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Dándose cuenta de que ambos necesitaban refrescarse, Rhys se inclinó y presionó un beso suave en la frente de Beatriz. —¿Nos levantamos y brillamos, mi princesa? —susurró, su cálido aliento rozando su piel.
Beatriz rió suavemente, su corazón aleteando por el apelativo cariñoso. —Sí, mi caballero. Pero debo admitir que me siento bastante perezosa esta mañana. ¿Te importaría llevarme, como a una princesa? —bromeó, con un brillo travieso en sus ojos.
Rhys sonrió, la idea le gustó inmediatamente por su naturaleza juguetona. —Por supuesto, mi dama. Sería mi máximo placer —respondió, su voz impregnada de emoción.
Con un movimiento ágil y elegante, Rhys se deslizó fuera de la cama y se paró a su lado, con los brazos fuertes extendidos. Beatriz soltó una carcajada de deleite, sintiendo una oleada de anticipación al extender sus brazos, permitiéndole que la alzara sin esfuerzo.