Cuando escuchó su pregunta, abrió los ojos de golpe, la cara volviendo a encontrarse con la suya, su respiración entrecortada con una mezcla de miedo, frustración y curiosidad. Se presionó contra la pared, enfrentándose a él de lleno, su resolución inquebrantable.
—Sí, eso es más de mi gusto. Me encanta el espíritu guerrero —declaró con una risita leve, jalándola aún más cerca de sí y provocando que sus senos se moldearan en su pecho.
—Suéltame en este mismo instante —la frustración aumentó en ella, su voz baja y amenazante mientras replicaba.
Imperturbable ante sus palabras, Matteo gruñó, deslizando un dedo a lo largo de la hendidura de su escote, alimentando la tensión que fluía entre ellos. —Toda la noche has provocado mi irritación, vistiendo ese atuendo tentador y permitiendo que te toquen aquí y allá hombres que apenas acabas de conocer.