—Sí, señor —respondió ella, intentando ocultar sus nervios con una risa nerviosa mientras recogía el resto de sus pertenencias. Desafortunadamente, un ligero temblor en sus manos, apenas perceptible para los demás, traicionaba sus emociones. Y, como sospechaba, la aguda percepción de Matteo no lo dejó pasar inadvertido.
—¿Te sientes mal? —Su toque envolvió su mano, las cálidas palmas de él acunaban las de ella contra su mejilla mientras cerraba los ojos en un gesto fugaz. Fue un movimiento tierno e inesperado que provocó un suave revoloteo en el pecho de Stella.
—No —consiguió responder, retirando suavemente su mano de la suya y concentrándose en organizar sus bolsas. No podía permitirse vacilar ahora, no cuando un plan comenzaba a tomar forma en su mente.
—Solo cansada, me gustaría volver a casa lo antes posible —respondió con un tono ligeramente más alto, un esfuerzo silencioso para aliviar la tensión entre ellos que se estaba volviendo palpable.