Unos minutos después de haber comenzado a trabajar en la mesa, el teléfono de Stella vibró, indicando la llegada de un nuevo mensaje. Lanzó una mirada furtiva al dispositivo situado junto a la pantalla de su computadora, una sonrisa de complicidad tirando de sus labios.
—Matteo, tú pícaro... —Sus pensamientos se truncaron cuando su mirada se fijó en el nombre del remitente. Una ola de incertidumbre y especulación la invadió, transformando su sonrisa en una expresión fría y tensa. El mensaje provenía de un número desconocido, dejándola sin otra opción que abrirlo. Con un toque reticente, desplegó el mensaje, y lo que vio le envió un escalofrío de terror a los huesos, dejándola completamente inmóvil.