Stella alcanzó su vestido, buscando entre el material en busca de cualquier ruina que pudiera volverlo inutilizable. Cuando vio el agujero por donde había pasado la bala, de repente recordó la cicatriz que había dejado.
Instintivamente, su mano alcanzó el lugar, ejerciendo un poco de fuerza sobre la costra que se había formado. En el espacio de un mes, había sanado significativamente. Aparte de la desagradable cicatriz, apenas había alguna indicación de que alguna vez estuvo al borde de la muerte.
Sin embargo, mientras pensaba en su siguiente movimiento, no se sentía para nada feliz. Por el contrario, su mente estaba llena de aflicción y tristeza, haciendo que deseara no haber intervenido para salvarlo.
Había tomado ventaja de la ligereza que Matteo le había concedido, y se había abierto a él —sin tener en cuenta las consecuencias de todo lo que había sucedido.
—Aquí estoy sintiéndome inútil, cuando todo el tiempo, las probabilidades estaban en mi contra.