Beatriz se levantó de su cama cuando escuchó el golpe en su puerta.
Rhys había salido a atender algunos asuntos y Damien no estaba, así que la dejaron sola.
Ella ni siquiera podía prestarle atención al libro.
Mientras estaba sola en su habitación, Beatriz no pudo evitar sentir el vacío que se había instalado en su pecho.
A pesar de que solo habían pasado tres días desde que Damien se había ido, ella lo extrañaba terriblemente, y cada día se sentía como un pesado lastre que tenía que soportar sola.
Extrañaba su risa, su sonrisa, la forma en que él la sostenía cerca y le susurraba dulzuras al oído. Extrañaba la forma en que él la hacía sentir amada y apreciada, y la idea de no poder verlo por quién sabe cuánto tiempo era casi demasiado para soportar.
Rhys también había estado ocupado con lo que sea que estuviera haciendo. No le decía. Simplemente se iba temprano en la mañana y volvía tarde.
Había contratado a alguien para cocinar para ella, ya que él tampoco sabía cocinar.