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Una voz pequeña y desconocida resonó detrás de su oreja. Se giró para reconocer a su desconocida compañía, pero sus palmas se cerraron sobre su rostro en genuina admiración mientras luchaba contra la oleada de emociones que amenazaban con desbordarse de ella.
Finalmente, dejó caer su mano para mirar a la mujer ante ella, y su corazón saltó con reconocimiento. Perdió el control y las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro mientras exclamaba:
—¡Beatriz!
La mujer petite avanzó y envolvió sus delgados brazos alrededor de la inmóvil figura de Stella en un abrazo cariñoso. —Stella —respondió la mujer, su voz cálida y reconfortante.
Stella estaba demasiado abrumada por sus emociones para hablar. Todo lo que podía hacer era llorar en el hombro de su mejor amiga de la universidad; Beatriz Quinn.
La voz de Stella temblaba de emoción mientras hablaba, aún cubriendo su rostro con las palmas. —Quería comunicarme contigo tanto pero me sentía avergonzada y perdí mi teléfono.