Los ojos de Stella se abrieron de golpe al tomar cada vez más conciencia de una dolorosamente familiar sensación como de diminutas agujas que le hormigueaban el brazo, culpa del peso del aparentemente robusto brazo de Matteo descansando sobre el suyo. Por placentera que fuera la situación actual, no podía imaginar permanecer en esa posición más de un minuto.
Con una inusual sensación de pesar, se deslizó de su agarre, descansando su pesado brazo a su lado y ajustándose a una posición sentada junto a él. Apoyó su espalda en el marco de la cama, sus ojos adquirían una mirada distinta al observarlo con sus rasgos normalmente afilados en reposo.
Parecía todo menos la imagen que presentaba estando despierto. Cualquiera que tuviera el privilegio de verlo de esta manera, con todas las guardias bajadas, casi con aspecto inocente, pensaría que no era capaz de hacer ningún daño.