—Tengo que hacer esto para protegerte. No puedo soportar verte en peligro nunca más —dijo él, con un tono firme.
—Pero me estás lastimando ahora mismo —lloró Beatriz, con el rostro enterrado en su pecho.
Él la sostuvo fuertemente, su voz temblaba mientras hablaba. —Lo entiendo. Nunca quise causarte dolor. Lo siento mucho, Beatriz. Por favor, créeme. Nunca tuve la intención de lastimarte.
Beatriz se apartó de él y lo miró conmocionada, mientras las lágrimas corrían por su rostro al negar con la cabeza incrédula. Cada fibra de su ser se sentía desgarrada por el peso de sus palabras.
—Te amo, solo sabes eso —él susurró mientras suavemente sostenía su rostro y plantaba besos en sus mejillas. Respiraba con dificultad entrecortada, y se apartó de ella, soltando sus manos de su camisa y poniéndose de pie recto.
Beatriz solo podía continuar sollozando, su mente abrumada por las tumultuosas emociones que giraban dentro de ella.