—Por favor —lo rogó Beatriz—. Solo dámelo una oportunidad más. Te extraño —joder, te extraño tanto que no sé cómo he podido seguir adelante tanto tiempo sin ti.
Tú eres todo lo que veo cada vez que cierro los ojos. Todo me recuerda a ti.
Un sollozo se desgarró de su garganta mientras él continuaba.
—¿Pues sabes qué es lo que veo cada vez que cierro los ojos? —ella vociferó.
—Me pregunto si todos los buenos recuerdos que tuve contigo fueron reales o si solo tolerabas mi molesta presencia para lograr tu maldita venganza!
Tengo que cuestionar si todos los te amo, tus hermosos cumplidos eran reales. ¡Tengo que cuestionar mi valía a cada segundo porque cómo podría una persona miserable como yo merecer un amor tan completo! Bueno, ahora sé mejor.
Se limpió las lágrimas de las mejillas, pero caían demasiado rápido para que pudiese marcar la diferencia.
—Dos malditos tipos —se lamentó—. ¿Cómo pude haber sido tan estúpida? No me extraña que hayáis accedido a compartirme.