Damien se recostó en su coche con los brazos cruzados sobre el pecho, observando la conmovedora escena de Beatriz despidiéndose de su familia.
Lágrimas corrían por su rostro y él sintió un pinchazo en el pecho.
Por alguna razón odiaba las lágrimas en sus ojos. Cuando había sugerido una alianza matrimonial no esperaba que le gustara tanto la hija del enemigo, pero en el momento en que posó sus ojos sobre ella, sintió que algo dentro de él detonaba, liberando un anhelo primitivo.
Su reacción hacia ella era completamente instintiva y no podía luchar contra ello. No quería luchar contra ello.
Esos sentimientos eran diferentes a los que había tenido con todas las demás mujeres incontables a lo largo de los años.
Ella era suave, dulce y delicada y él quería devorarla. Llevaba un sencillo vestido blanco, pero estaba hecho para sus curvas, y mientras se movía, él veía el suave balanceo de sus amplias caderas y pechos.
Forzosamente apartó sus ojos de su cuerpo, dejándolos enfocar en su rostro. Pero luego sucedió algo más enteramente distinto. La lujuria cruda, el deseo imparable, el anhelo parecían desvanecerse todos.
En cambio, fueron reemplazados por una necesidad —no, un instinto— de protegerla.
De tomarla en sus brazos y abrazarla. Había algo en ella que parecía tan puro e inocente, tan inmaculado que él quería preservarlo.
¿Qué demonios le estaba pasando?
Él había sido entrenado para nunca mostrar ni tener emociones. Como el líder de la mafia más grande de su país, mostrar emoción era un decreto de muerte para él, pero esta mujer justo ahí era tan hermosa.
La forma en que sus ojos brillaban con inocencia era cautivante.
Damien sintió una oleada de protección fluyendo a través de él mientras la miraba, y sabía que haría cualquier cosa para asegurarse de que esos hermosos ojos brillaran para siempre con esa felicidad inocente.
En el momento en que sus ojos se posaron sobre ella en el restaurante, sintió como si su frío y quieto corazón comenzara a latir por primera vez. En todos sus treinta años nunca había sentido algo así.
Sabiendo que ella era tan inocente, no quería que ella le odiara por apresurarla a casarse con él. Necesitaba unos meses para hacer que se enamorara de él primero y Damien estaba confiado de que así sería.
Sus labios se curvaron en una sonrisa. Era solo cuestión de tiempo hasta que fuera suya y él no podía esperar por ese día.
—Si te atreves a hacerle daño, te arruinaré —Damien miró fijamente a Remo quien había bloqueado su vista y frunció el ceño.
Él sabía que Remo era un hombre loco y realmente haría lo que estaba diciendo sin importar las consecuencias.
Eso es lo que lo hacía mortal. No le importaban las consecuencias o los riesgos involucrados en algo.
Damien miró fijamente a Remo y sus labios se dibujaron en una sonrisa maligna.
—Sabes que las amenazas no funcionan conmigo, Remo. En el momento en que me case con tu hermana ella ya no formará parte de tu familia. Estará bajo mi mando y protección y haré lo que me dé la gana con ella —remató Damien con una sonrisa aún más amplia.
Remo apretó su puño. —Si la jod
—Palabras Remo. No querrás enfurecerme, ¿verdad? Todos sabemos quién pagará por tu insolencia al final del día —replicó Damien con frialdad.
Remo se giró para mirar a su hermana que se reía de algo que había dicho Ares y tomó un respiro profundo para calmar la tormenta que rugía en su interior.
—Sé acerca de tu hermano también, Damien. ¿Crees que podrías mantenerlo oculto y protegido para siempre? Si te atreves a hacerle daño a mi hermana, quiero decir, si tocas incluso un cabello de su cabeza, también encontraré a tu hermano y él pagará caro por ello —amenazó Remo con su voz llena de odio reprimido.
Damien se tensó y su rostro se volvió ceniciento. Nadie sabía sobre Rhys. Se había asegurado de ello. Aunque no necesariamente fueran parientes de sangre, él amaba al chico desde el día en que su padre lo adoptó y lo trajo a casa.
Había prometido a su padre siempre protegerlo y mantenerlo a salvo. Por eso le había dado la vida que nunca podría haber tenido. Una vida de libertad.
—Si tú…
—¿Eh? Tsk, tsk, no estás en posición de amenazarme. Me conoces Damien, soy un loco y llegaré a cualquier extremo para proteger a mi hermana así que deberías escucharme. Hazle daño y te entregaré el cuerpo de tu hermano —amenazó Remo.
Remo le dio una palmada en el hombro y se alejó sin darle la oportunidad de hablar.
—¡Mierda! —Damien maldijo en voz alta. Sacó su teléfono del bolsillo y marcó un número.
Al tercer tono, finalmente contestaron la llamada.
—¿H-hola? —Una voz somnolienta sonó al otro extremo.
—Rhys, ¿cuándo vuelves a casa? —Damien preguntó, yendo directamente al grano.
Un largo silencio pasó antes de que finalmente respondiera.
—No lo sé bro, pero pronto. ¿Por qué? —preguntó Rhys.
—Me voy a casar pronto. Quiero que la conozcas —comentó Damien.
—¿¡Qué?! ¿Tú? ¿Casamiento? —Rhys estalló en risas al otro extremo del teléfono.
Damien no dijo nada, esperando a que se diera cuenta de que hablaba en serio.
—Espera, ¿en serio? ¿Con quién? —preguntó Rhys con curiosidad.
—Lo verías si vuelves a casa —respondió Damien rodando los ojos.
Rhys gruñó en respuesta.
—Ten cuidado ¿sí? Alguien se ha enterado de tu identidad y es un jodido psicópata y no quiero que te haga daño. Si notas algo sospechoso avísame —advirtió Damien.
—Deja de preocuparte por mí, Damien. No soy un niño y solo eres tres años mayor que yo. No puedes actuar como un padre todo el jodido tiempo —respondió Rhys.
—Puedo y lo haré. Deja de meterte en estupideces y vuelve a casa —insistió Damien.
—Está bien, está bien. Tengo que irme. ¡Hablamos más tarde! —Rhys colgó el teléfono antes de que él pudiera decir algo más.
Damien suspiró y pasó sus dedos por su cabello.
—¿E-Estás bien? —Una voz tímida sonó detrás de él. Se dio vuelta y vio a Beatriz.
—Sí, ¿estás lista para irte? —preguntó Damien.
Ella se mordió los labios y asintió.
—Sí —asintió Beatriz con nerviosismo.
Damien dio una pequeña sonrisa tranquilizadora y asintió. Supuso que esto era, un nuevo capítulo interesante en su vida.