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—Lo siento, Beatriz. Nunca quise que nada de esto sucediera —Rhys luchaba por encontrar las palabras adecuadas, su voz tensa por la emoción—. Pensé que podría protegerte, mantenerte a salvo de la oscuridad que me consumía. Pero solo terminé arrastrándote más profundo en ella.
Extendió una mano temblorosa, queriendo consolarla, pero ella se encogió, su dolor demasiado crudo para soportar su tacto. Dejó caer su mano, sus propias lágrimas se mezclaron con las de ella en el frío suelo.
—Entiendo si no puedes perdonarme —dijo Rhys, su voz apenas un susurro—. No merezco tu perdón. No merezco tu amor. Pero por favor, sabe que todo lo que hice, lo hice bajo un sentido retorcido de justicia. Pensé que estaba vengando mi propio sufrimiento, pero en el proceso, te causé un dolor inimaginable.
Beatriz se volvió hacia él, sus ojos llenos de una mezcla de angustia y anhelo.