En el momento en que entró en la familiar habitación, lo recibió el ambiente tenso y hostil de la sala de estar.
El estilo barroco de los sofás, sillas y techo le daba un aura elegante que estaba manchada con salpicaduras invisibles de sangre.
Tres pares de ojos lo miraban con puro desprecio. El primero pertenecía a la mujer que se había casado con su tío tras deshacerse de su primera esposa. Ella fue su amante, pero como dicen, teme a una mujer con un plan y una gran ambición. Haría cualquier cosa para llegar a la cima.
Las otras dos miradas maliciosas que podrían matar a alguien accidentalmente pertenecían a sus queridos primos, que ambos son menores que él.
Ellos tenían un odio mutuo y eso estaba bien para él porque ambos estaban en la cima de su lista de a quienes golpear en este momento.