue como ella le respondió con la dirección del lugar donde se iban a encontrar; el Distrito Neon, el lugar del lujo de la ciudad de Ajax, rodeado de casinos, hoteles, tiendas, bares, cafeterías y centros comerciales. Si mal no recordaba algunos de los hoteles y edificios que se encontraban ahí eran propiedades de WindsorCo... El conglomerado del cual era propietario su clan.
—Vaya, que caballero... Gracias por venir, Rhys Windsor, ¿Al final no te castigaron? —preguntó ella, riendo.
—Algo por el estilo, mamá me dijo que tengo que limpiar la casa por toda la semana, no es un gran castigo, pero intentó hacer lo posible.
—¿Por qué dices eso? ¿Acaso no quería castigarte?
—¿Mamá? Por favor, ella es la persona más bondadosa que conozco, no es que no quisiera, únicamente no puede, va contra sus principios.
—Vaya, si yo me peleara en la escuela mis padres estarían muy enojados.
—Mamá estaba enojada, pero se le pasó rápido, como te dije, es antinatural para ella actuar de esa manera.
—¿Y tu padre? —ella preguntó.
Él sabía que esa pregunta llegaría. Suspiró prolongadamente en preparación para responder.
—Oh, mi padre... Es una larga historia, podemos hablar de eso más tarde... ¿Por qué me llamaste? —preguntó, cambiando de tema.
—Sí, eso... ¿Podemos ir a esa cafetería que está ahí? Al parecer trabaja las veinticuatro horas —preguntó ella, señalando un negocio que se encontraba en la esquina de una calle peatonal. Las luces iluminaban como el sol, ni siquiera parecía de noche—. ¿O sólo puedes estar cerca del auto? —preguntó confundida, notando que él no se había movido.
«La cafetería donde trabaja Gia», pensó Rhys al reconocer el lugar.
—Claro que puedo, él solo me trajo —señaló Rhys, y con un pequeño toque de su dedo golpeó la ventanilla del conductor. Cuando esta se bajó su chofer sacó la cabeza.
—¿Pasa algo, jefe? —preguntó Hector.
—Puedes retirarte, Hector, me quedaré aquí, luego llamaré un auto del Parlamento, para no molestarte tan tarde —explicó Rhys.
—Oh jefe, no pasa nada, puedo venir a buscarlo a cualquier hora.
—Quédate tranquilo, además en la mañana debes de llevar a mis hermanos al colegio, es mejor que estés bien descansado.
—Entiendo jefe, tenga cuidado, ¿Si? —dijo el chofer, encendiendo el auto.
—Lo tendré Hector, recuerda decirle a mamá donde me dejaste, para que no se preocupe —avisó Rhys.
—Lo haré... Nos vemos jefe.
El auto arrancó y se fue al instante. Ante esto Rhys se dio la vuelta y estiró su mano. Lara lo miró confundida.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Toma mi mano, es mejor que estemos juntos en este lugar, aunque no lo parece es un tanto peligroso para personas de nuestra edad, sin contar que si los hombres de negocios que pasan la noche aquí ven a una chica tan hermosa como tú intentarán ligar contigo... Prefiero que eso no suceda —respondió Rhys, volcándose a la seriedad.
Lara apreció su preocupación y tomó su mano sin responder nada, al alzar su mirada hasta su rostro notó como este se había vuelto imponente, incluso algo intimidante.
—Creí que era el lugar más seguro de la ciudad... O al menos eso decía en internet —dijo Lara, afianzándose a la mano de Rhys. Así fue como comenzaron a caminar hacia la cafetería.
En esa caminata que tuvieron notó que él tenía razón, había muchos hombres adultos vestidos de trajes, saliendo y entrando de edificios y autos lujosos. Los hombres la miraban de una manera asquerosa y lasciva, ella no entendía mucho sus miradas, sin contar el hecho de que casi no se daba ni cuenta de eso. Pero Rhys, quien conocía a la perfección lo que eso significaba se volvía amenazante. Cada vez que veía a un hombre mirándola dirigía sus ojos hacia él. Apenas este movimiento de Rhys sucedía, los hombres bajaban su mirada ante la intimidación del chico y seguían su camino... Fueron cuatro o cinco, Rhys no los contó bien pero seguía dándole asco que eso sucediera tan seguido, ¿Quién sabe qué habría pasado con Lara si él no se encontraba con ella?
—No creas todo lo que ves en internet, aunque este lugar sea el del índice de criminalidad más bajo de toda la nación no quita que su peligro no radica en los criminales... Si no en las personas que están podridas por dentro y les encanta arruinar la vida de los demás —soltó Rhys, entre dientes.
—Puedes quedarte tranquilo de todas formas, tengo un guardaespaldas que nos está siguiendo desde que llegué al lugar, si él está aquí estaremos a salvo —informó Lara, haciendo una señal a sus espaldas.
Rhys se volteó y ahí lo pudo ver, a unos metros suyos. Un hombre alto y corpulento, de traje negro. Cuando intentó hacer lo mismo que hizo con los otros hombres con su mirada, este solamente le respondió con el mismo gesto y sonrió... Vaya, al parecer era uno de los suyos. Rhys también sonrió e hizo una seña con su mano libre.
—Ya lo ubiqué, parece ser un tipo confiable —dijo, asintiendo inconscientemente.
—Mi familia es muy precavida en ese sentido, aunque puedo cuidarme sola ellos prefieren que siempre haya una persona acompañándome... Y más en una ciudad nueva, a estas horas, donde no conozco nada ni a nadie, ¿Contigo no es igual? —preguntó ella, dirigiendo su mirada hacia él de nuevo.
—No, soy el príncipe, todos saben quién soy, no intentarán pasarse de listos conmigo porque no quisieran saber lo que mi padre les haría... Pero aunque eso sucediera, no es totalmente necesario, yo también puedo cuidarme solo —aseguró Rhys, con cierto orgullo.
Lara notó que él no tenía nada especial en torno a sí mismo, solamente era talento puro, no era como ella ni como su padre. Aunque viniendo de la familia que venía, no podía descartar esa posibilidad.
—Llegamos —avisó él, abriendo la puerta al momento—. Pasé señorita. —La sostuvo dejándole el paso a Lara, con su mano a media altura.
—Gracias —agradeció Lara, con una sonrisa. Le estaba comenzando a gustar que la llamara «señorita».
Lara se adelantó en el pasillo de entrada, estaban llegando a la recepción cuando sintió un toque en su hombro.
—¿Reservaste una mesa o algo? —preguntó Rhys, quien venía caminando detrás de ella.
—Emm, no... ¿Tenía que hacerlo? —preguntó ella, dándose la vuelta. Lo miró con confusión.
—Claro, este es un lugar muy concurrido y exclusivo, no puedes sólo venir y tomar asiento... Pero quédate tranquila, yo me encargo de eso —respondió él, mientras ambos llegaban a la recepción—. Buenas noches, Gia —saludó a la chica de la recepción con simpatía.
—Oh, buenas noches Rhys Windsor, ¿Qué haces por aquí a estas horas? —preguntó la chica, con confianza.
Lara se percató de que al parecer él había visitado el lugar antes.
—Es sólo una salida, pero fue de último momento por lo que no hicimos una reservación, ¿Puedes arreglarlo? —preguntó Rhys, apoyando su codo en el mostrador de la recepción.
Su postura demostraba su soltura, Lara no podía llegar a comprender con totalidad como había cambiado ese tono serio que tenía unos momentos antes a esa personalidad carismática que ahora mostraba con tanta facilidad.
—Claro... ¿La mesa de siempre? —preguntó la chica, tecleando frente al monitor de la computadora.
—Asi es —asintió Rhys, sacando una tarjeta de su cartera.
—Ey, ¿Qué vas a hacer? —preguntó Lara en voz baja cuando lo vio estirar su mano sobre el mostrador.
—Pagar la mesa, para que no nos hagan problema después —respondió él, con obviedad.
—¿Por qué vas a pagar tú? Fui yo quien te invitó, déjame pagar a mi —insistió Lara.
—Pero no tengo problema en pagar, ¿En serio quieres hacerlo tú? —preguntó Rhys, confundido.
—Sí, claro... ¿Aceptas tarjeta de Fons? —le preguntó a la recepcionista mientras revisaba en su cartera.
—Si es internacional sí... Si no debe usar una de Remia.
—Sí, es la internacional... —respondió ella, dejando ver su reluciente tarjeta dorada.
Rhys la apreció de reojo y sonrió... Asi que ella era una chica rica, muy rica. Era muy difícil conseguir una tarjeta dorada internacional, incluso para personas con mucho dinero. En realidad, la obtención de la tarjeta se basaba mayormente en la influencia que tuviera el titular, era algo así como una medición de poder, marcaba el límite entre las personas ricas y la élite. Aun así, no era sólo una medición de poder como tal, también se basaba mucho en el dinero que la persona tuviera, sin ir más lejos; el patrimonio del titular debía superar, como mínimo, los cien millones de Exs o de Rems.
Él tenía la suya como una extensión de la su familia, pero no la usaba casi nunca, mayormente su familia pagaba sus gastos... O mejor dicho, sus padres. Su madre más que nadie. Ella era, además de su figura política y noble, la heredera y propietaria de una gran parte del conglomerado del clan Windsor: WindsorCo. Algo más del 40% debido a la herencia de su madre y padre. Obviamente ese porcentaje no era de ella en su totalidad, ya que se tendría que dividir en algún momento entre sus tres herederos, o sea; Rhys y sus dos hermanos.
Él sabía que era poseedor una inmensa cantidad de dinero, casi imposible de imaginar. Casi tanto como la de Lara, aun así, le pareció interesante, e incluso atractivo, lo modesta y honesta que ella se veía, en su personalidad más que nada, ya que podía hacer una lista de todas las marcas de lujo que rodeaban su vestimenta o sus accesorios, pero eso no significaba nada si ella no quería aparentar lo que era, aunque eso era sólo una ligera apreciación de su parte, no podía asegurar nada, apenas la conocía, pero no creía poder equivocarse. Estaba seguro que ella lo terminaría por sorprender... Claro que para bien.
—Listo, déjenme guiarlos hacia su mesa —dijo Gia, luego de que Lara pagara.
Rhys se adelantó cuando ella comenzó a caminar, y mientras Lara guardaba todo lo que había sacado de nuevo en su cartera, ya había acomodado la mesa.
—Ven, siéntate —indicó, sacando su silla.
Él había sido demasiado servicial toda la noche. A ella le seguía sorprendiendo su caballerosidad.
—Gracias de nuevo, Rhys... ¿Sabes? ¿Así eres con todas las chicas? —preguntó ella, con sugerencia.
—Lo siento, es la costumbre, mi madre se enojaría si se llegara a enterar que no actúo así, ella me enseñó de esta manera —respondió Rhys, entre risas, mientras tomaba un asiento.
—Quieres mucho a tu madre, ¿No es asi? Hablas mucho y muy bien de ella —preguntó Lara, dándose cuenta de eso.
Desde que lo conoció lo único que escuchaba de él era de su madre. Incluso había desviado la conversación sobre su padre, sintió que había algo raro en su relación con ambos.
—Es que ella es la mujer de mi vida prácticamente... Ella y mis hermanos son mi todo, lo más importante que tengo, y no los cambiaría por nada en el mundo —respondió él, con una sonrisa plasmada en su rostro.
Ella notó como cada una de sus palabras irradiaba una gran honestidad y aprecio. No mentía cuando hablaba de ellos.
—¿Tienes hermanos? —preguntó Lara, sorprendida. Podía incluso esperárselo, pero con esa personalidad que tenía, no se lo imaginó—. Creí que eras hijo único... Como yo.
—Para nada, tengo dos hermanos menores... Demian, de nueve, y Vlas, de tres... Ellos son algo asi como mi contraparte, pero al mismo tiempo, como te lo dije, mi todo... Si hay personas a las cuales amo en este mundo son a ellos, todo lo que hago es por ellos, y pretendo que ellos sean felices por sobre mí, siempre... Porque yo ya lo tengo todo, tengo mucho más de lo que puedo desear, y mi prioridad es que ellos no se pierdan en el camino que estoy siguiendo, no quiero terminar solo, quiero que, al menos, una vez en mi vida algo perdure en ella... Para siempre.
La euforia en su voz se fue desvaneciendo a medida que avanzaba en su explicación, al final, sólo quedó una leve sensación de melancolía en su mirada.
—Yo también siento lo mismo hacia mis padres... A veces, aunque sintamos que podemos hacer las cosas solos, no es asi, y es necesario estar acompañado, por eso amo su compañía, su presencia en mi vida es la razón por la cual sigo adelante todos los días —ella lo acompañó en sentimiento cuando a medida que decía eso recordaba lo sucedido en la tarde con sus padres. Al parecer fue una señal del destino.
—Asi es... Estar acompañado es lo mejor, aunque a veces es inevitable sentirse solo, tú sabes, cada uno tiene sus propios problemas de los cuales debe encargarse... Si quiero que las personas que amo sean felices no puedo cargarlos con esos problemas, tengo que resolverlos yo solo, creo cuando eso sucede es cuando más me vuelvo frio y arrogante... Ese es el escudo que uso ante las adversidades, porque aunque no lo parezca, la vida a veces se vuelve complicada.
Fue una sorpresa inmensa, a Lara le pareció que él era mucho más maduro de lo que parecía. Sus palabras estaban llenas de profundidad y existencialismo. En sólo un par de diálogos fue capaz de ver a través de los sentimientos de un chico que apenas conocía... Lo más extraño no era eso, lo más extraño era que él fuera capaz de permitirse abrirse ante ella.
—¿Por qué me dices eso de la nada? Digo, apenas nos conocemos, todos dicen que tú eres alguien demasiado cerrado y que no eres de hablar sobre eso con nadie... ¿Tengo algo especial?
«Sí, lo tienes», pensó Rhys, bajando su mirada.
Realmente no sabía qué responder, no se había dado cuenta de todo lo que le había dicho, ni siquiera cómo, creyó que solamente estaban hablando de su vida, en cualquier otro contexto sabría qué decir, sabría cómo actuar, pero frente a ella se había quedado confundido, paralizado.
Probablemente sintió una sensación de resguardo frente a ella, tal como sentía cuando hablaba con Demian o con su madre... Pero a ella apenas la conocía, ni aunque le gustara debería haber dicho todo eso. Era algo que no había hablado ni siquiera con Jake o Ashley, a quienes realmente consideraba sus mejores amigos... Era extraño... Mas que eso, era magnético, ella le daba seguridad, pero no sabía por qué.
—Por esa misma razón... Apenas nos conocemos, creo que ya sabes como todos me ven, todos me conocen de una manera, en consecuencia a esa manera sólo hay dos posturas que tomar hacia mí... Odiarme o adularme como si fuera un dios... Por eso con nadie pude alguna vez tener una conversación como la que estoy teniendo contigo, y como apenas nos conocemos sé que serás objetiva y neutral ante todo lo que digamos... Además de eso, me das cierta seguridad, creo que puedo confiar en ti... ¿No es asi, Lara? —preguntó, esbozando una cálida sonrisa.
Frente a esta mueca Lara quedó hipnotizada. ¿Por qué esa sonrisa la hizo estremecerse de tal manera?
—Claro que puedes confiar en mi... De hecho, yo tampoco nunca antes tuve una conversación asi con alguien, pasé toda mi vida de colegio en colegio y jamás hice verdaderos amigos en los cuales pudiera confiar... Sólo están mis padres, pero hay cosas que se me hacen imposibles de contarles, a pesar de que sé que ellos me entenderían, me sucede casi lo mismo que a ti, ¿Es algo difícil ser un adolescente, no?
—Mas que difícil lo veo como un desafío, tantas cosas nuevas que experimentamos, tanto que aprendemos y tanto que dejamos atrás... Es algo asi como descubrir en su totalidad un mundo que, cuando éramos niños, se veía demasiado lejos.
—Yo de niña deseaba ser una adolescente, ¿Tú no?
—Sí, y no... Creo que si te explico en totalidad mi situación te aburrirías, además de que tardaría demasiado y se nos iría la noche... ¿Y si mejor que me dices por qué estamos aquí? —preguntó Rhys, cambiando de tema.
Lara cayó en cuenta de eso tarde, ya se había olvidado de por qué lo había llamado en primer lugar.
—Oh, sí... Dime, ¿Trajiste los libros que te pedí? —preguntó, sacando su computadora de su bolsa. La dejó sobre la mesa.
—Sí... ¿Para qué los necesitabas? —preguntó Rhys, haciendo lo mismo que ella pero con sus libros de estudio.
—Quiero estudiar contigo —respondió Lara, con una sonrisa.
Rhys se paralizó.
—¿Qué? ¿Estudiar conmigo? —preguntó, riendo. No se lo podía creer.
—Claro... Eres el primero de la clase, además, tú no harás este examen, por lo que pensé que podrías ayudarme, tenemos sólo cinco horas para que pueda ponerme al día, ¿Crees que puedas lograrlo?
—¿Acaso me estás retando? Me tomo muy en serio ese tipo de desafíos —declaró Rhys, llenándose el pecho de orgullo.
—Veamos lo que tienes entonces, Windsor. —Sonrió Lara...
Él le devolvió la sonrisa. Y comenzaron.
Horas después...
Cuatro horas pasaron; cinco libros, cientos de artículos, cerca de ocho tazas de café y una docena de sándwiches. Cuando el reloj de Lara marcó las 5:30 a.m pararon a descansar. Ella estaba exhausta, pero Rhys parecía no querer parar, era capaz de explicar tantas cosas por minutos que a Lara le pareció increíble, era extraordinaria su capacidad para comprender y recordar hasta el más mínimo detalle de todo lo que estudiaba. Él estaba a otro nivel, además, se notaba a leguas que le encantaba ese ambiente.
Cuando el último libro de estudio se cerró, Lara se lanzó hacia a atrás apoyándose en el respaldar, y suspiró. Rhys la miró, riendo.
—¿Qué sucede, señorita? Al parecer no fuiste capaz de seguirme el ritmo —dijo, con sagacidad.
—Lo tengo que aceptar, Rhys, eres un caso aparte, tu nivel es asombroso —respondió Lara, cerrando su computadora, para luego guardarla dentro de su bolsa—. ¿Y bien? ¿Cómo me ves? ¿Crees que pueda pasar el examen? —Buscó una resolución mirándolo a los ojos.
«¿Y esa mirada?», pensó Rhys, divisando el hermoso color de ojos de Lara. Eso se podría convertir en su debilidad, si tan solo ella quisiera.
—Es solamente un examen de rutina, hay uno todos los meses, no es la gran cosa, pero si no estás preparado puede tornarse complicado... En tu caso —paró, bajando la mirada—. Tuviste suerte de tenerme a mí como tutor... Aprobarás con facilidad. —Sonrió.
—¿En serio? —preguntó Lara, aliviada—. Mejor así entonces, gracias por ayudarme, Rhys... Creo que sin ti no lo hubiera logrado —agradeció, soltando una sonrisa.
«Por Sun, ¿Qué tiene esta chica?». Fue la misma pregunta que se hizo horas antes, luego de su llamada.
Cada gesto, cada palabra, cada movimiento, cada una de sus actitudes... ¿Por qué lo confundían tanto? No encontraba razones, no tenía razones. Su ser lógico desapareció, incluso siendo la persona más inteligente y adaptable a cualquier ambiente, con ella sólo era alguien más, no podía envolverse en ese caparazón que lo ayudaba a alzarse sobre los demás, no podía dejarla pasar... Solamente quería volver a escuchar su voz y verla sonreír... Una y otra vez. Sentía que no se cansaría de eso jamás.
—De nada —respondió Rhys, echándole un ojo a su reloj—. Ey, en dos horas entras a clase, deberíamos de irnos ya, ¿No crees?
—Oh, sí, claro... Puedes adelantarte, pagaré la cuenta —respondió Lara, buscando en su bolsa.
—No... Adelántate tú, yo pagaré esta vez, tú ya pagaste la mesa.
—¿Seguro?
—Sí, no hay problemas, espérame en la entrada, ya voy —dijo él, poniéndose de pie para ayudarla con sus cosas—. Toma, esto es tuyo —añadió, alcanzándole un broche que se le había caído.
—Ah, gracias... Te espero afuera —dijo Lara, de camino a la salida.
Rhys quedó parado con la mano extendida... Ese pequeño roce de manos que tuvieron cuando ella tomó su broche le erizó la piel.
—Eres tan hermosa, Lara —musitó, viéndola alejarse.
Ni siquiera se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta, hasta que Gia, la recepcionista, apareció detrás de él.
—¿Ahora es ella? —preguntó ella, riendo.
—¿Eh? ¿A qué te refieres? —preguntó Rhys, dándose la vuelta. Ella lo sorprendió.
—Antes venías con otra chica, la de cabello plateado... ¿Qué sucedió con ella? —preguntó Gia, con cierta curiosidad.
—Oh, ¿Te refieres a Ashley? Ella es sólo una amiga, no hay nada más allá que eso —respondió él, bajando la mirada.
Siempre le pareció extraño que todos pensaran que Ashley y él tenían algo especial. Él la apreciaba, no lo iba a negar, de hecho, luego de su familia, ella era en quien más confiaba, pero sólo era eso, aprecio, nada más. Siempre dejó en claro su relación, a ella, a Jake, otra persona a la cual le encantaba teorizar sobre ellos, y principalmente a sí mismo... Él no se podría enamorar jamás de Ashley, él sabía lo que era, sabía cómo era, sabía lo que significaba ser él. O al menos la base de su personalidad. Por eso entendió que no era un buen partido para una chica como ella. Ashley era una buena persona, era alguien en quien podía confiar en todo momento, alguien que lo escucharía sin juzgarlo, que lo consolaría, alguien que lo apoyaría como nadie. Pero más allá de todo eso, ella era alguien inocente, algo soñadora, él sabía que su sueño era llegar lejos, conocía la ambición más que nada y podía llegar a distinguirla entre las personas.
Pero la ambición de Ashley era distinta a la suya, la ambición de Ashley se basaba en aquello que ella nunca tuvo, Ashley peleaba por ella misma... Él peleaba por alguien más, no eran iguales, nunca lo serían. Nunca podrían entenderse el uno al otro, por eso, aferrarse a lo imposible era algo que no se permitía, y esa era la razón principal por la cual nunca se vio junto a Ashley, y por la cual le molestaba que los demás creyeran eso.
Él sabía que su camino era complicado, algo instaurado ante su posición, ante su destino. Él no pidió nacer como nació, con ese talento, con ese destino. No pidió ser príncipe, no pidió ser alguien importante... No pidió ser alguien especial. Pero no podía hacer nada para revertir su vida, para volver atrás y elegir quién ser, no podía hacer nada para no quedarse solo.
Quizás no solo en su totalidad, después de todo su familia siempre estaría ahí, pero sí solo en su camino, porque nadie podría comprender el peso de las expectativas que ponían en él, nadie que no fuera él podría llevarlas en su espalda, se mentalizó para eso demasiado tiempo, para ser el mejor, para no rendirse jamás, para demostrar que él y nadie más que él era capaz de eso... Para demostrar que era único, por sobre todos.
Ashley podía elegir su camino, ella podía decidir quién ser. No eran iguales, se repitió a sí mismo, ella jamás lo entendería. Si ellos estaban juntos ella sufriría, porque él no podía echarle la culpa de no entenderlo, pero tampoco podía dejar pasar el hecho de que ella iba a estar ahí para apoyarlo, pero sin comprender en su totalidad sus sentimientos. Esa soledad que lo perseguiría por siempre.
Por eso ella no era para él, y él no era para ella. Él no la subestimaba, todo lo contrario, conocía sus capacidades, apreciaba su potencial, y era capaz de darse cuenta de que él sólo la limitaría, por eso ella necesitaba a alguien que la complementara, alguien igual que ella, que fuera capaz de decidir quién ser, alguien capaz de alcanzar sus sueños sin necesidad de sentirse preso de su destino, alguien libre... Y ese alguien no era él.
—¿Y ella? ¿Acaso te gusta? —preguntó Gia, ante la estupefacta mirada de Rhys.
¿Cómo se había dado de cuenta tan rápido?
—Gia, ¿Acaso tengo apariencia de mujeriego?
La pregunta de Rhys desató las risas de Gia.
—Sí... La tienes, Rhys Windsor, no sólo eso, todos realmente creemos que eres un mujeriego.
—¿Tan mal piensan sobre mí?
—No es asi, solamente que... Tú sabes, tu personalidad no ayuda en nada tampoco, sin contar que las tienes a todas enamoradas... El príncipe de Remia es algo más que una cara linda, todos lo sabemos, pero como nadie puede descifrarte en su totalidad, tendemos a asumir cosas sobre ti que quizás son erróneas, lo siento si te hace sentir incómodo que piense eso sobre ti... Pero a veces es imposible no hacerlo —explicó Gia.
—Lo sé, créeme que lo sé más que nadie... Pero bueno, creo que ya quedó en claro que no tengo ese tipo de actitudes hacia las mujeres... Soy más reservado en ese sentido, intento encontrar la ideal.
¿Qué estaba diciendo? Ni él podía creerse ese verso.
—Lo que digas, Rhys Windsor... ¿Vas a pagar? No hagas esperar a la chica, casanova —bromeó Gia.
—Sí, claro... Toma —respondió, pagando la cuenta—. Nos vemos de nuevo, Gia—dijo al darse la vuelta y encaminar hacia la salida.
—Adiós Rhys Windsor... Suerte en el amor —soltó Gia, riendo.
Él también rio... Quizás Demian tenía razón... Al final sí iba a necesitar suerte, porque conociéndose más a sí mismo, probablemente también tenía sus propios límites. Y Lara ya los había puesto a prueba.
Al otro día...
Remia, Ajax, Residencia Windsor - 9 de Mayo - Año 512
La mañana anterior había vuelto a su casa cerca de las 7:00 a.m. Luego de despedir a Lara a la salida de la cafetería quiso caminar por la ciudad comenzando a encenderse. Tenía mucho que pensar, mucho que analizar y mucho de lo cual tomar en cuenta. Había algo que ya había dejado en claro: Lara le gustaba, y no había vuelta atrás. También se había percatado de que no pensaba en él hacía mucho tiempo. Se dio cuenta de que los demás eran capaces de analizarlo más que antes, estaba dejando en claro cosas que antes no hacía, estaba comenzando a dejarse llevar por sus sentimientos, inaudito para sí mismo... Nunca pretendió que eso sucediera, pero desde que ella había llegado a su vida sentía que no estaba siendo el mismo de siempre.
En la tarde tuvo una reunión con su padre, le contó lo sucedido en el colegio y la razón por la cual había sido suspendido: «No te desvíes del camino Rhys, recuerda que no puedes tener una mala imagen si pretendes llegar lejos», fue lo único que su padre le dijo.
Todavía tenía esa frase en su cabeza. Él sabía que como había sido la primera vez su padre no se lo había tomado tan en serio, pero notó cierta molestia en su rostro mientras le contaba el incidente. Su padre era estricto, quizás no demasiado, pero le gustaba que las cosas se hicieran como él quería, y tenía una imagen muy clara de lo que quería para la vida de su hijo. Rhys fue advertido de esa imagen cientos de veces.
«Tu seguirás mi legado, Rhys... No me decepciones».
Decepción, decepción, decepción... Ese fantasma que lo perseguía. No importaba lo que eligiera, de todas maneras se sentiría solo. Pero más allá de la soledad, no quería vivir siendo una decepción, porque también, más allá de su propia vida, había sueños que pretendía perseguir, también tenía ambición, ser una decepción no sería sólo para su padre. Sería para él del mismo modo. Porque no era alguien ordinario, no iba desperdiciar su talento... No iba a perderse a sí mismo... Aunque; ¿Qué significaba perderse a sí mismo cuando ni siquiera sabía quién era él mismo?
Esa pregunta fue lo último que dio vuelta en su cabeza cuando esta fue invadida por un sonido externo a sus pensamientos... El tono de su teléfono, estaba recibiendo una llamada.
—Hola —atendió, sin prestarle demasiada atención al contacto que había hecho la llamada. Por eso se llevó una gran sorpresa cuando escuchó la voz de esa persona.
—¡Aprobé Rhys! —declaró Lara, del otro lado de la línea.
Rhys percibió una gran emoción en su tono de voz. Ella estaba muy feliz.
—Wow, felicitaciones señorita... ¿Cuánto puntaje obtuviste?
—El puntaje máximo, junto con Ashley fuimos las que más alto sacamos, luego vinieron Jake, Louis y los demás... No sabes lo feliz que estoy, ¿Quieres salir conmigo hoy? Esta también es tu victoria y quiero agradecerte.
Era una oferta tentadora aquella que ella le estaba proponiendo en ese momento. Pero sólo tenía una respuesta ante eso.
—Lo siento Lara, mañana tengo que despertarme temprano para ayudar a mi madre con algunas cosas... Será para otro día... ¿Sí?
—Oh... Claro, bien, suerte entonces —dijo ella, dejando en claro una leve decepción a través del micrófono.
—Igualmente señorita... Nos vemos la semana que viene en clases.
—Si, adiós Rhys. —Cortó al instante.
—Ah, mierda. —Rhys giró en su silla y se lanzó a su cama boca abajo.
Apretó su almohada con fuerza y gritó lo más fuerte que pudo, dejando que el sonido sea amortiguado por esta. Se sentía tan frustrado. No por haberla rechazado, sino que por sentirse así, por sentirse inservible ante la comprensión de sus sentimientos. Hasta que no supiera qué era lo que lo hacía sentirse así no podía acercarse a ella, no pretendía que desbaratara su mundo, no pretendía perderse y convertirse en una decepción por no saber qué quería para su vida... Tenía en claro su camino, nadie se lo iba desviar, no podía dejarse llevar por sus emociones... Su destino era estar solo... Sí, ese era su destino... Nada más, no la necesitaba en su vida, no podía caer por ella... Lara, no era para él.
Aunque; «Claro que puedes confiar en mi...», le dijo. Ella lo entendió en ese momento, ella pensaba lo mismo que él... Ella... Ella podía cargar con su peso, ¿Cierto? Ella era capaz.
—¿Qué tengo que hacer? ¿Qué quiero para mi vida? Por favor... Dame una maldita señal —rogó, perdido entre su silencio interno, y el ruido que lo atormentaba externamente.
Pero ese ruido parecía ser:
«Olvidé decírtelo por la llamada, pero recordé lo que me dijiste anoche sobre la charla que tuvimos... ¿Sabes? Si algún día quieres o necesitas hablar con alguien estaré allí, te dije que podías confiar en mí, chico bonito».
Reír. Sólo eso pudo hacer al leer ese mensaje, reír y no parar. Su risa retumbó toda la habitación. Rio y rio hasta quedarse dormido.
¿Qué quería el mundo de él? ¿Cuál era su destino? ¿Qué iba a hacer? No tenía idea de nada. Por primera vez en su vida no sabía qué hacer... Por primera vez en su vida se sentía incapaz de salir de aquello que le causaba tanto revuelo en su mente... No quería perderse, pero quizás, iba a necesitarlo, esa era la primera condición para poder encontrarse de nuevo.
Y si quería saber quién era, así debía suceder.