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Beatriz se despertó con el olor de una colonia familiar rodeándola en la cama, con un calor extraño y peso presionados contra ella.
Podía sentir su pecho contra su espalda subiendo y bajando con regularidad, y los suaves ronquidos que le escapaban eran el sonido más dulce que pensaba haber escuchado jamás.
Se desplazó con cuidado y se volteó para enfrentarlo, apoyando su mano debajo de su cabeza y recorriendo con la mirada sus hermosos rasgos.
Su cabello, usualmente peinado con orden, estaba alborotado sobre su frente. Beatriz levantó los dedos para apartarlo pero se detuvo a mitad de camino y se mordió los labios.
Los pequeños gestos cariñosos que había querido hacer, no podía, la manera en que había querido pasar los dedos entre su cabello, o la forma en que quería acurrucarse contra él... besarlo, no podía.
No habían desarrollado su relación a ese nivel todavía. Suponía que tenía que esperar a que él lo iniciara porque él deseaba estar cerca de ella.