Los pesados ojos de Rhys comenzaron a cerrarse y todo se volvió negro.
Pero entonces lo escuchó de nuevo, el sonido de los pasos conocidos, sabía que estaba volviendo. No paraba hasta que perdía el conocimiento.
Había dicho que le encantaba oírlo suplicar, así que rogarle que parara no había hecho más que empeorarlo todo.
—Hola chico, ¿me extrañaste? —Él había vuelto.
—¡No! —jadeó, abriendo los ojos de golpe mientras intentaba sacudirse el sueño, sintiendo cómo ardían y picaban por las lágrimas que contenían.
Su pecho se agitaba mientras aspiraba ráfagas de aire, moviendo sus ojos frenéticamente por la habitación intentando tragar la sensación de sequedad en su garganta y tratar de entender dónde estaba.
Sus ojos borrosos intentaban ajustarse, mientras entrecerraba la mirada por el cuarto, levantando sus manos para limpiar sus ojos.
Acababa de revivir uno de los peores momentos de su vida en sus sueños: el día que fue secuestrado.