Damián se sentó en el jardín, rodeado de la belleza de la naturaleza. El cálido sol brillaba sobre él, haciéndolo sentir en paz. Observaba cómo las delicadas mariposas revoloteaban alrededor, deteniéndose ocasionalmente para alimentarse de las flores de colores brillantes.
Mientras estaba sentado allí, no pudo evitar recordar los recuerdos de su infancia pasados en el jardín con su madre.
Recordaba las veces en que su madre lo tomaba de la mano y salían a jugar afuera. Recogerían flores, perseguirían mariposas y explorarían las diferentes partes del jardín.
Su madre siempre estaba tan llena de energía y vida, a pesar de todo, y traía tanta alegría al mundo oscuro de Damián. Era la única buena memoria que tenía de su infancia.
Allí sentado, Damián cerró los ojos y recordó el dulce olor de las flores y el sonido de los pájaros cantando en los árboles. Podía sentir la mano de su madre en la suya, y sonreía al pensar en todos los momentos felices que habían compartido.