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Chapter 25 - El Susto

Beatriz abrió la boca para hablar, pero se quedó sin emitir sonido y sin que salieran palabras. Sacudió la cabeza en respuesta.

Sintió cómo él le acariciaba la cara con sus grandes manos mientras ella intentaba respirar con dificultad.

—Oye, abre los ojos. Mírame —le susurró suavemente.

Beatriz abrió lentamente los ojos y miró dentro de los suyos buscando consuelo.

—Está bien, estoy aquí mismo. No hay nada de qué tener miedo.

Beatriz agarró sus antebrazos mientras el avión ascendía al cielo. Intentó mirar por la ventana, pero Damien le sostuvo la cara firmemente en su lugar y acarició sus mejillas con sus pulgares, impidiéndole hacerlo.

Su corazón se aceleró en su pecho cuando hubo un cambio repentino en la presión y ella apretó aún más fuerte la mano de Damián mientras él tomaba uno de los reposabrazos para estabilizarse.

De repente, el jet se detuvo de manera abrupta antes de que los motores se reactivaran, rugiendo contra el viento. En un par de segundos, el vuelo aceleró a velocidad máxima, desplazándose a través del viento antes de levantarse lentamente del suelo.

Y todo el tiempo, la mirada de Damián permaneció en ella hasta que finalmente logró calmar su corazón palpitante.

Parpadeó al sentir algo extraño que surgía en su pecho, un aleteo errático que no tenía nada que ver con el hecho de que ahora estaban en el cielo.

Beatriz suspiró aliviada y de repente, se dio cuenta de lo fuerte que había estado aferrándose a él.

Soltó su agarre de sus brazos y él hizo lo mismo con su cara.

—¿Mejor? —preguntó él, con preocupación marcada en su voz.

Beatriz se giró para mirarlo. Su mirada se encontró con la de él y se vio cautivada por sus penetrantes ojos.

Su corazón se aceleró en su pecho y se halló sumergida en su mirada. Sus ojos se posaron en sus labios y ella tragó nerviosa, llevando el labio inferior a su boca.

Rápidamente se recompuso y se aseguró de que el rubor que había subido a sus pómulos desapareciera tan rápido como había aparecido.

—S-sí, gracias —respondió.

La respiración acelerada de su pecho mostraba lo nerviosa que estaba con él tan cerca.

Damien se inclinó más hacia ella y por un segundo Beatriz pensó que sus labios caerían sobre los suyos ya que los podía sentir casi íntimamente cerca, pero rápidamente se movió hacia su oreja.

—¿Te pongo nerviosa? Porque pareces extremadamente sonrojada y tus mejillas están ahora de un hermoso tono de rojo. Sé que no es por tu miedo al despegue, así que ¿te importaría decirme qué es lo que hace que tu respiración sea tan excitante ahora mismo? —le susurró al oído mientras ella sentía una sensación desconocida en su vientre.

Beatriz desvió la mirada. No sabía cómo responderle ya que ella misma no sabía por qué estaba tan sonrojada.

Beatriz se mordió el labio mientras miraba por la pequeña ventana a las nubes intentando calmar su corazón desbocado.

—¿Estás intentando seducirme? —preguntó Damien, diversión en su tono de voz.

Beatriz se giró para mirarlo confundida. ¿Por qué estaba preguntando eso?

Él sonrió. Beatriz encontró su mirada y no se perdió el hambre que giraba en sus ojos.

A pesar de que no había superado a Rhys, no habían pasado mucho tiempo juntos como para que ella estuviera perdidamente enamorada de él. Él siempre será ese chico especial que le robó su primer beso y la hizo la más feliz.

Pero Damián era diferente. No dejaba que mariposas revolotearan en su estómago, sino que hacía que su estómago se revolviera con una sensación desconocida. Beatriz no sabía qué era, pero lo que fuera, la parte más perturbadora era que él tenía un efecto sobre ella y a ella no le gustaba.

—Beatriz, aún no has respondido a mi pregunta —su nombre se deslizaba de su lengua de la manera más hipnotizante.

Beatriz bajó la vista hacia su regazo, sin querer mirar en sus hermosos ojos oscuros.

Damián le agarró la barbilla, levantándole la cabeza.

Su mirada se posó en sus labios carnosos que estaban cubiertos con su bálsamo de vainilla antes de volver a mirar a sus ojos verdes.

Llevantó su mano para tocar la suavidad de sus labios carnosos. La yema de su pulgar sacó su labio inferior que estaba hinchado de haber estado en su boca. Acarició su pulgar sobre su labio inferior antes de viajar al superior.

Beatriz tragó el nudo en su garganta.

—N-no —respondió lentamente.

—Bueno, entonces no vuelvas a hacer eso, no creo poder controlarme a menos que quieras que yo...

Beatriz sacudió la cabeza, interrumpiéndolo. Damien rió y su sonrisa se sostuvo durante unos segundos mientras sus ojos se estrechaban en ella, antes de romper en una sonrisa completa y pícara. Una cosquilla desconocida subió por su columna vertebral.

Retrocedió y se sentó en su asiento.

Beatriz se ruborizó y cogió la revista de la mesa para esconderse de este hombre tentador. Podía sentir su mirada ocasionalmente sobre ella, haciéndola sentir incómoda.

Beatriz echó un vistazo furtivo desde la revista y encontró su mirada. Se sonrojó y volvió a mirar rápidamente la revista.

Damien se rió antes de sacar su teléfono del bolsillo. Frunció el ceño por un momento antes de hablar.

—Voy a hacer unas llamadas en una de las cabinas. Búscame si necesitas algo. Si tienes hambre, deja que te sirvan algo —Beatriz bajó su revista y asintió con la cabeza.

Suspiró aliviada cuando Damien se fue. No sabía por qué su presencia la afectaba tanto.

No sabía nada sobre su futuro marido, pero una cosa que sabía con seguridad era que le esperaba todo un desafío. Esperaba poder proteger su frágil corazón al final.

Hombres como Damien Niarchos y su padre no te daban un final feliz, eso lo sabía con seguridad.