—Has estado lejos de casa durante mucho tiempo. Sé que extrañas a tu familia. Creo que deberías volver a casa por ahora.
—murmuró, su voz teñida de tristeza mientras tragaba y se inclinaba hacia adelante para presionar otro beso prolongado en su frente.
—¿Estás bromeando, verdad? —preguntó ella en una sola respiración, sus ojos saltando entre los de él mientras el color se drenaba de su rostro.
—No. No lo estoy. Vete a casa con Remo —dijo él, tragando otra vez como si luchara para sacar las palabras.
—Espera, no, aguanta un minuto. ¿Qué diablos estás diciendo de repente? No me voy con Remo, no me voy a casa. Esta es mi casa. Mi hogar está donde tú estés, Damián —le dijo ella, sintiendo la sangre latiendo en sus oídos.
—Ya estoy en casa contigo —añadió.
Damián sacudió la cabeza, sus cejas inclinándose juntas.