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Su mirada se desvió hacia el arma que ella sostenía con debilidad. Era evidente que no tenía experiencia con un arma, y esa percepción le hizo recordar la noche anterior en la oficina.
Había dicho algo sobre tener un arma por si alguien invadía la oficina. Una oleada de risa brotó de su interior, aliviando la tensión que había amenazado con arruinar su ánimo. Sus labios se curvaron levemente, dándole más oportunidad de transmitir cuán gracioso era el momento ahora.
El gesto debió de tranquilizarla porque tan pronto como él lo hizo, sus hombros se relajaron ligeramente y tomó una respiración profunda.
—Estará bien —le dijo en un tono lleno de convicción. Ella asintió afirmativamente.
El coche dio un frenazo brusco, alertándolos a ambos de su llegada al supuesto destino.
En un instante, el estado de ánimo anterior se disipó, cargado con una energía ominosa que reemplazó su estado de ánimo anterior con una inquietante sensación de anticipación.