—Pareces tan tensa, especialmente cuando desvías la mirada en esa dirección —añadió, señalando con su pulgar y volviendo a colocarlo en la suya.
Por impulso, desvió la mirada al suelo, llevando sus manos a su pecho. —Yo tampoco sé.
—Pero yo sí —llegó una voz inesperada, inyectando una nota alegre en la atmosfera cargada. Era una voz que conocía demasiado bien, y le trajo una oleada de júbilo a su ser.
—¡Señor Gerald! —exclamó, su emoción desbordándose. Instintivamente, levantó las elegantes telas de su vestido, con la intención de dirigirse hacia él. Sin embargo, la naturaleza restrictiva del vestido dificultaba sus movimientos, y el decoro de la ocasión pesaba en su mente.
Las muestras públicas de relaciones personales eran mal vistas en círculos tan estimados, vistas como una ostentosa demostración de influencia.