Su atmósfera acogedora se rompió cuando la puerta se abrió de golpe, revelando a una doctora y a una enfermera.
Ambas eran mujeres, una era una doctora de mediana edad y la otra una enfermera anciana. Tenían una expresión profesional al entrar, pero sus ojos se iluminaron al verla despierta.
—Ah, estás despierta —dijo la enfermera, acercándose a ella.
La miraron con dulzura y hablaron con mucha suavidad. Era extraño, como si pensaran que se iba a romper.
No se les puede culpar. Naia era realmente tan hermosa y suave que la enfermera y la doctora inconscientemente creían que era frágil.
Y teniendo en cuenta las marcas en su cuerpo y su situación de haber sido encontrada en el mar, y el hecho de que llevara lencería muy reveladora, hacía que la gente pensara en lo peor.
Como mujeres, simplemente sentían lástima por ella.
—¿Cómo estás? —preguntó la doctora mientras la enfermera le tomaba las señales vitales.