—¡Matteo, despierta! —Su voz temblaba con urgencia, la desesperación se filtraba a través de sus palabras—. ¿Cómo puedes dormir cuando
—¡Está de parto! —La voz de Damián, tensa de ansiedad, penetró a través de la puerta. Los ojos de Stella se abrieron de golpe, con la repentina comprensión azotándola. La gravedad de la situación se asentó pesadamente sobre ella mientras los lamentos angustiados de Beatriz resonaban por el pasillo.
—¡Oh Dios... Matteo! ¡Despierta! —La urgencia de Stella escalaba mientras asestaba un golpe fuerte en su espalda, impulsándose a ponerse de pie. Matteo gimió y se movió en la cama.
—¿Por qué tenías que golpearme? —Su voz estaba ronca, cargada de irritación.
—¡Deja de quejarte! ¡Beatriz está de parto!